Reflexión | Rosa Ruiz/VN
Gritando al durmiente
Me escribe una buena amiga y me dice: “Está
claro que mi Jesús se durmió como un ceporro en la barca y no acaba de
despertar a pesar de los gritos que le doy. En fin, seguiré insistiendo”.
Está ahÃ
Creo que puedo decir que es una buena amiga, de
esas que hace años que no nos vemos y que, aun asÃ, mantenemos el contacto. Es
una buena amiga, de esas que cuando trabajábamos juntas tenÃa una palabra de
ánimo sin ser aduladora y una palabra de crÃtica sin dañar a quien la recibe.
No compartimos gran intimidad, ni muchos detalles personales y, sin
embargo, sé que está ahà (lejos) y yo aquà (lejos) y a la vez nos cuidamos
de algún misterioso modo. Sencillo, sin grandes aspavientos.
Tampoco es una mujer “de misa diaria”, ni con
especial vinculación eclesial. Es una creyente “normal”, del montón, de las que
aparentemente “no hacen” parroquia, pero viven la vinculación con Jesús de
un modo personal y firme.
Permanecer
No voy a comentar en profundidad el pasaje de la
tempestad calmada (Mc 4; Lc 8; Mt 8). Voy a hacer memoria de la fe de esta
mujer y de su capacidad para no dejar de gritar. Sin duda, tendrá gente cerca
que la reprenda diciendo: “no grites, no molestes al Maestro”. Antes que a ella
se lo dijeron al ciego Bartimeo (cf Mc 10,48), a la hemorroisa (Mc 5, 33), a
Jairo (Mc 5, 35), a MarÃa de Betania (Jn 12,5) o a los niños que se acercaban a
Jesús (Mc 10,13). Con sus gritos silenciosos, haciendo frente a la situación
que la vida le ha traÃdo (y que ella ha acogido), se une al grupo de
tantos hombres y mujeres que expresan su fe asÃ, insistiendo, no alejándose,
creyendo en Él, permaneciendo… aunque aparentemente no haya respuesta.
Hay una fe que razona, que piensa, que se adhiere
a una verdad, y es buena y necesaria. Claro que sÃ. Pero hay otra fe que hace
saltar en pedazos la lógica, lo razonable, lo que se ve, lo que cabe esperar. Y
es esta la que, en último término, nos permite seguir siendo quiénes
somos. Nos permite obedecer en el sentido más bello de la palabra: hacer
de su voluntad la nuestra. Repito: aun cuando aparentemente nadie
responde.
Sin tirar la toalla
Es la fe de los que seguimos queriendo y creyendo
a Jesús, el Maestro. Nuestro amigo. El Durmiente, como lo llama Dolores
Aleixandre en “Jesús. 33 nombres nuevos”. No sólo es que estuviera cansado
-con razón-, sino que, también Él se creÃa eso que rezamos en el salmo
127: “Dios lo da a sus amigos mientras duermen”.
Por si fuera poco, me quedo con una de las
acepciones de “durmiente” que da la RAE y que también me ha descubierto este
mismo libro: “Madero colocado horizontalmente y sobre el cual se apoyan otros,
horizontales o verticales”.
A Carmen, esta amiga, me gustarÃa decirle, como
viniendo de Jesús, el Durmientes: “tranquila, mujer, tu fe te ha
salvado”. Pero no hace falta. Él mismo se lo dirá a su tiempo y a su
manera. Y mientras tanto, ella seguirá insistiendo y su fe me ayudará a mÃ
también a insistir y no tirar la toalla por la borda. En todo caso, dejarla
apoyada en el Durmiente-madero de mi vida. Algo que consuela y ayuda, pero no
nos ahorra tener que seguir gritando.
Publicado por Vida Nueva
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...