Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
Me
enamoré
Una
cálida mañana de otoño, cuando estaba a punto de despertar el sol, sentí la
inspiración de escribir, sobre cómo vuela mi imaginación, si me enamoraba de la vida con dulzura y emoción. Dios en el centro
de mi vida, con su gracia y compasión.
Cuando
nos enamoramos algo extraño sucede en nuestra vida. Se siente un sustico en el
corazón, algo bueno, algo bonito, algo
inexplicable, que la misma naturaleza aún no ha podido descubrir. Es estar alegre, feliz sin motivo y lleno de un atardecer
colorido. Es poseer una fragancia única y una sensación de bienestar inigualable.
Cuando
nos enamoramos, nos salimos del centro de atención de la mente, para darle paso
al corazón. Es conectar de una manera especial con alguien, que te escribe, que
te llama, que te da calma y te relaja.
Cuando
nos enamoramos, las luces de nuestros ojos se tornan más brillantes y el sol
resplandece como un suspiro emocionante.
Cuando
nos enamoramos, sentimos que nos miran
con miradas tiernas y apacibles. Con miradas llenas de un amor genuino que
jamás hemos perdido, que no se dejan en el olvido.
Cuando
nos enamoramos, la magia invade nuestro ser, como ese día que no deja llover,
mirando por la ventana, el hermoso anochecer.
Me enamoré, de la vida cuando todo conspira
a que estés bien todos los días. Me enamoré de mi sonrisa, cuando a pesar de la
tristeza,
ella nos sorprende, aunque sea aprisa.
Me
enamoré, de mi intuición, aunque trabaja
fuerte en mi decisión, entono una canción con devoción, en busca de un amor,
que se robó mi razón.
Me
enamoré de mis manos, cuando escriben
letras con destellos, imaginando volar al universo, en busca de un beso que
se fue con el viento.
Me
enamoré de una mañana, que quiso ser mi
cómplice, para buscar un lápiz y escribir sobre el horizonte, en busca de
unos acordes, que quieren bailar con esmero, un suspiro, un anhelo.
Cuando
nos enamoramos, queremos iniciar una aventura
y escalar el sentimiento de la paz, de la armonía, de la atención y la
comprensión.
Cuando
nos enamoramos, nos sentimos amados,
cuidados y queremos cruzar el puente de la esperanza, agarrados del
entusiasmo y dejando de lado, los cuestionamientos y dar paso a un encuentro de
almas puras que buscan calmar la sed de un tiempo inquietante.
Quizás
podamos tropezarnos con el amor verdadero, pero quien debe permanecer en ese
amor siempre, es nuestro Dios, quien es el amor en sí y
sin él, nada fuera posible. En todo momento la relación con Dios, debe ser
nuestro primer enamoramiento, como nos lo dice, san Mateo en el capítulo 22:
36-40 y en el libro del Cantar los Cantares 8: 6-7, vemos cómo el Rey Salomón y su
esposa, expresan un amor genuino e incondicional, pero comprometido.
Cuando
nos enamoramos de la vida, Dios permite
que la luz entre a tu corazón. Esa luz, que te ilumina, que nunca se apaga, que
te guía en el camino, que te empuja a caminar, a no detenerte, a no parar de
amar y estar siempre motivado al amor verdadero que es Dios mismo. Al final
de nuestros días, si no encuentras tu alma gemela, te invito a enamorarte de Jesús quien siempre va estar enamorado
de ti, y se entregó por amor para que tengas vida y vida en abundancia.
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