Reflexiones | La Verdad es libre, reflexiones para las homilías: Tomás Muro
Ya quisiéramos tener ateos como Dios manda
Creer
Las lecturas
de hoy nos sitúan ante la dimensión creyente del ser humano, ante la fe.
Todo ser
humano cree en algo o en alguien. No se puede vivir por largo tiempo y con
sentido sin creer, sin tener alguna fe. Incluso el nihilista, quien dice no
creer en nada, es un ferviente creyente en la nada.
El justo vive
por la fe, escuchábamos en la primera lectura. En el evangelio los discípulos
le pedían a Jesús: “auméntanos la fe”.
Esta
afirmación: el justo vive por la fe aparece varias veces en la
Biblia. Sobre todo, será una piedra fundamental en el pensamiento de San Pablo,
(Romanos 1:17, Gálatas 3:11, y aunque no es de Pablo, aparece también en
Hebreos 10:38).
Hemos recibido
la invitación del Señor vivir de la fe: si tuvierais un poco de fe la vida
sería posible.
La fe es el
acto más central de la existencia.
La fe, lo que
uno piensa y cree es lo más central de la existencia humana. Necesitamos creer,
confiar en algo o en Alguien para vivir humanamente. Nos podremos equivocar de
dioses (ídolos) y de fe, pero necesitamos “alguna fe” para vivir. El mismo Nietzsche
(ateo por excelencia) decía: “mejor cualquier fe a ninguna fe”.
La fe -lo que
creemos- ilumina toda nuestra vida, todas nuestras opciones, todos nuestros
pasos. Vivimos de y conforme a lo que creemos.
Quien cree
(fe) en la patria, en el dinero, en el poder, toda su vida, su pensamiento, su
ética-moral se verán coloreadas por tal fe, porque uno vive “por y para” esa
realidad en la que ha puesto su confianza.
De hecho, hay
muchas personas que tienen un ídolo como dios, aunque después practiquen una
religión. Hay personas (ideologías) cuyo dios es la patria, aunque al mismo
tiempo “consuman” alguna religión, practiquen algún rito, etc.
Podríamos
traducir la expresión de Habacuc y de San Pablo por: “uno vive de lo que
cree y para lo que cree”. El justo, el ser humano vive por la fe.
Vivir en una
permanente desconfianza es muy difícil, si no imposible. Para vivir hay que
creer (confiar) en la vida, en los demás, en Dios. Lo problemático en la vida
no es confiar, sino desconfiar. Nos es necesaria la fe, alguna fe, para vivir
equilibradamente como personas.
Dos aspectos
de la fe
+ La fe
como confianza: así la fe es “creer a Dios”, más que creer
en Dios, creer es fiarse de Dios, creer a Dios. Es la llamada fe fiducial: la
fe como apoyo en Dios, como confianza, como descanso último en Dios.
+ Por otra
parte la fe tiene también el aspecto de contenido: creemos en algo
o en Alguien… La fe, en este sentido es un credo, un núcleo, un dogma.
Pero me parece
que es más importante la confianza.
La formulación
de la fe, el credo, el dogma o el catecismo apenas pueden expresar todo lo que
pretende definir la teología. Ni la Biblia, ni el catecismo pueden abarcar a
Dios, JesuCristo, la esperanza, el cielo…
Por otra parte,
la doctrina, los dogmas, la liturgia, etc. pueden evolucionar (evolución del
dogma).
Por eso, en
principio la fe no es un libro, sino una actitud: creer es fiarse,
confiar: "sé de quién me he fiado", dirá San Pablo…
Pensemos, por
otra parte, que el luterano, el ortodoxo confían en Cristo como
nosotros, aunque la formulación doctrinal tenga variantes y diferencias.
Creer hoy
En este
momento cultural probablemente, es más importante y más urgente subrayar y
recuperar la fe como confianza: precisamente porque hemos perdido la fe y la
confianza: no solamente en Dios sino en todo y en todos. Un ciudadano normal y
medio de entre nosotros ha perdido -ha podido perder- la confianza en las
ideologías, en los sistemas de pensamiento, hemos podido perder la confianza en
estructuras e instituciones que secularmente han sostenido y fundamentado
nuestra vida:
El siglo XIX
entonó el requiem por Dios, por todo valor (Nietzsche) y todavía no hemos
terminado los funerales. Dios ha muerto…
Dios ha
muerto, Marx ha muerto, la política está agonizando, lo eclesiástico va como
va… ¿En quién vamos poner nuestra confianza? Podríamos hacer nuestra la
respuesta de Pedro a Jesús: ¿A dónde vamos a ir si solamente Tú tienes
palabras de vida eterna?
Confiemos en
Dios.
Necesitamos
creer a Dios, fiarnos de Dios.
Confiar hace
bien al ser humano.
A la fe no
vamos a volver retornando a las posturas más intransigentes, cuando no
fanáticas, sino confiando. [1] La misericordia es mejor que el fanatismo.
Quiera Dios
que el obispo que nombren para nuestra diócesis sea un hombre de confianza y no
un doctrinario fanático.
Acojamos y
generemos confianza
La confianza
es buena, hace bien, sana. Pongamos nuestra existencia en Dios, confiemos y
generemos confianza y paz en nuestro derredor.
Abiertos al
ser, a Dios, a Cristo digamos el acto de fe:
¡Señor,
auméntanos la fe!
[1] Con
Francisco, la intransigencia casi fanática de la doctrina (que no verdad) ha
dejado paso a la bondad y la misericordia. La Iglesia está dejando de ser un
tribunal inquisicional y está pasando a ser un redil, un hogar, un lugar de
misericordia.
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