Actualidad Mundial | Ciudad del Vaticano
Mensaje del Santo Padre a los participantes en la 42ª sesión de la Conferencia de la FAO
Seguridad alimentaria y desnutrición
El momento actual, todavía marcado por la crisis
sanitaria, económica y social provocada por el Covid-19, pone en evidencia que
la labor que realiza la FAO en la búsqueda de respuestas adecuadas al problema
de la inseguridad alimentaria y la desnutrición, que siguen siendo grandes
desafíos de nuestro tiempo, adquiera un relieve particular. A pesar de los
logros obtenidos en las décadas anteriores, muchos de nuestros hermanos y
hermanas aún no tienen acceso a la alimentación necesaria, ni en cantidad ni en
calidad.
El año pasado, el número de personas que estaban
expuestas al riesgo de inseguridad alimentaria aguda, y que tenían necesidad de
apoyo inmediato para subsistir, alcanzó la cifra más alta del último
quinquenio. Esta situación podría agravarse en el futuro. Los conflictos, los
fenómenos meteorológicos extremos, las crisis económicas, junto con la crisis
sanitaria actual, constituyen una fuente de carestía y hambruna para millones
de personas. Por eso, para afrontar esas crecientes vulnerabilidades es
fundamental la adopción de políticas capaces de abordar las causas
estructurales que las provocan.
Para ofrecer una solución a estas necesidades es
importante, sobre todo, garantizar que los sistemas alimentarios sean
resilientes, inclusivos, sostenibles y capaces de proporcionar dietas
saludables y asequibles para todos. En esta perspectiva, es beneficioso el
desarrollo de una economía circular, que garantice recursos para todos, también
para las generaciones venideras, y que promueva el uso de energías renovables.
El factor fundamental para recuperarse de la crisis que nos fustiga es una
economía a medida del hombre, no sujeta solamente a las ganancias, sino anclada
en el bien común, amiga de la ética y respetuosa del medio ambiente.
La reconstrucción de las economías pospandémicas
nos ofrece la oportunidad de revertir el rumbo seguido hasta ahora e invertir
en un sistema alimentario global capaz de resistir a las crisis futuras. De
esto hace parte la promoción de una agricultura sostenible y diversificada, que
tenga presente el valioso papel de la agricultura familiar y la de las
comunidades rurales. De hecho, es paradójico comprobar que la falta o escasez
de alimentos la padecen precisamente quienes los producen. Tres cuartas partes
de los pobres del mundo viven en las zonas rurales y para ganarse la vida
dependen principalmente de la agricultura. Sin embargo, debido a la falta de
acceso a los mercados, a la posesión de la tierra, a los recursos financieros,
a las infraestructuras y a las tecnologías, estos hermanos y hermanas nuestros
son los más expuestos a sufrir la inseguridad alimentaria.
Aprecio y aliento los esfuerzos de la comunidad
internacional encaminados a que cada país pueda implementar los mecanismos
necesarios para conseguir su autonomía alimentaria, sea a través de nuevos
modelos de desarrollo y consumo, como de formas de organización comunitaria que
preserven los ecosistemas locales y la biodiversidad (cf. Enc. Laudato si’,
129.180). De gran provecho podría ser recurrir al potencial de la innovación
para apoyar a los pequeños productores y ayudarlos a mejorar sus capacidades y
su resiliencia. En este sentido, el trabajo que ustedes realizan tiene
particular importancia en la actual época de crisis.
En la presente coyuntura, para poder lanzar el
reinicio, el paso fundamental es la promoción de una cultura del cuidado,
dispuesta a afrontar la tendencia individualista y agresiva del descarte, muy
presente en nuestras sociedades. Mientras unos pocos siembran tensiones,
enfrentamientos y falsedades, nosotros, en cambio, estamos invitados a
construir con paciencia y decisión una cultura de la paz, que se encamine hacia
iniciativas que abracen todos los aspectos de la vida humana y nos ayuden a
rechazar el virus de la indiferencia.
Queridos amigos, el simple trazado de programas no
basta a impulsar la acción de la comunidad internacional; se necesitan gestos
tangibles que tengan como punto de referencia la común pertenencia a la familia
humana y el fomento de la fraternidad. Gestos que faciliten la creación de una
sociedad promotora de educación, diálogo y equidad.
La responsabilidad individual suscita la
responsabilidad colectiva, que aliente a la familia de las naciones a asumir
compromisos concretos y efectivos. Es pertinente que «no pensemos solo en
nuestros intereses, en intereses particulares. Aprovechemos esta prueba como
una oportunidad para preparar el mañana de todos, sin descartar a ninguno: de
todos. Porque sin una visión de conjunto nadie tendrá futuro» (Homilía en la
Santa Misa de la Divina Misericordia, 19 de abril de 2020).
Con un cordial saludo tanto a Usted, señor
Presidente de la Conferencia, como al Director General de la FAO, a los
Representantes de las distintas Naciones y Organizaciones Internacionales, y
también a los demás participantes, deseo expresarles mi gratitud por sus
esfuerzos. La Santa Sede y la Iglesia Católica, con sus estructuras e
instituciones, apoyan los trabajos de esta Conferencia y los acompañan a
ustedes en su dedicación en favor de un mundo más justo, al servicio de
nuestros hermanos y hermanas indefensos y necesitados.
Mensaje que el Santo Padre Francisco ha enviado al
ministro del Clima y del Medio Ambiente de la República de Polonia, el Excmo.
Sr. Michał Kurtyka, y a los participantes en la 42ª Sesión de la Conferencia de
la FAO, que se celebra en Roma del 14 al 18 de junio de 2021.
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