Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Déjala; lo tenía guardado para el día
de mi sepultura
Lunes Santo / Juan 12, 1-11
Evangelio: Juan 12, 1-11
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania,
donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le
ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a
la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y
costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa
se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos,
el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos
denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino
porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
—«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi
sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no
siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí
y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había
resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a
Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Comentario
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por
trescientos denarios para dárselos a los pobres?». En ocasiones se da una falsa
dicotomía entre la atención a los pobres y la atención a la liturgia. Cuando lo
que hay es una unidad ordenada entre ambos: no se entiende la eucaristía sino
para la caridad, y no se puede realizar verdadera caridad sin partir del amor
de Cristo recibido en la eucaristía. Sin Cristo, la atención social es
engañosa: porque no se puede solventar del todo la miseria del mundo, todo socorro
resulta parcial si no se ofrece junto con el amor de Cristo. El pan de hoy,
será hambre mañana, y sólo Cristo da esperanza en medio del hambre. La acción
social no puede hacer que todo vaya bien, pero el amor eterno de Cristo puede
hacer en esa acción social que todo tenga esperanza.
Eso, justamente, es lo que Jesús trata de decir a sus
discípulos a raíz de la pregunta de Judas: «Déjala; lo tenía guardado para el
día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero
a mí no siempre me tenéis». Sin Cristo la miseria de los pobres se vuelve una
compañera insoportable. Con Cristo todo se llena de esperanza.
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