Salud | Dra. Marcia Castillo
Abrazando la sencillez en el 2024
Cinco pautas según la neurociencia para cuidar tu cerebro
En
un siglo donde los titulares rebosan de palabras altisonantes como neuro prótesis, terapia
génica, farmacogenómica y otras cuasi impronunciables, parece imposible que la
salud psicofísica del ser humano siga descansando sobre los hombros de la
prevención, los cambios habitológicos y retomar el sendero hacia una vida más consciente
y más sencilla. La neurociencia ha llevado estos aspectos al plano científico,
aplicable y demostrable pero, si somos honestos hay un guiño tímido hacia algunas
antiguas doctrinas como el estoicismo o el epicureísmo en estas aseveraciones.
Para
proteger nuestra salud cerebral ¿existe una formula con esta panacea? Hoy se
habla de oxigenantes, antioxidantes, neurotropas micronutrientes y naturalmente
todo podría tener indicaciones específicas, pero algo así como el buscado bálsamo
de Fierrabras si existió no existe más… Abracemos lo sencillo.
1-
Ríe. Cuando reímos, sea genuinamente o practicando
el ejercicio de reír se activan circuitos cerebrales y neuro transmisores
relacionados con el bienestar y la sensación de sosiego. Estudios funcionales
demuestran que al gesticular la risa se liberan serotonina y dopamina, bajan
los niveles de cortisol, activándose más de 400 músculos. Uno no se ríe porque
es feliz uno es feliz porque se ríe.
2-
Abúrrete. No leíste mal, la celeridad de la
postmodernidad enarbola que si no estamos ocupados despilfarramos el tiempo y esto
genera hiperactividad amigdalina (sistema que alerta frente al peligro), los
espacios de ocio, recreación y divagación desaceleran el estado adrenérgico y
activan la red neuronal por defecto (necesaria para crear, generar nuevas ideas
y el fenómeno Eureka). Date una escapada “il dolce far niente”, la
dulzura de no hacer nada, solo vive y respira.
3-
Mens sana in corpore sano una máxima de
Juvenal validada por la neurociencia.
El ejercicio regular
libera, factor de crecimiento neuronal estimulando la neuro plasticidad y los
circuitos neuronales, liberando neuroquímicos que estabilizan nuestro ánimo y
dinamizan nuestro día, además evitan la cronodisrupción (anomalías del ritmo
circadiano).
4-
Recuperando rituales. De las zonas azules (lugares
habitados por centenarios sanos), Okinawa fue la primera estudiada bio epidemiológicamente.
Dentro de las variables resaltaron la preservación de los rituales, claro también
comían orgánicamente, practicaban el arte del ikigai, pero lo que repuntó por
ser casi sagrado, fue la continuidad transgeneracional de los rituales. El área
prefrontal gestiona la cohesión social, nuestro sentido de arraigo pero, también
de trascendencia, sentirnos parte de algo ofrece seguridad activando el parasimpático
y la oxitocina considerada el pegamento social y neuro transmisor de la empatía.
5-
Baja el volumen. Ruidos altos prolongados afectan
nuestra percepción auditiva y el entendimiento verbal alterando nuestras
relaciones interpersonales. Países con sono toxicidad tienen más hospitalizaciones,
IAM, ansiedad y violencia vehicular debido al cortisol exagerado, por eso la
isla de Cerdeña y Loma Linda son otras zonas azules con sus super centenarios y
su super cerebros.
La
cultura líquida promueve la inmediatez y la prontofilia, aquí gana terreno la
práctica fármaco centrista, en vez de una salud cimentada en prevenir y
promover salud preferimos medicalizar la existencia humana. Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes fue médico pero, no
practicó, él dijo “Considero que el cerebro de un hombre
originalmente es como un pequeño ático vacío, y tienes que abastecerlo con los
muebles que elijas”, selecciona tus muebles pero también límpialos y cuídalos.
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