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    miércoles, 13 de octubre de 2021

    Catherine L´Ecuyer: «Todos los desastres educativos acaban, tarde o temprano, en un desastre social»


    Educación | LFI

     


    Catherine L´Ecuyer: «Todos los desastres educativos acaban, tarde o temprano, en un desastre social»


    ¿Qué pasa hoy en las aulas? ¿Qué hay detrás de las propuestas educativas actuales? A estas preguntas y a otras muchas más que surgen cuando alguien se introduce en el complicado mundo de la educación son a las que responde Catherine L´Ecuyer en su nuevo libro Conversaciones con mi maestra. Dudas y certezas sobre la educación (Espasa).

     

    Muchos ciudadanos son conscientes de los grandes problemas que se están dando en la educación. La intromisión política o el fracaso escolar pueden ser en un primer vistazo los más visibles. Pero muchos padres se encuentran además a la hora de elegir un colegio para sus hijos con el dilema sobre qué tipo de colegio es el más adecuado y el método o la corriente educativa que cada uno utiliza.

     

    Son muchas dudas y numerosos espacios oscuros los que las familias se encuentran alrededor del ámbito educativo. Y a ellas intenta darles respuesta L´Ecuyer a través de un libro que para ser más accesible lo ha redactado con un estilo novelado.

     

    Catherine L´Ecuyer es doctora en Educación y Psicología. Esta canadiense, casada y madre de cuatro hijos y afincada desde hace tiempo en Barcelona, es una de las mayores divulgadoras de temas relacionados con la educación, con grandes best-sellers como Educar en el asombro o Educar en la realidad

     

    Para entender por qué la educación está como está es importante conocer qué la ha traído hasta aquí, y por qué los políticos se creen con la autoridad de cambiar a su antojo el sistema educativo. En su libro, y en esta entrevista con Religión en Libertad, la autora responde a estas dudas que pueden surgir en padres, pero también en los propios políticos, así como en cualquiera que esté interesado en el bienestar y el futuro de su país:

     

    -¿Por qué ha optado por un estilo novelado para presentar un asunto tan concreto e importante como la educación?

    -Los padres son los primeros educadores de sus hijos. Como tal, tienen el derecho prevalente de escoger, en el ámbito de la instrucción también, un tipo de educación que sea continuación de su proyecto familiar. Para ello, piden ayuda a un colegio que lo hace en su nombre. Ahora bien, los métodos educativos que se usan en los colegios nunca son neutros, se basan en unas corrientes educativas filosóficas concretas. Por ello, los padres han de ser capaces de reconocer las corrientes que fundamentan esos métodos. Conversaciones con mi maestra es una herramienta para ayudarles a realizar ese trabajo. Escogí el formato novela para que la lectura fuese amena, para divulgar algo complejo en un formato ligero.

     

    -¿Cuáles son esas corrientes?

    -La primera corriente es la mecanicista. De acuerdo con esa corriente, el niño es pasivo y la educación consiste en “inculcar” desde fuera porque “la letra con sangre entra”. El niño es un ente vacío que vamos llenando a base de estímulos externos. La segunda es la romántica-idealista, según la que el niño lleva en sí la semilla de su conocimiento y para la que el sentimiento es vara de medir. Para esa corriente, sentir y pensar es lo mismo. La tercera corriente es la realista-clásica, que considera que el fin de la educación es el niño mismo. La obra maestra de la educación no es externa, es ante todo interna. Somos lo que hacemos, decía Aristóteles. Conocer es crecer, transforma al que hace suyo lo aprendido.

     

    -Los padres buscan el bien para sus hijos, ¿pero realmente son conscientes de la importancia de la educación que éstos reciben, de todo lo que se juegan?

    -La creencia de que los métodos educativos que se usan para la instrucción son neutros está muy difundida. Es un error. La teoría de las inteligencias múltiples, la estimulación temprana, la educación basada en la neurociencia, la educación emocional, el método fónico o global para la lectoescritura, el trabajo cooperativo o por proyecto, la clase magistral, la utilización de las pantallas y de los algoritmos en las aulas… ninguno de esos métodos es neutro. En el libro, explico en qué consisten todos esos métodos y qué implican, explico a qué visión de la persona y de la educación responden.

     

    -En el libro habla de Rousseau y de la influencia que tiene actualmente en la educación. ¿En qué se ha traducido esta influencia y cuáles son sus consecuencias?

    -Destacaría tres cuestiones. En primer lugar, Emilio, lejos de ser un tratado de educación, consiste en un manual de implementación del sistema político descrito por Rousseau en El Contrato Social. Según esa visión, la educación está al servicio del proyecto político, no al revés; por lo tanto, el aula asume una función principalmente social y política. En esa corriente, se forma al ciudadano en la cultura de la militancia social; el desarrollo del carácter, de la personalidad, la educación en las virtudes o la transmisión del conocimiento pasan a un segundo plano o sencillamente no se contemplan. En segundo lugar, Rousseau no hace la diferencia entre sentir y pensar. Su doctrina se caracteriza por la exaltación de los sentimientos y de las experiencias sensoriales y por el desprecio por la abstracción, el asombro y la transmisión de los conocimientos.

     

    De hecho, Rousseau dice que odia los libros. En tercer lugar, Rousseau es el ideólogo del igualitarismo. Para él, aspirar a más, desear lo mejor, buscar la excelencia, es “la perdición del hombre” porque crea una desigualdad social que lleva a la envidia y a la frustración. Hace apología de la ignorancia para conseguir la igualdad nivelando por la base. La cultura de la persecución hacía los “privilegios” que existe hoy tiene su origen en Rousseau. Para entender el presente, es clave entender las corrientes filosóficas que condicionan nuestras formas de pensar y de plantear la educación.

     

    - En España vamos de una ley de Educación a otra, pero lo único claro es que el nivel de los alumnos es cada vez más bajo. ¿Por qué ese empeño en rebajar las exigencias?

    -Todas las organizaciones se gestionan en base a indicadores. Los países no son excepción, por eso existen las estadísticas del INE o los resultados de PISA, por ejemplo. Ahora bien, el problema empieza cuando el empeño de un Gobierno o de otro está en mejorar los indicadores sin atender la realidad. Si cambio las reglas de aprobados de un curso, conseguiré más aprobados, menos fracasos, y mejorarán las estadísticas y los rankings. Pero la situación educativa de los alumnos será la misma, o incluso puede llegar a empeorar si lanzo el mensaje de que aprobar ya no supone esfuerzo. Para gestionar bien la educación es preciso desarrollar políticas educativas que remontan a las causas; no tiene sentido solo atender a los síntomas, o cambiar las reglas del juego para maquillar la realidad.

     

    -Por otro lado, en los planes de estudios los políticos eliminan horas de materias clásicas para introducir adoctrinamiento… ¿Cómo interpreta todo esto?

    -Es preciso ponerse en los zapatos del legislador para comprender la mentalidad que le lleva a tomar ciertas decisiones. La reforma educativa actual se ubica en la corriente romántico-idealista. Para esa corriente, la función de la escuela es casi exclusivamente social. Por eso decimos que el aula debe ser “como el mundo”. Por lo tanto, el aula es un lugar en el que moldeamos al niño para ser el ciudadano que encaje con el proyecto político que planteamos a priori. En la otra punta del espectro, el enfoque mecanicista hace algo parecido, “inculcando” en el niño lo que es “útil” para el mercado. ¡Como si la escuela fuese una agencia de colocación laboral!

     

    La educación clásica, en cambio, tiene como fin el desarrollo de la personalidad del niño, la adquisición de las virtudes, la transmisión de la cultura... Ve a la escuela y a la universidad como claustros, templos del saber. El fin de la educación no es exclusivamente social, es personal. No es que el niño no deba preocuparse por las causas sociales, pero solo existe la disciplina social cuando hay disciplina personal interior y hay un reconocimiento personal e interior de las causas sociales para las que vale la pena luchar. Por ejemplo, ¿cuál es la forma de conseguir que un niño esté callado en un concierto de música clásica? ¿Educando en la disciplina grupal? ¿Inculcando el silencio? La educación clásica educa para que el niño sea capaz de tener disciplina interior y educa en la belleza de forma que el alumno sea capaz de apreciar la dimensión estética y de reconocer el mérito de una obra musical. Platón decía que educar es ayudar a desear lo bello. Estamos ante visiones muy distintas de lo que significa educar, es preciso conocerlas para poder reconocerlas.

     

    - ¿Es la falta de disciplina hacia el profesor uno de los grandes problemas de la educación? Además, la figura del profesor parece degradada e incluso muchos padres dan la razón ciega a sus hijos en caso de conflicto, algo impensable en nuestra infancia…

    -Sí, es cierto que hay padres que sobreprotegen a sus hijos defendiendo sus caprichos de forma que desautorizan a los maestros. Eso puede ser destructivo si lo que mueve a los padres es proteger a los niños de las frustraciones que forman parte de la vida. Pero hay que matizar ese punto. Hay padres que tienen muy claro su proyecto familiar y llaman las cosas por su nombre. La unidad entre las familias y los colegios no pasa por delante de la defensa de lo que uno considera verdadero y justo. La unidad no se defiende a cualquier precio: la verdad es un valor superior a la unidad. En mi casa, si el profesor dice una barbaridad, se llamará “barbaridad” a lo que ha dicho el profesor. No es lo mismo juzgar que discernir. Para educar, hay que discernir. En el ámbito educativo, la jerarquía no es fuente de conocimiento. Algo es verdadero porque lo es, no porque lo haya dicho alguien en situación de autoridad. De hecho, “es verdad porque lo digo yo” es uno de los principios que más daño ha hecho en la educación.

     

    -¿De verdad deben pertenecer los hijos al Estado y que su educación no sea una elección de los padres?

    -Disfrazar un debate sobre la educación en uno sobre el derecho a vender o no los propios hijos como esclavos, es una trampa sofista. Siguiendo la misma lógica, los hijos tampoco son del Estado. Esa no es la cuestión. Lo que está en juego es quien asume el rol de primer educador, y quien asume el rol subsidiario. La subsidiaridad del Estado (en la educación y también en muchos otros ámbitos) no es baladí, pues es un principio de defensa de la libertad frente al totalitarismo. De hecho, ha quedado para la historia aquella famosa frase de Rousseau: “Cualquiera que se niegue a obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo el cuerpo social: lo que no significa otra cosa que se lo forzará a ser libre”. Se le forzará a ser libre… Esa es la libertad rousseauniana.

     

    -¿Cómo ves el futuro de la defensa de la libertad educativa?

    -La libertad educativa es un derecho fundamental y no es monopolio exclusivo de un grupo reducido de personas que son capaces de pagársela. De hecho, pienso que una de las trampas en la que muchas escuelas concertadas han caído -o en la que se han quedado atrapadas sin darse cuenta- es defender la libertad educativa exclusivamente desde la escuela privada y concertada. Entonces se asocia la reivindicación a una cuestión de lucha de clases sociales.

     

    Puede que no sea el planteamiento deseado, pero así se entiende en los medios de comunicación. El derecho a escoger el proyecto educativo es universal y es importante defenderlo desde el ámbito de la escuela pública también, revindicando una escuela pública plural. Es precisamente en el ámbito de la escuela pública que se aplica la prueba de fuego del principio de subsidiaridad. En mi libro explico que no es lo mismo una escuela pública (al servicio del bien común) que una escuela “estatal” (al servicio de los intereses políticos de un gobierno concreto). Hoy por hoy nadie habla de esa distinción; cuando hablo de eso, observo miradas perplejas y confusas. Si el sector de las escuelas concertadas se aísla y se desentiende de la escuela pública, no se entenderá bien su postura en los medios de comunicación y en la sociedad cuando habla de pluralismo. La libertad educativa es un derecho de los padres, no de los colegios.

     

    -¿Qué quiere decir exactamente con eso de que “la libertad educativa un derecho de los padres, no de los colegios”?

    -Hay muchas escuelas concertadas que están muy pendientes de revindicar la libertad educativa de los padres para no perder los conciertos que aseguran su rentabilidad futura, pidiendo a sus padres que ratifiquen peticiones que han escrito ellos y que hagan acto de presencia en manifestaciones. Pero luego, ¿qué pasa cuando esos colegios imponen tabletas en las mochilas de los alumnos en contra del criterio de los padres? La libertad educativa no es un derecho que se esfuma delante de las puertas del colegio. Es un derecho de los padres que se materializa cuando hay transparencia en la corriente filosófica que defiende un colegio en su ideario y una coherencia entre los métodos que adopta y su ideario. En mi libro, explico que la libertad educativa solo es efectiva cuando hay coherencia entre lo que un colegio dice que quiere hacer (el ideario), dice que hace (el marketing educativo) y lo que hace (los métodos que usa en las aulas). Cuando no hay coherencia en esos tres ámbitos, entonces el colegio es un monstruo de tres cabezas, un monstruo que se convierte en las peores pesadillas de los padres.

     

    -¿Qué papel debe tener en la educación el ámbito espiritual y todo relacionado con los valores y virtudes más profundas?

    -En el ámbito neurocientífico, hay una teoría que está cogiendo mucha fuerza ahora: la de la mente corporizada (embodied mind). Al margen de las creencias religiosas de cada uno, está cada vez más aceptada la idea de que existe una dimensión intangible en la persona, que la llamemos mente, espíritu o alma, que estaría encarnada en nuestro cuerpo. Ahora bien, hay dos formas de plantearlo. ¿Somos un alma/mente encarnada, o bien somos un cuerpo animado? María Montessori decía que la Educación Nueva (con la que no se identificaba) defiende la postura del cuerpo animado. Ella lo decía por la defensa de esa corriente al activismo pedagógico y al movimiento sin propósito inteligente. Ella, que defendía el enfoque teleológico clásico-realista, decía que somos almas encarnadas.

     

    Es interesantísimo ver como esos debates del siglo pasado son tan actuales. Personalmente, estoy convencida de que la educación emocional está en auge como una especie de compensación por explicar ese “intangible” en el ser humano. Pero es un intento fracasado de antemano, porque las emociones nunca llegarán a explicar la dimensión espiritual. Las emociones, de por sí, no toman decisiones, porque carecen de voluntad y de inteligencia.

     

    - Para ir ya acabando, ¿qué es la educación emocional y qué opina de ella?

    -En el lenguaje clásico-realista, la emoción es la consciencia de la armonía o de la falta de sintonía entre lo que son mis creencias (en el sentido amplio) y lo que veo en la realidad. Por ejemplo, si uno piensa que robar está bien, entonces cuando robe, estará eufórico, contento, alegre. Si piensa que la virtud de la templanza es una tontería, se sentirá oprimido y enojado cuando sus padres le piden que se modere a la hora de usar las redes sociales. Por eso, las emociones son neutras de por sí; sirven para indicarnos cuales son las creencias de las personas. La educación emocional tal como se plantea hoy en día en los colegios deriva de la corriente romántico-idealista; pone el foco en la identificación y en la regulación de la emoción y tiende a utilizar la emoción para conseguir resultados concretos en el aprendizaje. Personalmente, creo que es un enfoque muy desacertado. Vuelvo a la visión clásica: Aristóteles decía que la recta educación consiste en alegrarnos y sufrir con aquello que debe ser motivo de alegría o de sufrimiento, respectivamente. Lo que quiere decir Aristóteles, es que el niño debe tener una justa apreciación de la realidad. Debe ser capaz de apreciar la belleza, la verdad y la bondad como tal cuando se encuentra con ellas. Hoy, es cada vez más difícil tener una justa apreciación de la realidad. Me explico con una metáfora. Si hay medusas en la playa, se coloca una bandera que indica que hay que ir con cuidado. Cuando las personas dejan de considerar a las medusas como un peligro, entonces se retira la bandera. Cuando la percepción del peligro, del bien, del mal, de la realidad, de la belleza y del feísmo es distinta para todo el mundo, entonces las emociones son erráticas y dejan de ser un código de comunicación común. Entonces se convierten en un asunto de gestión individual. Y por eso hoy damos mucha importancia a la educación emocional.

     

    - En su trayectoria como especialista en Educación ha tratado la importancia de educar en el asombro y también en la realidad. Con tanta tecnología el asombro va desapareciendo y los niños y adolescentes crecen en una falsa realidad. ¿Hay solución a esto? ¿Hay forma realista de dar marcha atrás a esta deriva educativa?

    -Las familias y los maestros son los que dan estabilidad a los golpes de timón de las numerosas reformas educativas y al tsunami de las pantallas. Creo en el poder educativo de las familias que tienen muy claro adónde van, lo que defienden y lo que quieren transmitir a sus hijos. Por otro lado, esas familias siempre tendrán que luchar a contracorriente de la mentalidad clientelar de algunos padres que llevan a sus hijos a los colegios como si estuviesen firmando un cheque en blanco: “pago para que me los devuelvan educados”. Por desgracia, esa mentalidad hace estragos, especialmente en la privada, porque algunos pueden tener la sensación de que, al pagar, compran el derecho a desentenderse. Pero no nos engañemos: tirar la toalla de educar en la familia es el preámbulo a todos los desastres educativos. Y todos los desastres educativos acaban, tarde o temprano, en unos desastres sociales. Para cambiar el mundo, hay que creer en el papel de la educación en la familia.

     

    Publicado por La Familia.info


     


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