Nuestra Fe | José Calderero de Aldecoa/A&O
Maria Cristina retrasó su tratamiento contra el cáncer por su hijo. Ahora es venerable
En una emotiva carta, escrita un mes antes de
morir, Maria Cristina le dice a su hijo: «El Señor ha querido que tú nacieras a
pesar de todos los problemas»
Maria Cristina Cella, la última laica declarada
venerable este lunes por el Papa, iba para salesiana. Nació el 18 de
agosto de 1969 en la provincia de Milán y durante la educación secundaria
comenzó su camino de discernimiento vocacional en la comunidad de las hijas de
María Auxiliadora de Don Bosco. Como antecedentes, una familia cristiana y su
pasado como catequista y animadora de comunidades eclesiales.
Pero durante unas vacaciones en la casa familiar,
situada en Veneto, conoció a Carlo Mocellin y entonces sintió la llamada al
matrimonio. Poco después le diagnosticaron un sarcoma en la pierna izquierda
que, sin embargo, no le impidió terminar el instituto y casarse en 1991 después
de haberse curado.
La casa familiar se instaló en la provincia de
Vicenza. Allí nacieron primero Francesco y luego Lucia. Más tarde, Maria
Cristina se volvió a quedar embarazada. En esta ocasión era Ricardo el que
venía en camino, pero entonces reapareció el tumor y ella decidió dar prioridad
a la vida de su hijo. Esta decisión le terminó costando la vida.
La joven se sometió a una operación para intentar
extirpar el tumor. Los médicos, sin embargo, no lograron erradicar
completamente la enfermedad. Debía someterse a quimioterapia, cosa que se negó
a hacer hasta que no naciera Ricardo, para no dañar la vida de su hijo.
El niño nació completamente sano en julio de 1994.
Tras el alumbramiento, Cella comenzó, ahora sí, una batalla abierta contra el
sarcoma, pero los tratamientos no tuvieron el resultado de hacía un lustro. La
metástasis le invadió los pulmones. Ella respondió con un total abandono en
Dios: «Creo que Dios no permitiría el dolor si no quisiera obtener un bien
secreto y misterioso, pero real. Creo que no podría lograr nada más grande
que decirle al Señor: «Hágase tu voluntad». Algún día entenderé el
significado de mi sufrimiento y agradeceré a Dios por ello; creo que sin mi
dolor soportado con serenidad y dignidad, algo faltaría en la armonía del
universo».
Carta a su hijo
Maria Cristina murió
a los 26 años, el 22 de octubre de 1995. Un mes antes escribió una carta a su
hijo Ricardo para que la leyera cuando tuviera uso de razón. Dice así:
«Querido Ricardo, tienes que saber que no estás
aquí por casualidad. El Señor ha querido que tú nacieras a pesar de todos los
problemas que había. Cuando supimos que existías, te amamos y quisimos con
todas nuestras fuerzas.
Recuerdo el día que el doctor me diagnosticó de
nuevo de un tumor en la ingle. Mi reacción fue repetir una vez tras otra:
“¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada! ¡Pero doctor, yo estoy
embarazada!”.
Para hacer frente al miedo de ese momento, nos fue
infundida una fuerza de voluntad desmedida para tenerte. Me opuse con todas mis
fuerzas a renunciar a ti; el médico lo entendió todo y no añadió nada más.
Ahora, Ricardo, eres un regalo para nosotros. Esa
tarde, en el automóvil volviendo del hospital, cuando te moviste por primera
vez, parecía que me estabas diciendo: “¡Gracias mamá por quererme!”. ¿Y cómo
podríamos no quererte? Tú eres precioso y cuando te miro y te veo tan hermoso,
despierto, simpático… pienso que no hay sufrimiento en el mundo que no valga la
pena por un hijo».
Publicado por Alfa & Omega:
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