Reflexión | Miguel Ángel Munárriz/FA
En Jerusalén
Mt
26,14 - 27,66
«Hosanna
al hijo de David»
Jesús
entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman
como el mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David». Disuelta la comitiva, se
dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta a unos sacerdotes de
alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?» … Al
atardecer se retira a la seguridad de Betania.
El
lunes se dirige al templo y comienza a enseñar desde la escalinata del pórtico
de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la
conversión: «Todavía es tiempo». Aparecen unos sacerdotes desafiantes y
arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer
a los labradores malvados y dará la viña a otros» … A renglón seguido censura
con violencia a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!» …
Se
conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.
El
martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas.
Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una
pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es
del Cesar». Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los
fariseos: «¿Quién es mi prójimo?» ... «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó»
…
Vuelve
el miércoles. Unos fariseos irrumpen en el grupo, abren un claro delante de
Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas
mujeres, ¿tú qué dices?» … Y Jesús se juega la vida —y la pierde— por salvar la
de la mujer, porque los santos fariseos nunca le van a perdonar que les llame
públicamente pecadores. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y
les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis» …
El
jueves, Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida
con sus íntimos: «Yo soy el maestro y el Señor, y os he lavado los pies» …
«Haced esto en memoria mía» … Al acabar la cena, los hombres salen de la ciudad
por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. Me gusta imaginar que
en el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la
seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí
fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma
la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino
la tuya» …
Judas
lo entrega, los levitas y los criados lo prenden y el sanedrín lo condena a
muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?... ¡Ha blasfemado!» …
El
viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de
blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa:
«Nosotros no tenemos más rey que el César». Su suerte está echada; los romanos
lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» …
«¿Por qué me has abandonado?» … «En tus manos encomiendo mi espíritu» …
El
domingo, las mujeres van al sepulcro y encuentran la losa removida y el
sepulcro vacío. Van corriendo a contárselo a los discípulos, pero estos no les
creen. Por la tarde Jesús se presenta dónde están reunidos y les encomienda la
misión «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes».
Publicado
por Feadulta.com
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