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    miércoles, 23 de junio de 2021

    La oración de bendición


    Espiritualidad Litúrgica | Roberto Núñez, msc




    La oración de bendición

     

    «La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen…» (CEC 2626).

     

    Continuemos reflexionando en torno a la oración en perspectiva litúrgica. La Iglesia, desde sus inicios, posee plena conciencia de la importancia de la oración. Vive esta experiencia desde el primer gran momento, el día de Pentecostés. El libro de los Hechos nos cuenta que los discípulos se reunían y permanecían unidos en la oración con un mismo espíritu (cfr Hch 1,14). Nos dice también que los creyentes “se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42).

     

    La Iglesia naciente cuenta con una ayuda relevante, que es la presencia del Espíritu Santo prometido por Cristo. Es quien ayuda a recordar a Cristo ante su Iglesia orante y la conduce hacia la verdad plena. Además de  suscitar en ella nuevas expresiones orantes. Esas expresiones la Iglesia las vive desde diferentes perspectivas: bendición, petición, intercesión, acción de gracias, alabanza. Nos iremos fijando en estas expresiones.

     

    Empecemos por la bendición. Bendecir viene de “bene-dicere”, decir bien, desear algo bueno a alguien, alabarle, dirigirle una buena palabra. Quien toma esta iniciativa primeramente es Dios, cuya bendición es siempre eficaz. El Sl 66 pide “que el Señor tenga piedad y nos bendiga… Que Dios nos bendiga, y que lo respeten hasta en los confines del mundo”.

     

    Es bueno recordar que la liturgia nos propone iniciar el año civil con actitudes de bendición. Es el día de Santa María Madre de Dios, pero también la jornada mundial de la paz. Se nos invita a iniciar el año bendiciendo y queriendo que Dios nos bendiga y acompañe a lo largo de los meses siguientes.

     

    La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquél que es  la fuente de toda bendición.

     

    Acudamos de nuevo al Catecismo, el cual nos dice: «La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquél que es  la fuente de toda bendición».[1]

     

    El movimiento de doble bendición que se genera, fruto de la acción de Dios y la respuesta humana, lo expresa el Catecismo en estos términos: «Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien sube llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende del Padre (es él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24)».[2]

     

    Esto nos recuerda que Cristo es «la bendición personificada de Dios, el portador de toda bendición, y el que motiva y hace eficaz nuestra bendición a Dios. En él se juntan la bendición descendente y la ascendente: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo (bendición ascendente), que por medio de Cristo nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en el cielo (bendición descendente)”».[3] ADH 815



    [1] CEC 2626.

    [2] Ibid. 2627.

    [3] aldazábal, José., Vocabulario básico de liturgia. Ed. CPL, Barcelona 2002. Pg. 58.


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