Vida Religiosa | Fernando Bermúdez López/RD
Juan Pablo II y Benedicto XVI frente a la Teología de la
Liberación: Encarnizamiento y hostilidad
El
6 de agosto de 1984 la Curia Vaticana dio a conocer la “Instrucción sobre
algunos aspectos de la teología de la liberación”, firmada por el entonces
cardenal Joseph Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, y ratificada por el papa Juan Pablo II.
Este
documento señalaba graves errores en la Teología de la Liberación. Pocos días
después un grupo de teólogos y teólogas (laicos y laicas, sacerdotes y
religiosas) nos reunimos en la ciudad de México. Leímos y analizamos la
Instrucción y llegamos a la conclusión que era un documento injusto, ajeno a la
realidad, porque lo que ahí se condenaba no era realmente lo que es en sí la
Teología de la Liberación sino una interpretación subjetiva y equivocada de la
misma.
"No
comprendemos este encarnizamiento y hostilidad de Juan Pablo II y del cardenal
Ratzinger con respecto a la teología de la liberación. Tal vez viene bien
recordar aquellas palabras de Nietzsche “no se piensa igual de Dios en un
palacio que en una choza".
Consideramos
que es indecentecondenar a los creyentes que han consagrado su vida —y somos
decenas de miles de laicos y laicas, religiosas y religiosos, obispos,
sacerdotes y misioneros de todas partes— los que hemos seguido el mismo camino.
Ser discípulos de Jesús es imitarlo, seguirlo y actuar como él vivió. No
comprendemos este encarnizamiento y hostilidad de Juan Pablo II y del cardenal
Ratzinger con respecto a la teología de la liberación. Tal vez viene bien
recordar aquellas palabras de Nietzsche “no se piensa igual de Dios en un
palacio que en una choza”.
Ese
día se encontraba entre nosotros un catequista refugiado guatemalteco y
animador de una comunidad cristiana. Escuchaba en silencio. Al finalizar el
análisis que hicimos, expresó: “Como el papa Juan Pablo II y el cardenal
Ratzinger no sufren lo que nosotros los campesinos sufrimos, por eso no nos
entienden”.
En
verdad no hemos necesitado leer a Karl Marx para descubrir la opción para los
pobres. Es el mensaje y la práctica de Jesús de Nazaret quien nos ha revelado
que los pobres son un lugar teológico. Todo el Evangelio refleja la opción
preferencial de Jesús por los pobres, los débiles y su oposición a los que
abusan de ellos y los oprimen.
Un
catequista refugiado guatemalteco: "En verdad no hemos necesitado leer a
Karl Marx para descubrir la opción para los pobres. Es el mensaje y la práctica
de Jesús de Nazaret quien nos ha revelado que los pobres son un lugar
teológico".
La
Teología de la Liberación no es una ideología o una teoría. Es una manera de
vivir el Evangelio en la proximidad y solidaridad con las personas excluidas y
empobrecidas. Esta teología tiene dos fuentes. Una es la experiencia de fe en
el Dios de la vida, Padre y Madre de todos los hombres y mujeres, revelado en
Jesús; y otra, el análisis de la realidad socioeconómica y política. Ha llevado
a cabo una verdadera revolución metodológica al “incorporar las ciencias
sociales y humanas en la epistemología teológica”, en palabras de Juan José
Tamayo. Se mueve por el hambre y sed de Dios que hay en el pueblo y por el
hambre de pan y de justicia. Es una teología que nace en el corazón del pueblo
de Dios.
Hay
tres elementos claves de la Teología de la Liberación:
*La
opción por los pobres y desvalidos, siguiendo la práctica y
el mensaje de Jesús. La parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-23) ilumina
esta opción, que es una exigencia evangélica: “Haz tú lo mismo”.
Consecuentemente, existe siempre para el creyente una pregunta referencial:
¿Qué posición tomó Jesús frente a la realidad socioeconómica de su tiempo?
*La
memoria viva de los mártires que nos desafía a continuar con la lucha y sueños
por los que ellos dieron la vida. América Latina es tierra de mártires, tierra
regada con la sangre de numerosos hombres y mujeres, laicos y laicas,
religiosas y religiosos, sacerdotes y obispos, comprometidos con la justicia.
*La
esperanza de que otro mundo es posible. Las comunidades
cristianas son conscientes de que su causa es invencible porque es el sueño de
Dios para la humanidad. Dios quiere hijos e hijas no esclavos, quiere hermanos
y hermanas, no enemigos unos de otros. A veces las comunidades que han optado
por la liberación integral de los pobres se sienten golpeadas, derrotadas e
incomprendidas, pero siguen firmes en la esperanza. Como bien señalaba Pedro
Casaldáliga, se sienten como soldados derrotados de una causa invencible. Es
por eso que la esperanza es una característica fundamental del cristianismo
liberador. La Teología de la Liberación manifiesta que el cambio que el mundo
necesita exige hombres nuevos y mujeres nuevas que viven lo que proclaman y
proclaman lo que viven.
La
Teología de la Liberación nació en las periferias sociales cristianas. Recoge
el clamor de millones de pobres, de pueblos enteros oprimidos y excluidos,
indígenas, afroamericanos, campesinos, mujeres, pobladores de las barriadas
marginales de las grandes ciudades…
El movimiento de la Teología de la Liberación cobró impulso con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II y recibió reconocimiento oficial en la reunión del episcopado latinoamericano en Medellín, cuyo documento comienza diciendo que “No hay historia de la salvación sin salvación de la historia”.
Los
teólogos de la liberación no han hecho sino sistematizar la experiencia de fe
del pueblo creyente. Recordamos entre estos, con especial admiración y respeto,
a Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación; a Leonardo Boff, a
Ivón Guevara, Ignacio Ellacuría, Jon Sobrino, Carlos Bravo, Pablo Richard,
Carlos Mesters, Giulio Girardi, José Comblin, Frei Beto, Oscar Beoso, Teófilo
Cabestrero, Raquel Saravia, José Marins, Marcelo Barros, Benjamín Forcano, Juan
José Tamayo…Y muchos más. Sería interminable mencionarlos a todos. Entre los
teólogos y teólogas de la liberación los hay también de las iglesias
protestantes, como Jorge Pisley, Elsa Támez, Julia Esquivel, Montiner… La
teología de la liberación es de carácter ecuménico
El
cristianismo liberador no tiene un proyecto socioeconómico propio, sino que
analiza y descubre los signos del Espíritu de Dios en las distintas expresiones
que buscan otro modelo económico alternativo y las apoya críticamente. Es
consciente de que el mundo no necesita parches ni una refundación del
capitalismo, sino que se requiere un cambio profundo y revolucionario, que
comienza por uno mismo.
Al
hablar de revolución muchos piensan en violencia. Las comunidades cristianas de
América Latina entienden que la revolución es esencialmente defensora y
promotora de la vida y la paz. No quieren la muerte. Quieren la vida, una vida
digna para todos los hombres y mujeres. Si en una revolución hay violencia,
ésta viene de los de arriba, de los que se resisten a que haya cambios. Por eso
que defienden a capa y espada sus privilegios. La revolución hoy en América
Latina apunta a cambios estructurales del sistema socioeconómico, que son
interpretados como signos de la presencia del reino de Dios, cuya plenitud está
más allá de la historia.
"Al
hablar de revolución muchos piensan en violencia. Las comunidades cristianas de
América Latina entienden que la revolución es esencialmente defensora y
promotora de la vida y la paz. No quieren la muerte. Quieren la vida, una vida
digna para todos los hombres y mujeres".
La
conquista de una sociedad justa, libre y equitativa, sin explotados ni
explotadores, no es el reino de Dios. El Reino es mucho más, infinitamente más.
Pero el Reino exige pasar por ahí. Los procesos históricos de liberación son
signos de la presencia del Reino. No puede haber reino de Dios si unos pocos
acaparan los bienes de la tierra dejando en la pobreza a la mayoría, si hay
gente que muere de hambre, si hay hombres y mujeres que son marginados por su
condición social, étnica, cultural o religiosa.
Todo
cambio sociopolítico exige transformaciones profundas en la conciencia de las
personas. La liberación comienza por la transformación personal. Giulio Girardi
se plantea: “¿Cuál es el objetivo fundamental de todo proceso liberador? Es
conseguir la liberación humana. Que el rico se libere de la codicia que lo
tiene alienado y que el pobre se libere de su indigencia y los egoísmos que
pueda tener. La liberación del ser humano no significa sólo realizar la
justicia social, no significa sólo derrotar la ignorancia. No podemos
limitarnos a construir carreteras, viviendas, hospitales…
"Hasta
que no hayamos derrotado el egoísmo, no habremos todavía realizado la
liberación del ser humano".
Ciertamente,
un día haremos posible el viejo sueño de construir casas para todo el pueblo…
Esto, sin embargo, es sólo un aspecto de la liberación del hombre. Pero, hasta
que no hayamos derrotado el egoísmo, no habremos todavía realizado la
liberación del ser humano. Los sueños revolucionarios serán realidad cuando el
ser humano viva para la comunidad, cuando no viva para sí mismo, sino que será
capaz de abrir las puertas de su corazón y entregarlo a los demás.
Sólo los hombres y mujeres impregnados de actitudes éticas, serán capaces de aportar a la construcción de una nueva sociedad. Sólo los hombres y mujeres justos y libres podrán ser agentes de un mundo de justicia y libertad. Los nuevos sujetos no nacen espontáneamente con las nuevas estructuras, como bien señalaba Pablo Richard, sino que habrá que forjarlos al ritmo de la resistencia y de la lucha. La revolución ética es todavía una asignatura pendiente.
Publicado
por Religión Digital
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