Buenas Noticias | Jose Antonio Pagola, sj
Perdonar nos hace bien
Las grandes escuelas de psicoterapia apenas han estudiado la
fuerza curadora del perdón. Hasta hace muy poco, los psicólogos no le
concedÃan un papel en el crecimiento de una personalidad sana. Se pensaba
erróneamente -y se sigue pensando- que el perdón es una actitud puramente
religiosa.
Por otra parte, el mensaje del cristianismo se ha reducido con
frecuencia a exhortar a las gentes a perdonar con generosidad, fundamentando
ese comportamiento en el perdón que Dios nos concede, pero sin enseñar mucho
más sobre los caminos que hay que recorrer para llegar a perdonar de corazón.
No es, pues, extraño que haya personas que lo ignoren casi todo sobre el proceso del
perdón.
Sin embargo, el perdón es necesario para convivir de manera sana: en la
familia, donde los roces de la vida diaria pueden generar frecuentes tensiones
y conflictos; en la amistad y el amor, donde hay que saber actuar ante
humillaciones, engaños e infidelidades posibles; en múltiples situaciones de la
vida, en las que hemos de reaccionar ante agresiones, injusticias y
abusos. Quien no sabe perdonar puede quedar herido para siempre.
Las palabras de Jesús sobre el perdón
Hay algo que es necesario aclarar desde el comienzo. Muchos se creen
incapaces de perdonar porque confunden la cólera con la venganza. La cólera es
una reacción sana de irritación ante la ofensa, la agresión o la injusticia
sufrida: el individuo se rebela de manera casi instintiva para defender su vida
y su dignidad. Por el contrario, el odio, el resentimiento y la
venganza van más allá de esta primera reacción; la persona vengativa busca
hacer daño, humillar y hasta destruir a quien le ha hecho mal.
Perdonar no quiere decir necesariamente reprimir la cólera. Al
contrario, reprimir estos primeros sentimientos puede ser dañoso si la persona
acumula en su interior una ira que más tarde se desviará hacia otras personas
inocentes o hacia ella misma. Es más sano reconocer y aceptar la cólera,
compartiendo tal vez con alguien la rabia y la indignación.
Luego será más fácil serenarse y tomar la decisión de no
seguir alimentando el resentimiento ni las fantasÃas de venganza, para no
hacernos más daño. La fe en un Dios perdonador es entonces para el creyente un
estÃmulo y una fuerza inestimables. A quien vive del amor incondicional de Dios
le resulta más fácil perdonar.
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