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    martes, 6 de abril de 2021

    Experiencia Pascual de los discípulos

    Pascua | Juan Corona Estévez, MSC





    Experiencia Pascual de los discípulos

     

    Con la muerte y resurrección de Jesús, los discípulos experimentan que Jesús vive nuevamente y de una forma especial entre ellos, y viven de manera singular ese acontecimiento. Con la fuerza que les da el resucitado son testigos de esa experiencia y comienzan a predicar a Jesús muerto y resucitado. De esta manera, celebran a Jesús en sus liturgias y enseñan a otros los hechos y las palabras de Jesús.

     

    Algunos textos que expresan la experiencia de los discípulos y de las mujeres que seguían a Jesús (cfr. Mc 16,1-8; Lc 24,1-35; Mt 28,1-7; Jn 20,1-29) indican cómo se va manifestando el resucitado: a María Magdalena; a los de Emaús; al grupo de los apóstoles y a Pablo (cfr. 1Co 15,3b-5.8). En ese sentido, Jon Sobrino (1999) afirma que “el Nuevo Testamento establece la resurrección de Jesús porque este se apareció a los discípulos, hecho que quedó recogido muy tempranamente en el texto prepaulino de la primera carta a los Corintios 15,3b-5”, “Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, se apareció a Cefas y después a los Doce”.

     

    Preguntarnos cuál es nuestra experiencia pascual como discípulos y si esta nos está encaminando al compromiso de anunciar la Buena Noticia

     

    Ciertamente con la predicación de los discípulos van surgiendo las primeras comunidades cristianas, que tienen como mensaje esencial el Kerigma. Es decir, el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús. En Hechos de los Apóstoles 2,32, se afirma: “a este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos”. Walter Kasper (2002) enfatiza que este testimonio, unánime en todo el Nuevo Testamento forma la base y el centro del mensaje neotestamentario, así lo constata Pablo: “si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también nuestra fe” (1Co 15,14).

     

    Como lo hace notar el teólogo, en principio, la experiencia de la resurrección resultó un poco compleja a los discípulos. Hay varios pasajes en los evangelios y los Hechos que nos muestran la incredulidad inicial y la obstinación (cfr. Mc 16,14), dudas (cfr. Mt 28,17), burlas (cfr. Lc 24,11), resignación (cfr. Lc 24,21), miedo y pavor (cfr. Lc 24,37). Pero la realidad es que esta actitud reservada y crítica, ajena a todo entusiasmo, habla a favor de los discípulos y su testimonio. La mayor fuerza de convicción la recibe este testimonio por el hecho que todos los testigos estaban dispuestos a morir por su mensaje.

     

    En suma, esta experiencia pascual que viven los discípulos, de cierta manera, les inserta en la realidad y les invita a sembrar esperanza en todos los pueblos de que Dios tiene la última palabra de la historia. En la actualidad, aunque la violencia, los asesinatos y otras realidades sociales nos perturban, debemos recordar que el bien del amor que se entrega triunfará. Sería interesante que durante este tiempo de encuentro con el Resucitado nos preguntemos: cuál es nuestra experiencia pascual como discípulos y si esta nos está encaminando al compromiso de anunciar la Buena Noticia a la que estamos invitados llevar a todas partes. Pues la experiencia con Jesús Resucitado nos debe transformar en hombres y mujeres nuevas, para que así se vaya haciendo realidad una humanidad nueva.

     

    Referencia:

    Kasper, W., Jesús, el Cristo, Salamanca, 2002, pp. 211-214.

    Sobrino, J., La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas, San Salvador, 1999, pp.108-121.

     

     

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