Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
“No
se lo digan a nadie”
Cuando somos niños, muchas veces nos dicen que no le digamos
a nadie algún secreto, y por lo regular no
cumplimos esa promesa, porque la inocencia, nos rebasa la impaciencia.
Siendo jóvenes guardamos tantas cosas, que no queremos
revelar. No queremos decirle a nadie nuestros secretos y más si tenemos algún amor secreto o hubo un plan perfecto que llenó
nuestras vidas de amor y afecto.
Cuando escuchamos la frase “No se lo digas a nadie”, por lo
regular nos llama a la curiosidad, a interesarnos, el nivel de ansiedad sube,
se acelera tu corazón, tu sonrisa cambia, los ojos brillan y en ocasiones
podríamos hasta pensar a quien de confianza se lo podríamos contar.
¿A quién de nosotros no le han dicho alguna vez, te voy a
decir algo, pero no se lo digas a nadie? Eso nos llevo a reflexionar en el
grupo de oración Nuevo Renacer en Cristo, al que pertenezco, cuando Jesús realizaba
un milagro, siempre le decía al que sanaba: “No se lo digas a nadie” y llegamos a la conclusión que fue por varios
motivos:
No quería enaltecerse, sino que siempre quería mantener su
humildad. También, era una manera de probar la Fe, quería que lo anunciaran a
todo el mundo, sin embargo, quería ver que sucedía con el agradecimiento, como
sucedió con los 10 leprosos. Sólo uno volvió y agradeció.
El ciego que no veía, imagínense, cuando lo interrogaron, el
de una vez dijo, fue “alguien llamado Jesús”. Lo imaginamos asombrado y exaltado de alegría diciéndole a todo el
mundo que ya podía ver, y no sólo Jesús abrió sus ojos, sino también que abrió
su corazón para verlo a él y su santo poder.
El paralítico que duró todos esos años en el suelo, no había
nadie que lo entrara a la piscina, el esperó tantos años, él no se entró a la
piscina nunca, pero el Señor sí entró a
su vida y lo sanó, lo liberó. Al otro paralítico, le dijo levántate, coge
tu camilla y anda. Hubiera sido yo, y cojo esa camilla llena de alegría y a correr
con ella por doquier y, que me vieran feliz y agradecida. Lo diría a los cuatro
vientos. Debemos decirlo a todo el mundo. Siempre hablar de su bondad y
misericordia. Seguir a Jesús era un compromiso a muerte como lo decía Pablo.
Somos privilegiados de dar gracias a Dios porque somos
sanos, podemos hablar de él y decirle a todo el que nos rodea, que Jesús vive y
vive entre nosotros, pero que se nos note,
cuando hablemos de Jesús sin cesar y él se manifestará de una manera extraordinaria,
porque donde Jesús llegaba todo lo transformaba.
Ahora les voy a contar un secreto, pero no se lo digan a nadie:
Yo tengo un
nuevo amor, el corazón me late sin parar… Siento
que tengo ganas de gritar al firmamento,
decirle a todo el mundo lo que estoy sintiendo, jamás imaginé poder hallar, él ha dado a mi vida una razón para amar…
Jesús mi amor y más que amor mi dulce paz…
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