Convivencia | Pedro Barrado/VN
¿Está Dios en la pareja?
Hace
unos días presentaba en este mismo espacio cómo la Biblia –en los dos
primeros relatos de la creación– explicaba el surgimiento del ser humano. En
ambos casos quedaba de manifiesto que el ser humano estaba “compuesto”
por hombres y mujeres, diferenciados únicamente por su sexo.
En
el segundo relato –decíamos–, el varón- ‘adam’ solo cae en la cuenta de que lo
es cuando el Señor le presenta a aquella a la que ha sacado de la costilla del
‘adam’: “Adán dijo: ‘¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Su nombre será “mujer”, porque ha salido del varón’” (Gn 2,23). Y señalábamos
cómo lo traducido por “mujer” y “varón” trataba de reproducir un juego de
palabras perceptible solo en hebreo: “Su nombre será ‘ishá’, porque ha salido
del ‘ish’”. De hecho, algunas traducciones bíblicas han tratado de reproducir
el juego de palabras del texto hebreo (con mayor o menor éxito). Por ejemplo: “Su
nombre será ‘varona’, porque ha salido del ‘varón’” (F. Cantera), o “Su nombre
será ‘hembra’, porque ha salido del ‘hombre’” (L. Alonso Schökel).
Las
diferencias
La
teología rabínica, cuya materia es casi exclusivamente el texto bíblico, sabrá
sacarle partido. Así, los maestros cayeron en la cuenta de que, aunque
aparentemente sean términos muy semejantes, las diferencias entre ‘ishá’ e
‘ish’ son en realidad mayores de lo que parece. Voy
a tratar de explicarlo.
El
término ‘ish’ incluye en hebreo una letra –la ‘yod’– que precisamente falta en
‘ishá’; asimismo, la palabra ‘ishá’ contiene en hebreo una letra –la ‘he’– que
justamente falta en ‘ish’. Si juntamos la ‘yod’ y la ‘he’ de los dos nombres,
obtenemos la palabra ‘yah’, que es la forma breve del nombre de Dios,
Yahvé.
Así,
leemos en Pirqé de-Rabbi Eliézer 12,3: “El Santo –bendito sea– puso su nombre
de ‘yah’ entre los nombres de ellos, diciendo: ‘Si camináis por mis caminos y
guardáis mis preceptos, mi Nombre quedará intercalado en ellos y los salvaré de
cualquier desgracia. Pero, si no es así, retiraré mi Nombre de ellos y los dos
se convertirán en fuego [‘esh’]”. Y es que, en efecto, si quitamos esas letras
–la ‘yod’ y la ‘he’– a ‘ish’ e ‘ishá’, lo que queda en ellos es precisamente
‘esh’, “fuego”. Una hermosa manera de decir que “la tragedia puede
sobrevenir a la pareja si abandona el nombre de Dios, pues, retiradas las dos
letras divinas, varón y mujer quedan reducidos a […] fuego, fuego devorador” (Miguel
Pérez Fernández).
Publicado
por Vida Nueva
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