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    jueves, 26 de enero de 2023

    Tár. La directora de orquesta no dirige su vida


    Jueves de Cine | Juan Orellana

     


    Tár. La directora de orquesta no dirige su vida

     

    Lydia Tár es una famosa directora de orquesta que ha conseguido plaza en la Filarmónica de Berlín y que se dispone a grabar la que se espera que pueda ser la versión definitiva de la Sinfonía n.º 5 de Mahler. A medida que avanzan los preparativos y los ensayos, cuestiones personales y profesionales van haciendo aparecer nubarrones en su brillante horizonte, anunciando una tormenta sin precedentes.

     

    Acompañada de una buena acogida por la crítica internacional nos llega esta película de Todd Field, cuya actriz protagonista, Cate Blanchett, se ha llevado el Globo de Oro a la mejor interpretación. Pero en la película no es oro todo lo que reluce. Indudablemente, la actuación de Blanchett es portentosa, quizá la mejor de su carrera. Y la dirección del filme es francamente brillante. Pero es el guion el que padece serias deficiencias. La primera es que no está claro qué nos quiere contar: ¿el ascenso al monte Olimpo y posterior descenso a los infiernos de una mujer pagada de sí misma? ¿Los fantasmas y el lado oscuro del mundo profesional de la música de élite? ¿Los lastres afectivos de una mujer homosexual que va dejando cadáveres sentimentales por el camino? Esta falta de claridad tiene una primera consecuencia fatal: el espectador no sabe si odiar o amar al personaje. Y esto implica una falta de empatía que nos vacía de emociones. La película se sigue bien porque los discursos musicológicos son interesantes, la puesta en escena cautivadora y Blanchett, una vez más, deslumbrante, pero no porque nos hayamos identificado con ella y nos afecte lo que le suceda.

     

    Por otra parte, la cuestión de su lesbianismo, su maternidad adoptiva y la relación con su pareja —violinista de su orquesta—, más allá de que responda a un peaje de cuotas o no, abre unos campos de batalla que solo siembran confusión en el desarrollo dramático de la obra. Por ejemplo, la relación de Lydia con su hija adoptiva podría haber sido una trama vertebral, y no es más que un boceto que acaba en la basura y que nos deja completamente insatisfechos. En la misma línea, no sabemos si las relaciones de Lydia con su asistente, Francesca (Noémie Merlant), con la violonchelista Olga (Sophie Kauer) o con su exalumna Krista están motivadas únicamente por criterios profesionales o tienen detrás camufladas razones afectivas.

     

    Sin duda, el aspecto musical de la película es su gran valor. Las escenas de ensayos y clases, las conversaciones sobre Mahler, las discusiones acerca de Bach, los discursos de Lydia sobre las intenciones del compositor… son sugerentes, interesantes y, en el caso de las imágenes, cautivadoras y bellas. Pero este deslumbramiento afea aún más un guion tan impreciso como impostado. Quizás el problema de fondo es que Todd Field ha querido hacer una película muy intelectual, de artificioso diseño ideológico, pretendidamente culta, y ha impedido que sus personajes tuvieran vida propia, que fueran creíbles, amables, emocionantes; en definitiva, de carne y hueso.

     

    Alfa&Omega.es 





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