La
Iglesia Hoy | Andrea Tornielli/VN
Grech:
el Sínodo se transforma para dar
espacio al pueblo de Dios
Entrevista con el Cardenal Secretario del Sínodo de los Obispos: “Todos
pueden hacer escuchar su voz, el proceso decisional de la Iglesia inicia
siempre de la escucha, porque solo así podemos comprender cómo y dónde el
Espíritu quiere conducir a la Iglesia”.
EI Sínodo se transforma para dar espacio al pueblo
de Dios y que todos puedan hacer escuchar su voz. Este es el significado de las
novedades introducidas en el proceso sinodal. El cardenal Mario Grech lo
ilustra en esta entrevista con los medios de comunicación del Vaticano.
¿Por qué se ha postergado el Sínodo?
La asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos se celebrará en
octubre 2023. Por una parte, vino la situación dramática de la pandemia, que
aconsejaba paciencia para un evento eclesial que requiere la presencia de los
obispos en Roma, en su fase celebrativa. Por otra, era necesaria la exigencia
de aplicar con mayor tiempo la normativa prevista en la constitución
apostólica Episcopalis communio. El Papa Francisco publicó
este importante documento el 15 de septiembre del 2018, transformando el
Sínodo: de evento en proceso.
Antes, el
Sínodo era a todos los efectos, un evento eclesial que se abría y cerraba en un
tiempo determinado – generalmente tres o cuatro semanas – y que involucraba a
los obispos miembros de la Asamblea. Esa forma de celebrarlo respondía a la
configuración dada al Sínodo por el papa Pablo VI en 1965. Con el Motu
proprio Apostolica sollicitudo, del 15 de septiembre de 1965, el Papa
instituyó un organismo de los obispos “sometido directa e inmediatamente a la
autoridad del Romano Pontífice”, que participase – como dice el título
del Motu proprio – a la función petrina de “preocuparse por
toda la Iglesia”. La finalidad del Sínodo era la de “favorecer una estrecha
unión y colaboración entre el Sumo Pontífice y los obispo de todo el mundo”; de
“procurar una información directa y exacta sobre los problema y las situaciones
que preocupan la vida interna de la Iglesia y la acción que esta debe conducir
en el mundo actual”; de “facilitar el acuerdo de las opiniones al menos en
referencia a los puntos esenciales de la doctrina y en el modo de actuar en la
vida de la Iglesia”.
¿Qué nos enseña en medio siglo la historia del
Sínodo?
La historia del Sínodo muestra el bien que estas asambleas han hecho a
la Iglesia, pero también cómo los tiempos han madurado para una participación
más amplia del Pueblo de Dios, en un proceso sinodal que interesa a toda la
Iglesia y a todos en la Iglesia. La primera señal fue pequeña pero
significativa: el cuestionario enviado a todos en ocasión de la primera
asamblea sinodal, en el 2014. En lugar de enviar a los obispos los Lineamenta preparados
por expertos, solicitando sus respuestas que servirían a la Secretaría del
Sínodo para elaborar el Instrumentum laboris, que se debatiría
durante la asamblea; el Papa pidió que se pusiera en acto una escucha más
amplia de todas las realidades eclesiales. Su discurso del 17 de octubre 2015,
en el 50º aniversario de la institución del Sínodo, abrió totalmente el
escenario sobre “la Iglesia constitutivamente sinodal”. Una de las frases más
citadas de Papa Francisco proviene de ese discurso: “Precisamente el camino de
la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”,
describiendo la Iglesia sinodal como la “la Iglesia de la escucha”, en la que
cada uno aprende del otro: pueblo de Dios, Colegio Episcopal, Obispo de Roma.
Aquí está, de hecho, diseñado el proceso sinodal, en el cual “el Sínodo de los
obispos es el punto de convergencia de este dinamismo de escucha conducido a
todos los niveles de la Iglesia”: en las Iglesias particulares, escuchando el
pueblo de Dios; en los niveles intermedios de la sinodalidad, sobre todo en las
Conferencias Episcopales, donde los obispos ejercitan su función de
discernimiento; a nivel de la Iglesia universal, en la asamblea del Sínodo de
los Obispos. Episcopalis communio no hace otra cosa que
reconocer estas ideas.
¿Cuáles son, en síntesis, todas las novedades
introducidas por este documento?
La primera novedad y la más grande es la transformación del Sínodo, de
evento a proceso. Como ya he indicado: antes el Sínodo se limitaba a la
celebración de la asamblea, ahora cada asamblea del Sínodo se desarrolla en fases
consecutivas, que la Constitución llama “fase preparatoria, fase celebrativa y
fase de implementación”. La primera fase tiene como finalidad la consulta del
Pueblo de Dios en las Iglesia particulares. En el discurso del 50º aniversario
el Papa insiste mucho en la escucha del sensus fidei del
Pueblo de Dios. Se puede decir que este tema es uno de los más fuertes del
actual pontificado: muchos interpretes subrayan justamente el tema de la
Iglesia como Pueblo de Dios; pero aquello que más caracteriza a este pueblo
para el Papa, es el sensus fidei, que lo hace infalible in
credendo. Se trata de un dato tradicional de la doctrina, que atraviesa
toda la vida de la Iglesia: “la totalidad de los fieles no puede equivocarse al
creer”, en virtud de la luz que proviene del Espíritu Santo donado en el
bautismo. El Concilio Vaticano II dice que el Pueblo de Dios participa en la
función profética de Cristo. Por esto, es necesario escucharlo, y para
escucharlo es necesario ir allí donde vive, en las Iglesias particulares.
El principio que regula esta consulta del Pueblo de Dios, es el antiguo
principio que “aquello que interesa a todos debe ser debatido entre todos”. No
se trata de democracia, ni de populismo o algo parecido; se trata de que la
Iglesia es el Pueblo de Dios, y este pueblo, por el bautismo, es sujeto activo
de la vida de la misión de la Iglesia.
¿Por qué es importante esta primera fase
preparatoria?
El hecho de que esta fase sea llamada preparatoria podría confundir a
alguno que piense que no forma parte del proceso sinodal. En realidad, sin esta
primera consulta no habría proceso sinodal, porque el discernimiento de los
pastores, que constituye la segunda fase, se realiza sobre aquello que ha
surgido de la escucha del Pueblo de Dios. Se trata de dos actos estrictamente
conectados, diría complementarios: las cuestiones que los pastores están
llamados a discernir, son aquellas que emergieron de la consulta, no otras.
El Instrumentum laboris se elabora sobre la base de estos dos
actos, que pertenecen a dos sujetos: al Pueblo de Dios y a sus pastores.
El discernimiento de los pastores tiene su culmen en la asamblea
sinodal, que recoge el discernimiento de todas las Conferencias Episcopales,
nacionales y continentales, y del Consejo de patriarcas de las Iglesias Orientales:
un acto coral que implica todo el episcopado católico en el proceso sinodal.
¿Cómo no esperar grandes frutos de un camino sinodal tan amplio y
participativo? ¿Y cómo no esperar que las indicaciones que emerjan del Sínodo,
a través de la tercera fase – la implementación – sean vectores de renovación y
de reforma de la Iglesia?
¿Cuál ha sido la razón para que el Papa y la
Secretaría del Sínodo abran este nuevo camino?
El proceso sinodal no se pensó en un escritorio, sino que surge del
mismo camino de la Iglesia en todo el periodo post-conciliar. Al inicio todo se
circunscribía a una asamblea de obispos. Pero Pablo VI aclaró que el Sínodo,
como todo organismo eclesial, es perfectible.
Era un inicio. Sin aquel inicio, probablemente no estaríamos hablando
hoy de sinodalidad y de Iglesia constitutivamente sinodal. El tema de la
sinodalidad fue debilitándose en la praxis eclesial y en la reflexión
eclesiológica del segundo milenio en la Iglesia católica.
Era una práctica típica de la Iglesia del primer milenio, continuada
después en la Iglesia ortodoxa. La novedad en la Iglesia católica es que la
sinodalidad ha vuelto a emerger después de un largo proceso de desarrollo
doctrinal, que aclara el primado petrino en el Vaticano I, la colegialidad
episcopal en el Vaticano II y hoy, a través de la recepción progresiva de la
eclesiología conciliar - sobre todo del capítulo II de Lumen Gentium,
sobre el Pueblo de Dios, la sinodalidad como modalidad de participación de
todos en el camino de la Iglesia.
Se trata de una gran prospectiva, que une la tradición de la Iglesia de
Oriente y de Occidente, entregando a la Iglesia sinodal aquel principio de
unidad que faltaba incluso a la Iglesia de los Padres, cuando hasta la función
de unidad estaba a cargo del emperador. Por lo tanto, de este camino sinodal,
también se pueden esperar con confianza grandes frutos en el ámbito ecuménico.
El Papa lo dicho en su discurso del 50º aniversario de la institución
del Sínodo: la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia ofrece
también un marco interpretativo para comprender el mismo ministerio jerárquico,
sobre todo el ministerio petrino, con el Papa que – son palabras de Papa
Francisco – “no está, por sí mismo, por encima de la Iglesia; sino dentro de
ella como bautizado entre los bautizados y dentro del Colegio episcopal como
obispo entre los obispos, llamado a la vez —como Sucesor del apóstol Pedro— a
guiar a la Iglesia de Roma, que preside en la caridad a todas las Iglesias”. El
proceso sinodal es el crisol de una visión de Iglesia verdaderamente elevada.
¿Qué frutos podemos esperar de esta nueva modalidad
de celebrar el Sínodo?
La próxima asamblea sinodal tocará el tema de la sinodalidad. En
realidad, los frutos que se pueden esperar están ya implícitamente indicados en
el título que el Papa ha elegido para esta asamblea: “Por una Iglesia sinodal:
comunión, participación y misión”. Por un largo tiempo se habló de la comunión
como elemento constitutivo de la Iglesia. Hoy parece claro que tal comunión, o
es sinodal o no es comunión. Parece un eslogan, pero su significado es claro:
la sinodalidad es la forma de la comunión de la Iglesia–Pueblo de Dios. En el
caminar juntos el Pueblo de Dios y sus pastores, en el proceso sinodal en el
que todos participan, cada uno según su propia función – Pueblo de Dios,
Colegio Episcopal, Obispo de Roma – se determina una reciprocidad de los sujetos
y de las funciones que hacen que la Iglesia avance en su camino bajo la guía
del Espíritu. No debemos ocultar que tal vez en el pasado se ha insistido mucho
en la communio hierarchica: la idea que la unidad de la Iglesia se
realizase únicamente fortaleciendo la autoridad de los pastores. En cierta
forma, esa etapa ha sido necesaria, cuando, después del Concilio, aparecieron
varias formas de disenso. Pero aquella no puede ser la modalidad ordinaria de
vivir la comunión eclesial, que necesita circularidad, reciprocidad, camino
juntos, en el respeto de las distintas funciones del pueblo de Dios. Así pues,
la comunión no puede ser otra que la participación de todos en la vida de la
Iglesia, cada uno según su condición y función específica. El proceso sinodal muestra
muy bien todo esto.
El Papa Francisco ha subrayado muchas veces la
importancia del Pueblo de Dios y la necesidad de dar más espacio a la mujer en
la Iglesia, y también ha denunciado el riesgo del clericalismo. ¿Cómo el
documento sobre el proceso sinodal responde a esta solicitación? ¿Están
trabajando para introducir otras novedades que permitan una participación más
llena del pueblo de Dios en todas sus componentes?
En el proceso sinodal está implicado todo el Pueblo de Dios. Durante la
consulta – que es el acto fundamental del sínodo – es evidente la importancia
asignada al Pueblo de Dios. Vuelvo a repetir: la consulta es ya parte del
proceso sinodal, constituye el primer e imprescindible acto. El discernimiento
depende de esta consultación. Quien diga que no es relevante, o que se trata
solo de un acto preparatorio, probablemente no comprende bien la importancia
del sensus fidei del Pueblo de Dios. Como ya he dicho, en la
Iglesia antigua esta era la única instancia de infalibilidad reconocida en la
Iglesia: “la totalidad de los fieles no puede equivocarse al creer”. Aquí todos
tienen su lugar y la posibilidad de expresarse. La Secretaría General tiene la
voluntad de que todos hagan escuchar su voz; que la escucha sea la verdadera
“conversión pastoral” en la Iglesia. Dios quiera que uno de los frutos del
Sínodo sea que todos comprendamos que un proceso decisional en la Iglesia,
inicia siempre de la escucha, porque solo así podemos comprender cómo y dónde
el Espíritu quiere conducir a la Iglesia.
¿Cuál será el rol de los obispos?
No olvidemos que el momento de discernimiento viene confiado sobre todo
a los obispos reunidos en asamblea. Alguno dirá que esto es clericalismo, o que
es la voluntad de mantener a la Iglesia en una posición de poder. Sin embargo,
no olvidemos estas dos cosas.
La primera, repetida por el Papa continuamente: que una asamblea sinodal
no es un parlamento. Al imaginarlo como un sistema de representación o de
cuotas se corre el riesgo de resucitar una especie de conciliarismo, ya desterrado
mucho tiempo atrás.
La segunda: el Concilio afirma que los obispos son “principio y
fundamento de unidad en sus Iglesias particulares”. Entonces, compete a los
obispos una función de discernimiento, que les pertenece en razón del
ministerio que desarrollan a favor de la Iglesia. Me parece que la fuerza del
proceso está en la reciprocidad entre consulta y discernimiento. Allí está el
principio fecundo que puede llevar a futuros desarrollos de la sinodalidad, de
la Iglesia sinodal y del Sínodo de los obispos. Pero esto no podemos
saberlo ahora: cuanto más se camina, más se aprende en el camino.
Estoy convencido que la experiencia del próximo Sínodo nos dirá
muchísimo sobre la sinodalidad y sobre cómo ponerla en práctica.
Publicado
por Vatican News:
https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2021-05/sinodo-obispos-entrevista-cardenal-grech.html
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