Vida Humana | María Luisa Berzosa González (Consultora del Sínodo)
¡Llega el verano!
Hablamos
desde el hemisferio norte, donde en la fecha en la que escribo, el 21 de junio,
el calendario marca el comienzo del verano. Son meses esperados largamente para
descansar, salir de viaje y encontrarse con amigos y con familiares a los que
no vemos el resto del año.
Es el
tiempo de las vacaciones, esa palabra mágica que nos evoca cortar con la rutina
diaria, hacer un cambio en el calendario, desconectar del horario de trabajo
que no permite otra cosa.
Es el momento
de detener ese modo de vivir veloz, casi vertiginoso, que tenemos en muchos
ambientes y poderse mirar por dentro a nivel personal, familiar, entre amigos.
Pero no es
fácil pasar del ruido al silencio, de la actividad frenética a la pasividad, de
la mirada superficial a bajar a la hondura del propio yo. A veces decimos, como
Mafalda: «Hoy no tengo ganas de hacer turismo interior». Y vamos dejando esta
impostergable tarea para otro momento que puede no llegar.
Tiempo de
verano, espacio y escenario adecuado para preguntarme cómo estoy, cómo me
siento, por dónde caminan mis deseos, sueños y proyectos, hacia dónde dirijo
los pasos de mi vida. Y de qué modo voy escribiendo cada página de esa historia
única, original, irrepetible, la mía; hecha de veranos y de inviernos, de
otoños y primaveras; de tiempo oscuro donde se gesta algo en silencio que
después brota con fuerza.
El verano,
las vacaciones, el cambio de ritmo, nos invitan también a pensar en quienes no
tienen esta alternativa porque no trabajan. Porque para ellos todo el año es
igual, no hay diferencias entre los meses.
¡Llegó el
verano! Tiempo personal, pero sin olvidar a los demás, cercanos o más lejanos,
que necesitan nuestra mirada acogedora, una sonrisa amable que sostiene en
cualquier época del año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...