¿Qué
pasa si pides disculpas a tus hijos?
Según nos dice la palabra de Dios en el Salmo 86, 5: “Tú, Señor, eres
bueno y perdonador; grande es tu amor por todos los que te invocan”. Así
también nosotros los padres, por tal motivo debemos pedirles disculpas de
corazón a nuestros hijos, con humildad y amor les damos el ejemplo de perdonar.
Nosotros somos amorosos y si tenemos que llorar hay que hacerlo.
No somos perfectos, nos podemos equivocar, cometemos errores y en un
momento dado podemos tomar decisiones equivocadas. Para mucha gente adulta hay
un error al pensar que si piden perdón están mostrando debilidad o pierden
autoridad delante de sus hijos.
Si pedimos disculpas, por el contrario, le damos la oportunidad a
nuestros hijos de aprender a resolver sus propios de problemas en lo que se
refiere a reconocer fallos y errores. Todos necesitamos perdonar y ser
perdonados. Si pedimos disculpas les damos también la oportunidad de avanzar en
la reconciliación, así el hogar es como una escuela donde aprendemos a resolver
conflictos, enfrentar desacuerdos y sanar heridas de situaciones desagradables
o de incomprensiones.
Steven Hayes, nos aclara que el no perdonar o pedir disculpas a alguien
nos pone en un contexto de sufrimiento, el cual también podríamos transmitir a
nuestros hijos.
Si pedimos disculpas, colaboramos con la buena autoestima de nuestros los
hijos al sentir la seguridad consigo mismos acerca de las posibles consecuencias
de sus acciones. Esto hará que se cree un buen modelado de autoestima
saludable.
Pedir disculpas a nuestros hijos hace que uno se sienta feliz con uno
mismo y ver esa sonrisa de felicidad en ellos nos llena de tranquilidad a paz. El
ambiente de paz, de reconciliación y confianza será entonces verdadero, no
ficticio; la comprensión mutua crece, porque perdonar o disculparnos libera,
genera un ambiente favorable.
Se acerca el tiempo de Navidad, lo vamos preparando con el Adviento,
donde renovamos nuestra esperanza. Vamos a promover la armonía y la paz en
nuestros hijos a través de una disculpa sincera, de un perdón auténtico. Que
nuestras familias sean lugares de encuentro, de compartir, porque eso es
Navidad.
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