Fe y Vida | Maricruz Howley/ADH
Junto a Nuestra
Señora de Lourdes “demos al que sufre el bálsamo de la cercanía”
La Virgen de Lourdes, es una advocación Mariana y nos refiere al momento en que fue avistada por Bernadette Soubirous en el año 1858, exactamente en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave de Pau, el cual se encuentra en el poblado de Lourdes en Francia. Según cuentan muchas personas que han ido a visitar la famosa Gruta de Lourdes, al tomar las aguas del río han logrado vivir en carne propia el maravilloso milagro de estar sanos. Esta es la razón por la cual se tomó el día de esta virgen para conmemorar la Jornada Mundial del Enfermo, porque quien mejor que ella para entender las necesidades de aquellos que sufren por una enfermedad.
Monseñor Rino Fisichella, presidente
del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, ha
publicado un artículo en el Boletín N°343 de la Asociación Médica Internacional
del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, donde una reflexión sobre el rol
del Santuario de Lourdes en la nueva evangelización y de forma particular el
carisma de las personas enfermas, partiendo de la Carta Apostólica del Papa
Francisco Sanctuarium in Ecclesia donde nos dice:
“Siguiendo las palabras del Señor hemos privilegiado siempre todo lo que
el mundo ha rechazado por inútil o poco eficaz. Los enfermos crónicos,
moribundos, marginados, personas discapacitadas y todo lo que representa frente
al mundo la falta de futuro y esperanza, encuentran el compromiso de los
cristianos. Tenemos ejemplos que nos encaminan con fuerza a la santidad de los
hombres y mujeres que han hecho de este programa el anuncio concreto del
Evangelio de Jesucristo y el inicio de una verdadera revolución cultural”.
Mons. Fisichella valora grandemente el amor entregado sin pedir algo a
cambio, la asistencia que ofrecen muchos médicos y enfermeros en el Santuario
de Lourdes renueva el sentido a una verdadera proclama cristiana con seriedad y
consideración para la dignidad de todas las personas.
También nos recuerda que no podemos hacernos evangelizadores de repente,
ni dar un sentido al sufrimiento de la noche a la mañana. Se necesita una preparación
que crezca y madure con la fe en el misterio de la participación activa y real
del misterio de Cristo y la vida de comunión con él que nos ofrece el bautismo.
Con esta perspectiva podemos mirar cada enfermo que se convierte en peregrino
a través de la fe, para comprender la presencia de Cristo que pide ayuda y
ofrece a cambio su amor salvador.
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