Valor del mes | P. Juan Tomás García P., MSC
El valor de la vida
Lema: “Me has tejido en el vientre de mi madre” (Sal 139,13)
Nosotros creemos en la vida, nacemos para hacer crecer
la vida, afanamos diariamente para mantenernos vivos. La Resurrección del Señor
es la Pascua. En La Biblia, Pascua es el tránsito de la opresión de Egipto a la
tierra prometida, para tener mejor vida. En tiempo de Pascua, lo nuestro es el
derroche de alegría, la fiesta, signos de vida a granel. Ahora nos corresponde
vivir libremente lo que Jesús nos ha traído, Vida en abundancia. En sintonía
con este Tiempo Litúrgico de Pascua, el Plan Nacional de Pastoral ha propuesto
para mayo el valor de la vida.
Valor de la Vida
Alrededor de Jesús se observa mucha práctica
religiosa, muchos grupos que están pendientes de la religión y sus leyes
rigurosas, pero no se experimenta la fiesta ni la alegría como consecuencia de
esa práctica religiosa. Aparentemente el Dios en el que creen no les aporta
ningún bienestar que le cause admiración y esperanza. Nuestra realidad también
nos habla mucho de situaciones calamitosas que van desde las batallas por abrir
las puertas a la aprobación del aborto, la violencia integral, la inseguridad
que ella genera, las crisis en los diferentes ángulos de la vida, hasta la
secularización de la sociedad, que pone de lado los valores comunitarios y
fraternos que destaca Jesús, para proyectar los paradigmas promovidos por los
colectivos de intereses que solo buscan su confort coyuntural.
La Pandemia del Coronavirus ha aportado la radical
conciencia de vulnerabilidad e impotencia. Ante esta, la humanidad en general y
las comunidades cristianas en concreto, se ven tentadas a abandonar su fe y su
práctica ante las dificultades que afronta en cada etapa recrudecida. Lo más
fácil sería buscar atajos, encontrar salidas fáciles a los problemas y las
dificultades. Las tentaciones han existido siempre, Jesús también Jesús las ha
atravesado y nos ha mostrado el camino para salir de ellas sin perder la fe.
Cuando sentimos la vida amenazada o disminuida por las limitaciones de todo
tipo podemos recordar la enseñanza de Jesús: He venido para que tengan vida y
la tengan en abundancia, me has tejido en el vientre de mi madre, y sentir
confianza en la promesa de Dios que consiste en La Vida.
Jesús sana la vida
Lo primero para Jesús es la vida, no la religión.
Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Como ha subrayado Jon
Sobrino, pobres son aquellos para quienes la vida es una carga pesada, pues no
pueden vivir con un mínimo de dignidad. Esto es lo más contrario al plan
original del Creador.
La exégesis moderna no deja lugar a dudas. Lo primero
para Jesús es la vida. Basta con analizar la trayectoria de su actividad. Se le
ve siempre preocupado por suscitar y desarrollar, en medio de aquella sociedad,
una vida más sana y más digna. Pensemos en su actuación en el mundo de los
enfermos: Jesús se acerca a quienes viven su vida de manera disminuida,
amenazada o insegura, para despertar en ellos una vida más plena. Pensemos en
su acercamiento a los pecadores: Jesús les ofrece el perdón que les haga vivir
una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio. Pensemos
también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia: Jesús
los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Por eso Jesús se preocupa tanto de la vida concreta de
los campesinos de Galilea. Lo primero que necesitan aquellas gentes es vivir, y
vivir con dignidad. No es la meta final, pero es ahora mismo lo más urgente.
Jesús les invita a confiar en la salvación última del Padre, pero lo hace
salvando a la gente de la enfermedad y aliviando dolencias y sufrimientos. Les
anuncia la felicidad definitiva en el seno de Dios, pero lo hace introduciendo
dignidad, paz y dicha en este mundo.
Lo único que Dios quiere es esto: una vida más humana
para todos y desde ahora, una vida que alcance su plenitud en la vida eterna.
Por eso nunca hay que dar a ningún César lo que es de Dios: la vida y la
dignidad de sus hijos.
¿Cómo estamos llamados a valorar la vida hoy?
A nosotros nos toca actuar hoy como verdaderos
seguidores de Jesús en nuestras comunidades. Que quienes nos vean y traten en
nuestras comunidades, experimenten alivio y recobren fuerza y esperanza. Como
Jesús, luchemos para erradicar el sufrimiento, la enfermedad, el hambre, la
tristeza, la desesperación y la muerte. La promesa de Resurrección y Vida
Eterna está contenida en estos signos de vida humana.
Somos nosotros quienes tenemos que alentar y encarnar
la creatividad de Jesús. Esta creatividad tiene que servirnos para animar la
vida en todas sus etapas y manifestaciones. Nuestra pastoral debe buscar la
manera de acompañar a las personas en sus aspiraciones de bienestar integral.
Niños, adolescentes, jóvenes que cuenten con asociaciones, equipos, y
comisiones que se ocupen de llevar aliento y calor a los necesitados y
vulnerables en general.
¿Quién está hoy aliviando la vida de los ancianos de
nuestras comunidades, quienes se ocupan de los adultos, de los jóvenes,
adolescentes, niños y bebes? Las primeras tradiciones cristianas describen a
Jesús como alguien que pone en marcha un profundo proceso de sanación tanto
individual como social. Ésa fue su intención de fondo: curar, aliviar,
restaurar la vida. Los evangelistas ponen en boca de Jesús frases que lo dicen
todo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10,
10) Lo que busca es la salud integral de las personas: que todos los que se
sienten enfermos, abatidos, rotos o humillados, puedan experimentar la salud
como signo de un Dios amigo que quiere para el ser humano vida y salvación. La
sensibilidad de Jesús frente a los enfermos muestra sus deseos de que las
personas estén bien, de que disfruten y se alegren de vivir en paz. De Jesús
brota una gran fuerza curadora que comunica vida y ganas de vivir sin límites.
Todo esto nos lo dejó Jesús como misión a todos nosotros.
Siguiendo a Jesús, ir transformando la vida
Nosotros y nuestras comunidades no somos
especialistas, somos discípulos de Jesús. Hemos de comunicar su mensaje, no
nuestras tradiciones. Hemos de enseñar dando vida, no adoctrinando las mentes.
Hemos de anunciar su Espíritu… No hemos de pensar sólo en las curaciones. Toda
la actuación de Jesús encamina a las personas hacia una vida más sana: su
rebeldía frente a tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa
(legalismo, hipocresía, rigorismo vacío de amor...); su lucha por crear una
convivencia más humana y solidaria; su ofrecimiento de perdón a gentes hundidas
en la culpabilidad y la ruptura interior; su ternura hacia los maltratados por
la vida o por la sociedad; sus esfuerzos por liberar a todos del miedo y la
inseguridad para vivir desde la confianza absoluta en Dios, nos hablan de su
consagración a dar vida… ADH 856 digital.
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