Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
La esencia de Dios
Lc
18, 1-8
«Y
Dios ¿no hará justicia a sus elegidos…?
Jesús
nos habla frecuentemente de Dios en el evangelio, pero siempre a través de un
lenguaje parabólico, analógico, que no trata de definirlo ni abarcarlo, sino de
desvelar su relación con nosotros. Por supuesto, Dios no es padre, ni pastor,
ni médico, ni sembrador, pero estas imágenes al alcance de todos tienen la
virtud de situar nuestra mente en la buena dirección cuando pensamos en Él.
Sabemos
de Dios lo que hemos visto en Jesús, y no sabemos nada más. Sus hechos reflejan
cómo es Dios para nosotros, y sus dichos nos muestran su concepción de Dios.
Como dice Juan en su prólogo solemne: «A Dios nadie le ha visto jamás, el hijo
Unigénito es quien nos lo ha dado a conocer». Y algo similar ocurre con el ser
humano; sabemos de nosotros lo que hemos visto en Jesús, y nada más.
Pero
los humanos somos gente curiosa y tratamos de obtener respuestas a través de la
razón. A lo largo de la Edad Media, la posibilidad de acceder racionalmente a
Dios era una idea generalmente aceptada, pero fue rechazada a partir del Renacimiento
—si lo puedes entender, no es Dios.
No
obstante, persiste el viejo debate filosófico en torno a Dios, y por extensión
en torno al ser humano. Y nos gusta polemizar sobre inmanencia y trascendencia,
creacionismo y panteÃsmo, teÃsmo y deÃsmo, dualismo y monismo… Y esto puede
estar muy bien como ejercicio intelectual, pero corremos el riesgo de elevar
estas ideas al rango de verdades básicas para nuestra vida, olvidando que no
pasan de ser proposiciones filosóficas sometidas a error.
Inmanuel
Kant afirmaba —y justificaba— que cualquier proposición metafÃsica tiene las
mismas probabilidades de ser cierta que su contraria, y esto es algo que nos
conviene no olvidar cuando decidimos hacer metafÃsica. ¿Es Dios transcendente o
inmanente? ¿Es el creador del universo? ¿Se preocupa por nuestra suerte?... ¿Es
el ser humano parte de Dios? ¿Es una mera criatura compuesta de cuerpo caduco y
alma inmortal?... No lo sabemos, pero si alguna de estas hipótesis le ayuda a
alguien a vivir con más sentido, pues bendito sea Dios.
En
su libro “La pregunta por Dios”, Juan Antonio Estrada, sacerdote jesuita, nos
deja esta excelente reflexión con la que vamos a finalizar. Dice asÃ: «Es
caracterÃstico de la naturaleza humana plantearse grandes cuestiones
filosóficas que escapan a las limitaciones de su conocimiento, y acabar
reconociendo que nuestra mente limitada no tiene respuesta para muchos enigmas
existenciales que ella misma nos plantea».
Y
añade: «Debemos acostumbrarnos a vivir sabiendo que hay cosas que no conocemos
y que hay preguntas a las que no sabemos responder».
Publicado
por Feadulta.com
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