Reflexión | Luis Ángel Roldán*
Carta a los Magos de Oriente
Cuando ya nos cuesta escribir, cuando ya los años
son largos de contar, cuando a veces nos cuesta soñar… que no se nos olvide
vivir a la luz de la esperanza y creer. Y volver a ser niños, otra vez.
Queridos Magos, lo primero que queremos deciros es que tenemos sitio para
cuidar a los camellos y darles un poco de alfalfa; tenemos además muchas casas
que ya nadie calienta, tenemos las puertas abiertas y el fuego encendido, pues
en estos días es bueno calentarse. Si pudieseis, os queremos pedir que traigáis
en vuestras alforjas que nunca se nos olvide la hospitalidad para acoger al que
llega y al necesitado. Que la vecindad sea cimiento en el que crecer. Que cada
día sigamos aprendiendo que la vida se hace juntos, apoyándonos,
acariciándonos, en la ayuda y los trabajos comunes. Que sepamos valorar la edad
como fuente de experiencia y sabiduría. Que sigamos creyendo que la cultura de
los pueblos puede seguir aportando muchas cosas importantes al futuro de este
mundo.
Os rogamos que traigáis caramelos, pero no solo
para los niños… que a todos nos viene bien algo que nos endulce la vida. Un
poco de carbón a quienes creen que la guerra es un camino. Un esparadrapo a los
políticos para que se dejen de insultar y aprendan a servir. Y una oreja muy
cerca del corazón para que aprendamos a escuchar con ternura; y cuando hablen y
decidan sobre los pueblos y la ecología, que alguna vez nos escuchen a los que
aquí vivimos, rediez.
Que alguna vez se piense en los sencillos y en los
pequeños (pueblos, también) más allá del puro bucolismo o como escapada de fin
de semana. Esta tierra de los olvidados. Cuidad de todas esas personas que
ayudan, en el mundo y en el pueblo, a hacer realidad todos esos pequeños
sueños, sueños tiernos de gente sencilla. Y cuidado, mucho cuidado al tirar los
caramelos, no deis a la tía Tomasa en el ojo, ¡que se le pone moradito entero,
como una berenjena!
Decía Walt Whitman: «No te detengas, no dejes que
termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber
aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No abandones las
ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las
palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo… No dejes nunca de soñar».
*Sacerdote que atiende 18 pueblos en la provincia de Palencia
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