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El acuerdo China-Santa Sede y el tesoro de la fe
Hace
justo cuatro años, el 22 de septiembre de 2018, los representantes de la Santa
Sede y del gobierno de la República Popular China firmaron en PekÃn el Acuerdo
provisional sobre los nombramientos de los obispos católicos chinos. El Acuerdo
preveÃa un periodo de dos años de aplicación ad experimentum. En octubre de
2020, la validez del acuerdo se prorrogó otros dos años. Ahora, cuando se
acerca el vencimiento de la primera prórroga, las declaraciones públicas del
Papa Francisco y del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin han dejado
entrever que, por parte de la Santa Sede, existe la buena intención de
continuar el proceso de negociación. Junto con la petición de ver aplicado el
acuerdo de forma puntual y de discutir los márgenes para su progresiva mejora,
con la única intención de confiar el oficio pastoral a obispos dignos e
idóneos.
Para
comprender las razones de la orientación manifestada por el Papa y sus
colaboradores, basta con tener presente la historia reciente del catolicismo en
China y reconocer cuál ha sido la brújula que ha guiado los pasos de la Santa
Sede durante décadas ante los asuntos de los católicos chinos.
Desde
la firma del acuerdo, ya no se han producido ordenaciones episcopales
ilegÃtimas en China, sin el consentimiento papal, que habÃan causado dolorosas
laceraciones entre los católicos chinos desde finales de los años cincuenta. En
los últimos cuatro años, se han producido seis nuevas ordenaciones episcopales
católicas en China, con procedimientos que incluyen la emisión de la bula papal
de nombramiento. En el mismo periodo de tiempo, seis obispos “clandestinos”,
consagrados en el pasado sin seguir los protocolos impuestos por el organismo
chino, han solicitado y obtenido el reconocimiento público de su función por
parte de las autoridades polÃticas de PekÃn. Números pequeños, si se tiene en
cuenta el número de diócesis católicas en China que están vacantes o dirigidas
por obispos muy ancianos. Pero, todos los obispos católicos chinos de la
actualidad están en plena y pública comunión con el Obispo de Roma.
El
acuerdo actualmente vigente con las autoridades chinas no es comparable a los
modelos de acuerdos alcanzados por la Santa Sede con otros gobiernos (el último
ha sido el firmado con Kazajistán con motivo del reciente viaje apostólico del
Papa Francisco al paÃs centroasiático) para garantizar el reconocimiento legal
y los espacios de movimiento a las instituciones eclesiásticas y a los agentes
de pastoral en los diferentes contextos nacionales.
El
acuerdo sobre los nombramientos de los obispos chinos toca las fibras más
Ãntimas de la naturaleza apostólica de la Iglesia, y el dinamismo mismo de su
vida sacramental. El tema que se toca en el acuerdo tiene que ver con la fe de
los católicos chinos, y con el sufrimiento causado por las laceraciones
eclesiales que en las últimas décadas han dividido al clero y a los laicos, a
las comunidades y a las propias familias. El núcleo del acuerdo tiene que ver
con la memoria de los mártires y la validez de los sacramentos celebrados en
las parroquias, capillas y hogares de la República Popular China. Bienes que
pertenecen a un orden diferente de los que habitualmente intervienen en los
acuerdos firmados por la Santa Sede con gobiernos y entidades soberanas.
La
sacramentalidad y la apostolicidad de la Iglesia reconocida, conservada y
vivida en el tejido pastoral de la vida eclesial de cada parroquia china, y la
plena comunión de todos los obispos con el Obispo de Roma no pueden calificarse
como algo “decepcionante” desde la perspectiva de la Santa Sede, sobre todo si
se tiene en cuenta al menos un poco la historia de la que se proviene.
En
general en los relatos de las relaciones entre China y el Vaticano, suelen ser
eliminados y ocultados los factores que han movido a la Santa Sede por el
camino que ha tomado, y los criterios que la han guiado en sus decisiones sobre
cuestiones tan vitales para el sensus Ecclesiae de los católicos chinos.
Quienes
tachan el acuerdo de operación con escasos resultados o incluso de error del
que arrepentirse, deben eliminar no sólo las referencias a las dinámicas
sacramentales que dan vida a la Iglesia, sino también ocultar todo lo que ha
ocurrido al catolicismo chino en los últimos setenta años.
Ha
habido temporadas en las que en los medios de comunicación oficiales del órgano
chino se solÃa hablar de los obispos y del Vaticano como “perros guardianes”
del imperialismo occidental. Mientras que ahora, a pesar de la fase de
creciente tensión internacional entre la República Popular y los actores geopolÃticos
occidentales, a nadie en China se le ocurre insultar al Papa y a la Iglesia
Católica como agentes de fuerzas hostiles.
Según
aumentan las tensiones internacionales y los enfrentamientos de poder, es
necesario observar con una mirada de fe la delicada y providencial condición en
la que se encuentra el pequeño rebaño de católicos chinos. Es precisamente en
esta condición, compartida con sus compatriotas, que pueden experimentar la
aventura de confesar la fe en Cristo en la China actual tal como es, sin
privilegios, sin ser señalados y percibidos como un cuerpo extraño, o como
invitados exóticos o representantes de culturas lejanas.
Los
católicos chinos, como todos los ciudadanos chinos, viven en el contexto de las
disposiciones dictadas por las autoridades civiles chinas. Como bautizados,
siguen la fe de los apóstoles, de la que es parte integrante la comunión con el
obispo de Roma como garante de la unidad de la Iglesia. Su condición puede
conllevar fatiga, decepciones, sufrimiento. Pero permanecer inmanente a esta
condición deja la puerta abierta al testimonio, a la posibilidad de confesar la
fe en Cristo, caminando cada dÃa en su compañÃa en la China de hoy, tal como
es, realizando los gestos ordinarios relacionados con la misión de salvación
confiada por Jesús a los suyos: anuncio del Evangelio, catequesis,
administración de los sacramentos, obras de caridad para los hermanos
necesitados. Hechos y palabras de esa corriente de experiencia cristiana libre
de sospechas, que anima la vida cotidiana de tantas comunidades católicas
chinas, y que en la Agencia Fides relatamos en muchas noticias.
En
los acontecimientos felices y turbulentos que han marcado los últimos setenta
años del catolicismo chino, lo que ha marcado el norte, ha sido precisamente la
fe de los Apóstoles, en la que los obispos, sacerdotes y laicos de esa Iglesia
han sido custodiados. No por heroÃsmo o voluntariedad obstinada, sino por un
don de la gracia. Los mismos Sucesores de Pedro han experimentado y atestiguado
que su comunión con la Iglesia católica en China no debÃa ser restaurada con
instrumentos de supremacÃa jurÃdica, simplemente porque esa comunión ya
existÃa, fundada en el hecho de compartir la misma fe católica. Este es el
único tesoro en el que se puede confiar incluso en los acontecimientos más
enigmáticos y controvertidos de la actualidad.
Publicado
por Agencia Fides
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