Pascua
| Juan Corona Estévez, MSC
Experiencia
Pascual de los discípulos
Con la muerte y resurrección de Jesús, los discípulos
experimentan que Jesús vive nuevamente y de una forma especial entre ellos, y
viven de manera singular ese acontecimiento. Con la fuerza que les da el
resucitado son testigos de esa experiencia y comienzan a predicar a Jesús
muerto y resucitado. De esta manera, celebran a Jesús en sus liturgias y
enseñan a otros los hechos y las palabras de Jesús.
Algunos textos que
expresan la experiencia de los discípulos y de las mujeres que seguían a Jesús
(cfr. Mc 16,1-8; Lc 24,1-35; Mt 28,1-7; Jn 20,1-29) indican cómo se va manifestando el resucitado: a María Magdalena; a los de Emaús; al grupo de los
apóstoles y a Pablo (cfr. 1Co 15,3b-5.8). En ese sentido, Jon Sobrino (1999)
afirma que “el Nuevo Testamento establece la resurrección de Jesús porque este se apareció a los
discípulos, hecho que quedó recogido muy tempranamente en el texto prepaulino
de la primera carta a los Corintios 15,3b-5”, “Cristo murió por nuestros
pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día según las
Escrituras, se apareció a Cefas y después a los Doce”.
Preguntarnos cuál es nuestra experiencia pascual como discípulos y si esta nos está encaminando al compromiso de anunciar la Buena Noticia
Ciertamente con la
predicación de los discípulos van surgiendo las primeras comunidades
cristianas, que tienen como mensaje esencial el Kerigma. Es decir, el anuncio
de la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos de los Apóstoles 2,32, se
afirma: “a este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos
testigos”. Walter Kasper (2002) enfatiza que este testimonio, unánime en todo
el Nuevo Testamento forma la base y el centro del mensaje neotestamentario, así
lo constata Pablo: “si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía
también nuestra fe” (1Co 15,14).
Como lo hace notar el
teólogo, en principio, la experiencia de la resurrección resultó un poco
compleja a los discípulos. Hay varios pasajes en los evangelios y los Hechos
que nos muestran la incredulidad inicial y la obstinación (cfr. Mc
16,14), dudas (cfr. Mt 28,17), burlas (cfr. Lc 24,11),
resignación (cfr. Lc 24,21), miedo y pavor (cfr. Lc 24,37). Pero
la realidad es que esta actitud reservada y crítica, ajena a todo entusiasmo,
habla a favor de los discípulos y su testimonio. La mayor fuerza de convicción
la recibe este testimonio por el hecho que todos los testigos estaban
dispuestos a morir por su mensaje.
En suma, esta experiencia
pascual que viven los discípulos, de cierta
manera, les inserta en la realidad y les invita a sembrar esperanza en todos
los pueblos de que Dios tiene la última palabra de la historia. En la
actualidad, aunque la violencia, los asesinatos y otras realidades sociales nos
perturban, debemos recordar que el bien del amor que se entrega triunfará. Sería
interesante que durante este tiempo de encuentro con el Resucitado nos
preguntemos: cuál es nuestra experiencia pascual como discípulos y si esta nos
está encaminando al compromiso de anunciar la Buena Noticia a la que estamos
invitados llevar a todas partes. Pues la experiencia con Jesús Resucitado nos
debe transformar en hombres y mujeres nuevas, para que así se vaya haciendo
realidad una humanidad nueva.
Referencia:
Kasper,
W., Jesús, el Cristo, Salamanca, 2002, pp. 211-214.
Sobrino, J., La fe en Jesucristo. Ensayo desde
las víctimas, San Salvador, 1999, pp.108-121.
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