Espiritualidad Litúrgica | Roberto Núñez, msc
Los Libros litúrgicos
«Cuídese de modo particular los libros litúrgicos, especialmente el
Evangeliario y el Leccionario, destinados a la proclamación de la Palabra de
Dios…» (OGMR 349).
Terminado
el itinerario de la Pascua y retomando nuestra vivencia cotidiana, que
litúrgicamente llamamos Tiempo Ordinario, llegamos al mes de junio. A partir de
ahora les propongo acercarnos a los libros litúrgicos. Esto porque, a mi
humilde parecer, son poco conocidos y muy poco valorados en nuestras
comunidades.
Se
llaman libros litúrgicos a los que contienen los textos y las indicaciones para
la celebración litúrgica, oficialmente editados en la Iglesia. J. M. Canals los
describe de una manera exquisita al presentarlos como:
«Los
libros litúrgicos son los instrumentos celebrativos que hacen posible el recto
desarrollo de una celebración litúrgica. Contienen los elementos necesarios del
culto cristiano, a saber: ritos y fórmulas, cantos y ceremonias, gestos y
movimientos. Son vehículos de la tradición y expresan la fe y la oración de la
Iglesia convertidas en regla de la misma fe y de la misma oración, según la
frase: “Lex oradi, lex credendi”.
Ellos nos aportan datos de historia y nos ofrecen la teología de la Iglesia. No son obra de un autor particular, sino de la Iglesia. Se han ido formando en el tiempo y cada época ha dejado la impronta de su cultura, su ambiente geográfico y su expresión de fe. Los libros litúrgicos encierran una inmensa riqueza doctrinal y literaria, espiritual y pastoral».[1]
Frente
a esto, es justo reconocer que, en la mayoría de los casos, desconocemos la
importancia de estos libros y, por consiguiente, los valoramos muy poco.
Entiendo que la primera razón es el desconocimiento de los mismos libros y,
segundo, las facilidades que tenemos hoy día para disponer de elementos que los
sustituyen, especialmente a los Leccionarios.
Se
puede notar, sin mucho esfuerzo, que muchos lectores prefieren proclamar la
Palabra desde los diferentes folletos y subsidios que se nos facilitan hoy día,
o en el peor de los casos, desde fotocopias o el teléfono. Claro que el tener
esas herramientas de antemano facilita mucho el haberla practicado bien y a
muchos les da más seguridad.
Entiendo
que un gran desafío para la mayoría de nuestras comunidades es lograr acercarse
y conocer los libros litúrgicos. El mismo Canals recomienda que para conocerlos
a fondo, es necesario el estudio histórico de su origen y evolución, de su
estructura ritual y de la articulación interna de sus partes, y de su contenido
bíblico, teológico y pastoral de los textos.
Y
considera también, que hay que estudiarlos bajo la perspectiva descriptiva, eso
nos puede permitir llegar a un conocimiento directo y material. Consiste en
conocer sus cuatro elementos principales: a) la parte introductoria, b) la
parte ritual o celebrativa, c) el leccionario y d) los apéndices. En las
siguientes entregas intentaremos acercarnos brevemente a esa estructura.
Finalmente,
acentúo que aunque la tendencia es a considerar los libros sólo como
instrumentos destinados a realizar una función en las celebraciones litúrgicas,
no olvidemos que son instrumentos claves para la formación, tanto dentro como
fuera de la acción litúrgica. El mismo Canals dice:
«Los libros indican la estructura y el contenido de la celebración y, sobre todo, hacen emerger el misterio que se actualiza en el hoy y aquí. El libro es un instrumento destinado a ser mediación entre el misterio y la asamblea. Vistos en esa perspectiva, los libros asumen una gran importancia en la celebración y también en el antes y después, como preparación y prolongación de la misma».[2] ADH 857.
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