En el Exilio | Ron
Rolheiser (Trad. BenjamÃn Elcano)
Dolorosa muerte
Casi todos nosotros estamos familiarizados con la
historia de Zorba el griego, sea por el famoso libro de Nikos Kazantzakis o
bien por la pelÃcula. Bueno, Zorba no fue un personaje de ficción. Fue una
persona real, Alexis Zorba, quien tenÃa una personalidad y energÃa más grandes
que la vida; y, cuando murió, le resultó muy difÃcil a Kazantzakis aceptar su
muerte, incrédulo de que tales energÃa, vigor y color fueran mortales.
Al conocer la muerte de Zorba, esta fue la
reacción de Kazantzakis: “Cerré los ojos y sentà que las lágrimas resbalaban
lenta y cálidamente mejillas abajo. Se ha muerto, muerto, muerto. Zorba se ha
ido, ido para siempre. La risa se ha muerto, la canción ha sido silenciada, el
santir se ha roto, la danza sobre los guijarros del mar se ha detenido, la
insaciable boca que interrogaba con tan incurable sed está ahora llena de
arcilla. … Unas almas como esa no deberÃan morir. ¿Serán capaces la tierra, el
agua, el fuego y el azar de recrear alguna vez a Zorba?... Era como si yo
creyera que él era inmortal”.
A veces es duro creer que cierta persona pueda
morir, por la vida y energÃa que encarnó. Nosotros, simplemente, no podemos
imaginar que ese pulso de vida esté muerto, inmóvil, ausente para siempre de
este planeta. Cierta gente parece estar exenta de la muerte porque no podemos
imaginarnos muriendo tal energÃa, color, generosidad y bondad. ¿Cómo puede
morir tan maravillosa energÃa?
Yo he sentido eso muchas veces en mi vida; muy
recientemente, esta semana pasada, cuando fallecieron dos antiguos compañeros,
ambos hombres especialmente animosos, vitalistas, avispados y generosos. Me
vinieron a la mente Kazantzakis y su lucha por aceptar la muerte de Zorba,
junto con la manera como intentó tratar con esa muerte. Decidió tratar de
“resucitar” a Zorba, volverlo a la vida trayendo su historia al mundo, de modo
que transformara su vida en un mito, una danza y una religión.
Kazantzakis creÃa que esto es lo que hizo MarÃa
Magdalena justo después de la muerte de Jesús, cuando abandonó la tumba de
Jesús y volvió al mundo. Ella resucitó a Jesús al contar su historia, creando
un mito, una danza y una religión. AsÃ, inmediatamente después de la muerte de
Zorba, Kazantzakis se dijo: “Démosle nuestra sangre para que él pueda ser
devuelto a la vida, hagamos lo que podamos para lograr que este extraordinario
comilón, bebedor, caballo de carga, cazador de mujeres y vagabundo prolongue su
vida: este danzante y guerrero, el alma más grosera, el cuerpo más firme, el
grito más libre que he conocido en mi vida”.
¡Bendecid su esfuerzo! Eso contribuyó a una gran historia, un
impresionante mito, pero nunca contribuyó a una religión ni a una eterna danza,
porque no fue lo que MarÃa Magdalena hizo con Jesús. Sin embargo, aún hay algo
que aprender aquà sobre cómo tratar con una muerte que aparentemente quita algo
de oxÃgeno al planeta. No debemos permitir que esa maravillosa energÃa
desaparezca, porque estamos obligados a mantenerla viva. Con todo, como
cristianos, hacemos esto de diferente manera.
Nosotros leemos la historia de MarÃa Magdalena muy
diferentemente. MarÃa fue a la tumba de Jesús, la encontró vacÃa y se marchó
llorando; pero… pero, antes de que lograra contar a alguien una historia, se
encontró con un Jesús resucitado que le contó de qué modo su energÃa, color,
amor, persona serÃan encontrados ahora, a saber, en una modalidad radicalmente
nueva, en su espÃritu. Eso contiene el secreto de cómo debemos dar vida a
nuestros seres queridos después de que hayan muerto.
¿Cómo guardamos vivos a nuestros seres queridos y
la maravillosa energÃa que trajeron al planeta, después de que han muerto?
Primero, reconociendo que su energÃa no muere con sus cuerpos, que eso no se va
del planeta. Su energÃa se queda, viva, aún con nosotros; pero ahora dentro de
nosotros, por medio del espÃritu que legan en pos de sà (justamente como Jesús
legó su espÃritu). Además, su energÃa nos pone en comunicación siempre que
entramos en su “Galilea”, a saber, en esos lugares en los que sus espÃritus
medraron y exhalaron oxÃgeno generativo.
¿Qué se quiere decir con eso? ¿Qué es la “Galilea”
de alguien? La “Galilea” de una persona es esa especial energÃa, ese especial
oxÃgeno que exhala. Para Zorba, fue su audacia y gusto por la vida; para mi
papá, fue su porfÃa moral; para mi mamá, fue su generosidad. En esa energÃa,
exhalaron algo de Dios. Siempre que vamos a esos lugares donde sus espÃritus
exhalaron la vida de Dios, volvemos a respirar su oxÃgeno, su danza, su vida.
Como todos vosotros, a veces yo he estado
aturdido, entristecido e incrédulo en la muerte de cierta persona. ¿Cómo podÃa
ser que muriera esa energÃa especial? A veces esa energÃa especial se
manifestaba en la belleza fÃsica, la gracia humana, la audacia, el atractivo,
el color, la entereza moral, la compasión, la dulzura, la cordialidad, el
ingenio o el humor. Puede ser duro aceptar que la belleza y el oxÃgeno
vivificante puedan al parecer abandonar el planeta.
A la postre, nada se pierde. Algún dÃa, en el
tiempo de Dios, en el momento oportuno, la piedra volverá a rodar y, como MarÃa
Magdalena marchándose de la tumba, sabremos que podemos respirar de nuevo esa
maravillosa energÃa en “Galilea”.
Publicado en www.ciudadredonda.org
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