La
Iglesia Hoy | Andrea Tornielli
Catequistas, un servicio con raíces
antiguas que mira al
futuro
La
decisión papal de instituir el ministerio laico del catequista es fruto de un
camino intuido por Pío XII, sancionado por el Concilio Vaticano II y los
Sínodos de los Obispos, en particular el de la Amazonia. Un servicio cada vez
más necesario para la evangelización
En
1944, en plena Segunda Guerra Mundial, Pío XII publicaba la encíclica Mystici
corporis, dedicada a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. En un pasaje, tras
recordar que los Padres de la Iglesia " cuando encomian los ministerios,
los grados, las profesiones, los estados, los órdenes, los oficios de este
Cuerpo" tienen presente también a los laicos y a los laicos casados, el
Pontífice añadía: "se ha de advertir que, sobre todo en las presentes
circunstancias, los padres y madres de familia y los padrinos y madrinas de
bautismo, y especialmente, los seglares que prestan su cooperación a la
jerarquía eclesiástica para dilatar el reino del divino Redentor, tienen en la
sociedad cristiana un puesto honorífico, aunque muchas veces humilde, y que
también ellos con el favor y ayuda de Dios pueden subir a la cumbre de la
santidad, que nunca ha de faltar en la Iglesia, según las promesas de
Jesucristo".
Especialmente
en nuestro tiempo, la tarea de testimoniar y transmitir la fe a las nuevas
generaciones es una tarea de ‘los padres y madres de familia’
La
decisión de Francisco de instituir el ministerio laico del catequista, que
sigue a la apertura a las mujeres de los ministerios de acólito y lector, se
coloca en la vía ya intuida por el Papa Pacelli: especialmente en nuestro
tiempo, la tarea de testimoniar y transmitir la fe a las nuevas generaciones es
una tarea de "los padres y madres de familia". Ya a lo largo de los
siglos y todavía hoy en varios países, ante la falta de sacerdotes, la fe se ha
mantenido viva gracias a los padres y madres, y a los catequistas que han
dedicado y a menudo sacrificado su vida por ello. Sin embargo, hoy en día, la
participación, el reconocimiento y la plena valoración de los laicos es una
urgencia y a menudo una necesidad en las sociedades secularizadas.
El
Motu Proprio Antiquum Ministerium toma como punto de partida el Decreto
Conciliar Ad Gentes en el que los Padres del Vaticano II afirmaban: "Digna
de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra de las misiones
entre los gentiles, es decir, los catequistas, hombres y mujeres, que llenos de
espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singular y
enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia. En nuestros
días, el oficio de los catequistas tiene una importancia extraordinaria porque
resultan escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para ejercer
el ministerio pastoral”. Esta conciencia creció en los años siguientes y
culminó en la Carta Apostólica Evangelii nuntiandi de Pablo VI.
La
institución de nuevos ministerios laicos para responder a las nuevas
necesidades también se discutió en el reciente Sínodo sobre la Amazonia,
recordando en particular el Motu proprio Ministeria quaedam, el documento con
el que el Papa Montini en 1972 reformó los ministerios en la Iglesia. En la
perspectiva surgida del Concilio, de los Sínodos, subrayada en el Magisterio de
los Sucesores de Pedro y, en particular, hoy por el actual Obispo de Roma, los
laicos no están llamados, por tanto, a realizar sólo una labor de sustitución
porque falten vocaciones al sacerdocio. No se trata de una sustitución, sino de
una acción, implicación y corresponsabilidad plenas y reconocidas: su presencia
es verdaderamente necesaria para que la Iglesia sea comunión y misionera.
La
institución de un ministerio por parte de la Iglesia pone de manifiesto que la
persona investida de ese carisma realiza un auténtico servicio eclesial a la
comunidad cristiana para el crecimiento de su vida y para su testimonio de fe.
Por tanto, la institución de un ministerio laico no pretende
"clericalizar" al laico. Es de esperar que este nuevo paso contribuya
a contrarrestar ese retorno del clericalismo tantas veces denunciado
públicamente por Francisco que, recordando a menudo el papel del santo pueblo
de Dios, el papel de las abuelas y de las madres en la transmisión de la fe,
actualiza las palabras de Pío XII sobre los "padres y madres de familia,
padrinos y madrinas de bautismo" llamados a expandir el "reino del
divino Redentor".
Publicado
en Vatican News:
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