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    jueves, 26 de junio de 2025

    Devoción al Corazón de Jesús y Dilexit Nos


    Nuestra Fe | Angel Ramírez*

     


    Devoción al Corazón de Jesús y Dilexit Nos

     

    Este artículo comenzó a gestarse como una reflexión sobre la carta encíclica Dilexit Nos del Papa Francisco. Sin embargo, mientras avanzaba en su redacción, recibimos la noticia de su fallecimiento. Naturalmente, la escritura se vio interrumpida por el impacto y el recogimiento. Hoy retomo estas líneas no solo con el objetivo original, sino también como una memoria agradecida de Francisco y lo mucho que nos dejó.

     

    En una realidad mundial marcada por la injusticia, la pobreza, la violencia y la indiferencia, males que representan las heridas de un mundo alejado del amor verdadero ¿Qué sentido tiene hablar del corazón, y más aún del Corazón de Jesús?

     

    El Papa Francisco ha querido hablarnos del amor humano y divino del Corazón de Jesús en su encíclica “Dilexit Nos”, “Nos amó”.

     

    Antes de introducir su reflexión sobre el Corazón de Jesús, en la primera parte “La importancia del corazón”, se centra en la significación y relevancia del corazón tanto, en la tradición secular como en la fe cristiana. En la sección «¿Qué expresamos cuando decimos “corazón”?», se explora el significado del término "corazón" desde la antigüedad hasta la perspectiva bíblica. En síntesis, el corazón es la sede de la verdad, el amor, la comunión, el discernimiento y la transformación, tanto personal como social.

     

    El Corazón de Jesús es símbolo del amor divino y humano que Cristo tiene por toda la humanidad. El papa resalta la importancia de esta devoción y la define como “marcadamente cristológica, una contemplación directa de Cristo que invita a la unión con Él”[1].

     

    Señala además que la devoción: “no es el culto a un órgano separado de la persona de Jesús. Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde está destacado su corazón”.[2]

     

    Pero, ¿qué de actual podemos encontrar en su mensaje? Reflexionemos algunos puntos esenciales del documento:

     

    1. El amor incondicional de Cristo: El Corazón de Jesús es expresión del amor total, gratuito y sin condiciones que Dios ofrece a todos.

    “«Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo (Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos» (Rm 8,39). Pablo lo afirmaba con certeza porque Cristo mismo lo había asegurado a sus discípulos: «los he amado» (Jn 15,9.12). También nos dijo: «los llamó amigos» (Jn 1,15). Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponer su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16)”[3]

     

    2. La centralidad del Corazón de Jesús: Esta devoción no es una práctica más, sino un camino para entrar en el misterio del amor de Dios, fuente de vida y salvación.

    “Nuestra devoción al Corazón de Cristo es algo esencial a la propia vida cristiana en la medida en que significa nuestra apertura, llena de fe y de adoración, ante el misterio del amor divino y humano del Señor, hasta el punto que podemos sostener una vez más que el Sagrado Corazón es una síntesis del Evangelio”.[4]

     

    3. Una invitación a la conversión: Contemplar el Corazón de Jesús impulsa a transformar el propio corazón, haciendo nuestras sus actitudes de amor, mansedumbre, humildad y misericordia en las relaciones cotidianas.

    “Necesitamos el auxilio del amor divino. Acudamos al Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y, es la mayor plenitud que puede alcanzar lo humano. Allí, en ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos a amar.[5]

     

    4. Compromiso con el amor activo: El amor de Cristo nos llama a vivir una caridad fundada en buenos sentimientos y sobretodo, concreta, atentos a los demás, especialmente a los pobres, marginados y necesitados.

    Las palabras que Jesús decía indicaban que su santidad no eliminaba los sentimientos. En algunas ocasiones mostraban un amor apasionado, que sufre por nosotros, se conmueve, se lamenta y llega hasta las lágrimas. Es evidente que no le dejaban indiferente las preocupaciones y angustias comunes de las personas, como el cansancio o el hambre: «Me da pena esta multitud, […] no tienen qué comer […], van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos» (Mc 8,2-3)”.[6]


    5. Fuente de esperanza: En un mundo marcado por la desesperanza y el individualismo, el Corazón de Jesús es signo de una esperanza viva y activa, recordándonos que el amor de Dios nunca abandona a su pueblo.

    El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo es capaz de este milagro social”[7]

    En él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de él la salvación de los hombres»”. León XIII, Carta enc. Annum Sacrum (25 mayo 1899).[8]

    El sentido de la vida proviene de la fe en el amor de Dios por la humanidad, un amor que da sentido y meta a la existencia, esta fe impulsa el servicio, manifestado en la caridad y la compasión hacia los demás, como lo hizo Jesús.

     

    En el diario vivir del cristiano, el amor de Dios, manifestado en Jesús y su modo de ser deben constituir el proceder.

    Jesús no es un hombre disperso; su mensaje es claro: Dios es un Padre bueno, y así lo experimenta. Por consiguiente, todos somos hermanos. Bajo esta lógica, el trato a los demás debe ser digno de un hermano.

     

    Es importante acudir a Cristo y a su Corazón, reconociendo la fragilidad y las heridas del propio corazón. En el Corazón de Jesús, ardiente de amor divino y humano, se alcanza la plenitud y se aprende el verdadero significado del amor. Esta relación personal con Cristo se fortalece a través del encuentro, el diálogo y la oración para alimentar la vida de fe.

     

    El amor es el núcleo de esta devoción, ya que el corazón simboliza tanto el centro íntimo de la persona como el proyecto de Dios para la humanidad. Sin embargo, no basta quedarse en los sentimientos humanos de Cristo; es necesario reconocer en ellos la manifestación del amor divino e infinito.

     

    Mantener los ojos fijos en Jesús es fundamental, sin olvidar que Él es el camino hacia el Padre. En este sentido, el Sagrado Corazón se convierte en una “síntesis del Evangelio”[9], llamando a abrirse con fe al misterio del amor divino y humano.

     

    Esta unión con Cristo implica tener sus mismos sentimientos, prestando atención al sufrimiento y a las necesidades de los demás y participando en su obra liberadora.

     

    El devoto está llamado a ser misionero del amor de Dios, tejiendo lazos fraternos. Esto requiere liberarse de la fiebre del mundo moderno, donde el afán de acumular, consumir y distraerse suele desplazar el amor gratuito y desinteresado.

     

    El Corazón de Jesús: Actualidad y sentido para el mundo de hoy

    Hablar hoy del Corazón de Jesús es una invitación a recuperar el verdadero sentido de la existencia, en medio de una sociedad marcada por el individualismo y el consumismo. Esta devoción no es una reliquia del pasado, sino una respuesta viva y necesaria para las inquietudes y desafíos contemporáneos.

     

    Implica no solo la adoración y contemplación, sino también la acción coherente con el Evangelio, reflejando el amor de Cristo en cada aspecto de la existencia. Hablar hoy del Corazón de Jesús es una necesidad urgente. Su mensaje de amor es transformador y su presencia es el centro que el mundo necesita para recuperar la paz, la unidad y el sentido.

     

    *Novicio MSC

     

    ADH 901



    [1] Francisco, Carta encíclica «Dilexit nos» Sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (Santo Domingo: Ediciones MSC, 2024), #70.

    [2]Francisco, «Dilexit nos», #48.

    [3] Francisco, «Dilexit nos», #1.

    [4]  Francisco, «Dilexit nos», #83.

    [5] Francisco, «Dilexit nos», #30.

    [6]Francisco, «Dilexit nos», #44.

    [7] Francisco, «Dilexit nos», #28.

    [8] Francisco, «Dilexit nos», #69.

    [9] Francisco, «Dilexit nos», #83.






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