Testigos de la Fe | Redacción ADH
“Romero: Ejemplo de santidad para la Iglesia de
nuestro tiempo”
Cada 24 de marzo la iglesia recuerda a Mons. Óscar Romero cuya vida y testimonio constituyen un ejemplo de
entrega y servicio al pueblo de Dios. Nacido el 15 de
agosto de 1917, en Ciudad Barrios, departamento de San Miguel (El Salvador), ordenado sacerdote a los 24 años.
En 1977 fue nombrado arzobispo de San Salvador en un contexto de dura
contienda civil, donde el gobierno ejercía una fuerte represión contra las
guerrillas, proceso del que se veía afectado todo el pueblo salvadoreño.
Producto de esta situación fueron vulnerados los derechos
de muchos ciudadanos, murieron asesinados dirigentes de
movimientos sociales y sindicales, políticos, laicos, sacerdotes, monjas
y ciudadanos “de a pie”.
En su función de Pastor, custodiaba al pueblo denunciando
las faltas graves de ambas partes, pidiendo que se abandonaran las armas y se
garantizara la convivencia en paz.
En la homilía del domingo 23 de marzo de 1980 realizó
un enérgico llamado al ejército y al gobierno condenando la violencia y
pidiendo el cese de la represión en contra del pueblo.
El lunes 24 de marzo aproximadamente a las 6:30 de la
tarde fue asesinado mientras celebraba una eucaristía en la capilla del
hospital Divina
Providencia en Miramonte
de San Salvador.
Su
muerte enlutó al pueblo salvadoreño y a toda la iglesia latinoamericana, pero a
la vez, fue fermento para lograr la justicia y la paz.
El
contexto en que le tocó desarrollar su vida cristiana fue muy particular, se
puede pensar que ya no tiene vigencia su manera de enfrentarse al mismo. Más
allá de todo, su legado consiste en la fidelidad y sinceridad con que asumió su
compromiso de sacerdote y profeta, convirtiéndose en ejemplo de santidad para
la iglesia de nuestro tiempo.
Nos
deja como enseñanza su abrazada caridad, su preferencia por los pobres, débiles
e indefensos, su amor a Jesucristo y a la Iglesia.
El
contexto del mundo actual requiere de hombres y mujeres de fe que, con
valentía, como Romero, defiendan y asuman su responsabilidad en la construcción
de un mundo más equitativo y la realización del Reino de Dios entre nosotros.
"Quienes
tengan a Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e
intercesor, quienes admiren su figura, encuentren en él la fuerza y ánimo para
construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden más equitativo y
digno".
(Papa Francisco, 2018).
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