Evangelización | Rubén Tornero, LC
Una mirada de amor
Santo Evangelio según san Mateo
14, 13-21. Lunes XVIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del EspÃritu
Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que me regalas para estar en tu presencia. Tú
me conoces. Sabes bien cuáles son los deseos, temores e ilusiones más profundos
de mi corazón. Pongo todo en tus manos. Deseo sentirme y saberme amado por ti.
Dame la gracia de hacer una experiencia profunda y personal del infinito amor
que me tienes. Quiero ser un instrumento de tu amor. Dame la gracia de llenarme
tanto de Ti, que los que me rodean puedan encontrar reflejada en mÃ, al menos,
una pequeña chispa del amor que nos tienes. Amén.
Evangelio del dÃa (para orientar tu meditación) Del santo Evangelio según san Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de
Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y
solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando
Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los
enfermos. Como ya se hacÃa tarde, se acercaron sus discÃpulos a decirle: «Estamos
en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los
caserÃos y compren algo de comer». Pero Jesús les replicó: «No hace falta que
vayan. Denles ustedes de comer». Ellos le contestaron: «No tenemos aquà más que
cinco panes y dos pescados». Él les dijo: «Tráiganmelos». Luego mandó que la
gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y
mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los
discÃpulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta
saciarse, y con los pedazos que habÃan sobrado, se llenaron doce canastos. Los
que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los
niños.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy en el Evangelio me dices que viste a la
multitud y te compadeciste de ella. Quisiera detenerme a contemplar tu mirada.
No es inquisitiva ni acusadora. Los que son mirados por ti, no se sienten
intimidados; al contrario, sienten que tu mirada les sirve de protección. Tu
mirada hacia la multitud nos es como la del espectador que ve en el televisor
una masa casi tan ingente como anónima. Para los discÃpulos era una multitud…
para ti, cada uno tenÃa un nombre; una historia única; un pasado concreto,
repleto de colores, de luces y sombras; unas heridas reales que necesitaban ser
sanadas. Miras a la multitud, miras a cada uno y te compadeces de él. Amas a
cada uno y te duele ver sus heridas, sus desilusiones, sus pecados. Todo. Tu
mirada amorosa llega hasta lo más profundo del corazón y lo sana desde dentro.
Lo mismo quiero experimentar yo. Quiero sentirme mirado y amado por ti. Deseo
experimentar esa mirada cálida y acogedora que todos los dÃas, a cada instante
de mi vida me regalas. No me reprochas nada, tan sólo me miras y me amas. Miras
mi interior: ese problema que tengo, esa situación que no deja ser feliz, esa
herida que me lastima… todo lo sabes ya. Cúrame, Jesús, con tu mirada. Dame la
gracia de mirarme como Tú me miras: aceptando lo bueno y lo malo que hay en mÃ,
sin exagerar ni lo uno ni lo otro. Dame la gracia de mirarme como me miras y
que esa experiencia del amor que me revela tu mirada sea tan fuerte que yo
comience a ver todo y a todos con el mismo amor con que Tú los miras.
«En efecto, Dios dirige su mirada de amor también a cada hombre y a cada
mujer, ¡con nombre y apellidos! Su mirada de amor está sobre cada uno de
nosotros».
(HomilÃa de S.S. Francisco, 8 de mayo de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración,
disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si
crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a tratar de ver todo lo que me pasa y a aquellos que me rodean como
Dios los ve.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentÃsima, MarÃa, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del EspÃritu
Santo.
Amén.
Fuente: somosrc.mx
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...