Reflexión | P. José Pastor Ramírez/LD
Don Bosco, un santo diferente
En
las décadas cuarenta y cincuenta del siglo XIX, Don Bosco realizó experiencias
educativas únicas en la ciudad de Turín. Se dedicó a acompañar jovencitos
salidos de las cárceles, emigrados del campo a la ciudad escapando de la
hambruna, así como muchachos explotados por patrones. Jovencitos que se habían
constituido en carne de cañón de un sistema económico-social injusto y desigual
que le robaba oportunidades a los más débiles. Esta era la población objetivo
de su quehacer educativo pastoral: “los jóvenes abandonados y en peligro”.
Don
Bosco fue un innovador que se atrevió a ser diferente y que, gracias a su
audacia, los frutos cosechados fueron sorprendentes. Es decir, lo que otros en
su tiempo, solo podían imaginar, él lo hizo realidad.
Por
lo regular, los santos fundadores de grupos religiosos eran hombres y mujeres
que se distinguieron por ser innovadores en algún aspecto social o eclesial.
Ellos simplemente seguían al más grande innovador de la historia, Jesucristo;
y, por el más grande recreador y transformador de todo, el Espíritu Santo. Por
ejemplo, Don Bosco se sintió llamado, inspirado a recuperar a los jovencitos
rechazados por el sistema educativo, a los explotados laboralmente, a los hambrientos,
a las víctimas de la guerra y de la orfandad: ello le convirtió en pionero del
acompañamiento social y educativo.
Definitivamente,
todos, sin excepción, tenemos la capacidad y la obligación de innovar. La
innovación no es algo nuevo, sino algo que muy pocos entienden. Regularmente,
sencillez e innovación van de la mano. Por ejemplo, el éxito de Don Bosco
estuvo en ofrecer: una casa, una escuela, una iglesia y un patio a los que no
la tenían. Es decir, preparó un lugar a los jovencitos donde poder desarrollarse
integralmente: un espacio donde se sentían acogidos, donde no se sentían
perseguidos o abusados sino aceptados y amados. La clave de todo radicaba en la
forma de hacer las cosas. No se enamoró simplemente de un ideal, sino de una
realidad dolorosa que vivían los niños, adolescentes y jóvenes. Don Bosco se
enamoró del problema de esa población, pero nunca de la solución.
Ciertamente,
fueron muchos los intentos, los inicios fallidos, las incomprensiones, las
discriminaciones por parte de sacerdotes y obispos. Pero, para él, como para un
buen innovador, el fracaso no es más que un paso y no se detuvo, siguió dando
pasos hasta que logró su objetivo.
Fundó
la Sociedad Salesiana con diez y nueve jóvenes inexpertos, pero que creían en
Don Bosco. Algunos le abandonaron, otros permanecieron fieles a él, enamorados
de la desastrosa realidad de los muchachos en la grandiosa e industrial ciudad
de Turín del momento.
Don
Bosco, fue humilde al reconocer que solo no podía y solicitó ayuda a los
jóvenes. Constituyó un equipo que sobresalía por sus habilidades blandas. Es
decir, la resiliencia, la eficiencia, la priorización, la comunicación, la
organización, las buenas maneras y la gestión del tiempo. Un equipo que
entendió que las personas son primero. Es decir, hacer que los jóvenes se
sientan queridos.
Publicado
por Listín Diario
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