¿Milagrosa Vacuna?
La
carrera está abierta, pero no sabemos dónde nos llevará. Laboratorios de todo
el mundo corren desesperadamente tras esa vacuna milagrosa, pero el verdadero
milagro consistiría quizás en detener nuestros pasos colectivos y pulsar un
“pause” serio y responsable; sería empezar a tomar profunda conciencia de en
qué hemos errado.
La
solución final a la pandemia planetaria no puede ser el pincho en vena. Ha de
tener más que ver con mirarnos a nosotros mismos, sincerarnos y observar de qué
forma hemos conculcado las leyes naturales. Tiene que ver más con la
exploración de una nueva vida en armonía con los Reinos animal, vegetal,
mineral, por supuesto humano que nos rodean. Necesitamos que alguien nos hable
de unos temores que minan salud, paz y mañana, que algún “influencer” glose la
“vacuna” gratuita y sin ningún efecto secundario que representa el contacto con
el sol, el agua y el aire, sugiera unos hábitos naturales que nos cargan de
defensas.
No cuestionaremos que el maletín con
la nueva vacuna contra el coronavirus llegue a la Residencia de ancianos, pero
no perdamos la oportunidad que el tan denostado y ya acorralado bichito nos ha
traído para cuestionar una civilización que mucho destruye la Madre Naturaleza.
El parche, la vacuna, nos puede confundir; nos puede dar a entender que
representa la solución definitiva y así dar más cuerda a un modelo sin futuro
alguno. Nos puede engañar haciéndonos olvidar la raíz del problema. Las
soluciones fáciles raramente son las definitivas. Demasiado a menudo el milagro
elude responsabilidades. A la ciencia tampoco se la puede dejar sola en
el reto de superación de la pandemia. Ha de ir de la mano de la ética
planetaria.
La palabra vacuna debiera ser
despojada de su hálito divino, no debiera tener ninguna connotación mágica. No
puede ser freno a la revolución verde y solidara pendiente, refugio de nuestros
errores, excusa para eludir las grandes transformaciones que hemos de llevar a
cabo. El antídoto sólo no basta. Es preciso remontar al mundo de las causas.
Depositar toda la esperanza en la tentadora vacuna es engañarnos a nosotros
mismos, pues de esa forma eludiremos reparar en el verdadero origen de la
crisis: las enfermedades infecciosas se multiplican con la destrucción de la
Naturaleza.
No somos radicales anti toda vacuna,
somos firmes anti-amnesia que no queremos olvidar cómo empezó todo esto. No
podemos huir de apaño en apaño, eludiendo las grandes cuestiones que va
generando nuestro paradigma insostenible, en demasiada medida individualista,
materialista y depredador de la Vida y sus Reinos. Una civilización que va
despistada de pincho en pincho, de parche en parche no dará con su anhelada
salud, merecido bienestar y definitiva armonía; no encontrará su superior
destino. (Eclesalia Informativo digital).
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