Nuestra Fe | Angel Ramírez*
Devoción al Corazón de Jesús y Dilexit Nos
Este artículo comenzó a
gestarse como una reflexión sobre la carta encíclica Dilexit Nos del
Papa Francisco. Sin embargo, mientras avanzaba en su redacción, recibimos la
noticia de su fallecimiento. Naturalmente, la escritura se vio interrumpida por
el impacto y el recogimiento. Hoy retomo estas líneas no solo con el objetivo
original, sino también como una memoria agradecida de Francisco y lo mucho que
nos dejó.
En una realidad mundial marcada por la
injusticia, la pobreza, la violencia y la indiferencia, males que representan
las heridas de un mundo alejado del amor verdadero ¿Qué sentido tiene hablar
del corazón, y más aún del Corazón de Jesús?
El
Papa Francisco ha querido hablarnos del amor humano y divino del Corazón de
Jesús en su encíclica “Dilexit Nos”, “Nos
amó”.
Antes de introducir su reflexión sobre
el Corazón de Jesús, en la primera parte “La importancia del corazón”, se
centra en la significación y relevancia del corazón tanto, en la tradición
secular como en la fe cristiana. En la sección «¿Qué expresamos cuando decimos
“corazón”?», se explora el significado del término "corazón" desde la
antigüedad hasta la perspectiva bíblica. En síntesis, el corazón es la sede de la verdad, el amor, la comunión,
el discernimiento y la transformación, tanto personal como social.
El Corazón de Jesús es símbolo del amor
divino y humano que Cristo tiene por toda la humanidad. El papa resalta la importancia
de esta devoción y la define como “marcadamente cristológica, una contemplación
directa de Cristo que invita a la unión con Él”[1].
Señala además que la devoción: “no es
el culto a un órgano separado de la persona de Jesús. Lo que contemplamos y
adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en
una imagen suya donde está destacado su corazón”.[2]
Pero,
¿qué de actual podemos encontrar en su mensaje? Reflexionemos algunos puntos
esenciales del documento:
1. El amor incondicional de Cristo: El Corazón de
Jesús es expresión del amor total, gratuito y sin condiciones que Dios ofrece a
todos.
“«Nos amó», dice san Pablo refiriéndose a Cristo
(Rm 8,37), para ayudarnos a descubrir que de ese amor nada «podrá separarnos»
(Rm 8,39). Pablo lo afirmaba con certeza porque Cristo mismo lo había asegurado
a sus discípulos: «los he amado» (Jn 15,9.12). También nos dijo: «los llamó
amigos» (Jn 1,15). Su corazón abierto nos precede y nos espera sin
condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponer
su amistad: «nos amó primero» (1 Jn 4,10). Gracias a Jesús «nosotros hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído» en ese amor (1 Jn 4,16)”[3]
2. La centralidad del Corazón de Jesús: Esta devoción
no es una práctica más, sino un camino para entrar en el misterio del amor de
Dios, fuente de vida y salvación.
“Nuestra
devoción al Corazón de Cristo es algo
esencial a la propia vida cristiana en la medida en que significa nuestra
apertura, llena de fe y de adoración, ante el misterio del amor divino y
humano del Señor, hasta el punto que podemos sostener una vez más que el
Sagrado Corazón es una síntesis del
Evangelio”.[4]
3. Una invitación a la conversión: Contemplar el
Corazón de Jesús impulsa a transformar el propio corazón, haciendo nuestras sus
actitudes de amor, mansedumbre, humildad y misericordia en las relaciones
cotidianas.
“Necesitamos
el auxilio del amor divino. Acudamos al
Corazón de Cristo, ese centro de su ser, que es un horno ardiente de amor divino y humano y, es la mayor plenitud
que puede alcanzar lo humano. Allí, en
ese Corazón es donde nos reconocemos finalmente a nosotros mismos y aprendemos
a amar.”[5]
4. Compromiso con el amor activo: El amor de
Cristo nos llama a vivir una caridad fundada en buenos sentimientos y
sobretodo, concreta, atentos a los demás, especialmente a los pobres,
marginados y necesitados.
“Las palabras
que Jesús decía indicaban que su santidad no eliminaba los sentimientos. En
algunas ocasiones mostraban un amor apasionado, que sufre por nosotros, se
conmueve, se lamenta y llega hasta las lágrimas. Es evidente que no le dejaban indiferente las preocupaciones y
angustias comunes de las personas, como el cansancio o el hambre: «Me da
pena esta multitud, […] no tienen qué comer […], van a desfallecer en el
camino, y algunos han venido de lejos» (Mc 8,2-3)”.[6]
5. Fuente de esperanza: En un mundo marcado por la desesperanza y el individualismo, el Corazón de Jesús es signo de una esperanza viva y activa, recordándonos que el amor de Dios nunca abandona a su pueblo.
“El
Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos
volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en
este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón unido al de Cristo
es capaz de este milagro social”[7]
“En
él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y
esperar de él la salvación de los hombres»”. León XIII, Carta enc. Annum Sacrum
(25 mayo 1899).[8]
El
sentido de la vida proviene de la fe en el amor de Dios por la humanidad, un
amor que da sentido y meta a la existencia, esta fe impulsa el servicio,
manifestado en la caridad y la compasión hacia los demás, como lo hizo Jesús.
En
el diario vivir del cristiano, el amor de Dios, manifestado en Jesús y su modo
de ser deben constituir el proceder.
Jesús
no es un hombre disperso; su mensaje es claro: Dios es un Padre bueno, y así lo
experimenta. Por consiguiente, todos somos hermanos. Bajo esta lógica, el trato
a los demás debe ser digno de un hermano.
Es importante acudir a Cristo y a su Corazón,
reconociendo la fragilidad y las heridas del propio corazón. En el Corazón de
Jesús, ardiente de amor divino y humano, se alcanza la plenitud y se aprende el
verdadero significado del amor. Esta relación personal con Cristo se fortalece
a través del encuentro, el diálogo y la oración para alimentar la vida de fe.
El amor es el núcleo de esta devoción, ya que el
corazón simboliza tanto el centro íntimo de la persona como el proyecto de Dios
para la humanidad. Sin embargo, no basta quedarse en los sentimientos humanos
de Cristo; es necesario reconocer en ellos la manifestación del amor divino e
infinito.
Mantener los ojos fijos en Jesús es fundamental,
sin olvidar que Él es el camino hacia el Padre. En este sentido, el Sagrado
Corazón se convierte en una “síntesis del Evangelio”[9],
llamando a abrirse con fe al misterio del amor divino y humano.
Esta unión con Cristo implica tener sus mismos
sentimientos, prestando atención al sufrimiento y a las necesidades de los
demás y participando en su obra liberadora.
El devoto está llamado a ser misionero del amor de
Dios, tejiendo lazos fraternos. Esto requiere liberarse de la fiebre del mundo
moderno, donde el afán de acumular, consumir y distraerse suele desplazar el
amor gratuito y desinteresado.
El Corazón de Jesús: Actualidad y sentido para el
mundo de hoy
Hablar hoy del Corazón de Jesús es una invitación a
recuperar el verdadero sentido de la existencia, en medio de una sociedad
marcada por el individualismo y el consumismo. Esta devoción no es una reliquia
del pasado, sino una respuesta viva y necesaria para las inquietudes y desafíos
contemporáneos.
Implica no solo la adoración y contemplación, sino
también la acción coherente con el Evangelio, reflejando el amor de Cristo en
cada aspecto de la existencia. Hablar hoy del Corazón de Jesús es una necesidad
urgente. Su mensaje de amor es transformador y su presencia es el centro que el
mundo necesita para recuperar la paz, la unidad y el sentido.
*Novicio MSC
ADH 901
[1] Francisco, Carta
encíclica «Dilexit nos» Sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo
(Santo Domingo: Ediciones MSC, 2024), #70.
[2]Francisco, «Dilexit
nos», #48.
[3] Francisco, «Dilexit
nos», #1.
[4] Francisco, «Dilexit nos», #83.
[5] Francisco, «Dilexit nos», #30.
[6]Francisco, «Dilexit
nos», #44.
[7] Francisco, «Dilexit nos», #28.
[8] Francisco, «Dilexit nos», #69.
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