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    viernes, 14 de mayo de 2021

    Sor Patricia, entrega a Dios y la Iglesia

     

    Vida Consagrada | José Danilo Piña Valenzuela

     


    Sor Patricia,
    Una vida de fiel entrega a Dios y a la Iglesia

     

    En los albores de los lejanos años 50, una tarde de bautizos en la catedral Santiago Apóstol el Mayor de la ciudad corazón del Cibao, Ana Estela Reyes acudió a reemplazar a su madre como madrina cuando, entre el murmullo de la feligresía, previo a la ceremonia creyó percibir un susurro del Señor que agitó tempranamente su ser.


    La oleada de renovación que trajo el Concilio Vaticano II, le permitió a Sor Patricia desempeñar un rol primordial en la misión de impulsar la educación en la fe


    Cumplidos los 17 años estaba en plena primavera de su juventud, etapa en la que surgen angustiosos reclamos para definir las opciones de vida. Sin embargo, el barrunto de ese llamado, como sugiere el poeta, a ella le detuvo serenamente “a distinguir las voces de los ecos” y escuchar “solamente, entre las voces, una”. Amén de su dedicación a los estudios, era catequista desde los diez años y asociada al movimiento apostólico Hijas de María.


       




    En un retiro de discernimiento juvenil convocado por el Presbítero Daniel Cruz Inoa en la capilla Santa Ana, el eco latente de aquel murmullo interior, en un momento de esclarecimiento se transfiguró en promesa, la vislumbre de su vocación se transformó en certeza y el don de la Gracia Divina le hizo declarar “de aquí en adelante, todo para Cristo”.

     

    El desafío era donde cincelar esa vocación. Su primer intento resultó ser una gran decepción. Sus pasos la condujeron a una casa de religiosas, pero al verla, la Madre General le dijo que tenía impedimento por su color de piel. Eran los tiempos de la iglesia preconciliar.

     

    Enterada sobre unas monjas canadienses llegadas a tierra dominicana con el lema: “Dios proveerá”, que misionaban a lomo de caballos, un segundo intento la condujo a la Junta de los Dos Caminos, ante la presencia de la Superiora, la Madre Asunción. Una vez hecha la solicitud, en agosto del 1957 ingresó formalmente a la Congregación Hermanas Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Pero tres meses después, un domingo de noviembre le aquejó una grave apendicitis. No había dinero suficiente para cubrir el costo de la operación ni condiciones para la convalecencia.

     

    No quedó más remedio que su salida de la Congregación, retornando al hogar familiar a ser otra vez Ana Estela Reyes, nombre que le dio su familia cuando nació en Santiago, el 12 de enero de 1936, bajo la égida amorosa de sus padres Ramón Emilio Reyes y Ana Julia Suriel. Es la tercera de seis hermanos: Cecilia, José Leonardo, Andrés Mariano, Pedro y Ramón Hipólito. Solo sobreviven ella y los dos últimos. 

     

    Meses después, por gestiones del padre Romano Vaillancourt (MSC) confesor del noviciado, ante la Madre General en Canadá, retorna al convento con pasos firmes para no abandonarlo jamás. Sus votos temporales fueron el 15 de agosto de 1960; celebró la profesión de sus votos perpetuos el 15 de agosto de 1965 como Sor Patricia, nuevo nombre de religión. 

     

    La ciudad de Nagua fue su primera misión como religiosa profesa, y luego Sabana de la Mar. Cruzaba cada semana la bahía para impartir catequesis durante tres días en casa de la legendaria señorita Elupina Cordero. Un viaje a Colombia de actualización catequística en el CELAM, tras la oleada de renovación que trajo el Concilio Vaticano II, le permitió desempeñar un rol primordial en la misión de impulsar la educación en la fe.


    A su regreso colabora en la conformación del Instituto Catequístico San Carlos Borromeo, con el Padre Andrés Savard, abriendo nuevos cauces en la tarea de formación de catequistas. Posteriormente, otro viaje de estudios a México para la fundamentación y aplicación del Plan de Pastoral, le ha hecho merecedora de un bien cimentado bagaje.

     

    Su trajinar le ha llevado y traído, con idéntico ejemplo de fidelidad a esa vocación de enseñar, a La Romana, Santo Domingo, San Isidro, San Juan de la Maguana, El Cercado, Puerto Rico, San José de Las Matas, Mao-Montecristi, Monción, La Vega, entre otros, dejando por doquier fecundas huellas de servicio a Dios y a la iglesia, ejerciendo su ministerio con gozo, humildad, sabiduría y profunda fe.


    Cuenta 86 años de edad, 63 años de vida consagrada y, luego de 46 años de salir de allí, regresó hace poco a San Juan de la Maguana donde comparte comunidad con Sor Rosa Adames (Superiora) y Sor Cándida Gervasio.


    Además de instruir en actualización catequética a los aspirantes del Seminario Menor Buen Pastor, Sor Patricia está empeñada en la conformación de varios equipos de entronización de la Biblia, que previa formación, visitan sectores haciendo confesión de su fe, a la vez que acompañan a honrar la Biblia en un lugar destacado de los hogares de la parroquia Santísimo Redentor de los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC).       

     

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