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    jueves, 9 de febrero de 2023

    “No se lo digan a nadie”


    Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín

     



    “No se lo digan a nadie”

     

    Cuando somos niños, muchas veces nos dicen que no le digamos a nadie algún secreto, y por lo regular no cumplimos esa promesa, porque la inocencia, nos rebasa la impaciencia.

     

    Siendo jóvenes guardamos tantas cosas, que no queremos revelar. No queremos decirle a nadie nuestros secretos y más si tenemos algún amor secreto o hubo un plan perfecto que llenó nuestras vidas de amor y afecto.

     

    Cuando escuchamos la frase “No se lo digas a nadie”, por lo regular nos llama a la curiosidad, a interesarnos, el nivel de ansiedad sube, se acelera tu corazón, tu sonrisa cambia, los ojos brillan y en ocasiones podríamos hasta pensar a quien de confianza se lo podríamos contar.

     

    ¿A quién de nosotros no le han dicho alguna vez, te voy a decir algo, pero no se lo digas a nadie? Eso nos llevo a reflexionar en el grupo de oración Nuevo Renacer en Cristo, al que pertenezco, cuando Jesús realizaba un milagro, siempre le decía al que sanaba: “No se lo digas a nadie” y llegamos a la conclusión que fue por varios motivos:

     

    No quería enaltecerse, sino que siempre quería mantener su humildad. También, era una manera de probar la Fe, quería que lo anunciaran a todo el mundo, sin embargo, quería ver que sucedía con el agradecimiento, como sucedió con los 10 leprosos. Sólo uno volvió y agradeció.

     

    El ciego que no veía, imagínense, cuando lo interrogaron, el de una vez dijo, fue “alguien llamado Jesús”. Lo imaginamos asombrado y exaltado de alegría diciéndole a todo el mundo que ya podía ver, y no sólo Jesús abrió sus ojos, sino también que abrió su corazón para verlo a él y su santo poder.   

     

    El paralítico que duró todos esos años en el suelo, no había nadie que lo entrara a la piscina, el esperó tantos años, él no se entró a la piscina nunca, pero el Señor sí entró a su vida y lo sanó, lo liberó. Al otro paralítico, le dijo levántate, coge tu camilla y anda. Hubiera sido yo, y cojo esa camilla llena de alegría y a correr con ella por doquier y, que me vieran feliz y agradecida. Lo diría a los cuatro vientos. Debemos decirlo a todo el mundo. Siempre hablar de su bondad y misericordia. Seguir a Jesús era un compromiso a muerte como lo decía Pablo.

     

    Somos privilegiados de dar gracias a Dios porque somos sanos, podemos hablar de él y decirle a todo el que nos rodea, que Jesús vive y vive entre nosotros, pero que se nos note, cuando hablemos de Jesús sin cesar y él se manifestará de una manera extraordinaria, porque donde Jesús llegaba todo lo transformaba.

     

    Ahora les voy a contar un secreto, pero no se lo digan a nadie:

     

    Yo tengo un nuevo amor, el corazón me late sin parar… Siento que tengo ganas de gritar al firmamento, decirle a todo el mundo lo que estoy sintiendo, jamás imaginé poder hallar, él ha dado a mi vida una razón para amar… Jesús mi amor y más que amor mi dulce paz…





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