Entrevista | Rosa Die Alcolea
Alauda Ruiz de Azúa: «No entendía una
decisión tan radical como la vocación»
Su película Los domingos «no
intenta ser dogmática», asegura. «Era más interesante evocar esos vacíos que
podemos sentir todos y cómo los llenamos»
En la última obra de Alauda Ruiz de Azúa, Los domingos, la vocación religiosa se convierte en el hilo
invisible que une fe, vacío y familia. Lo sagrado y lo cotidiano conviven sin
estridencias, como si la cámara respirara al compás de las dudas humanas. Desde
la intimidad de un convento o una conversación familiar, emergen preguntas:
«¿Hasta qué punto la fe es fe o es llenar un vacío? Ese vacío, ¿lo tenemos
todos? Y si no tenemos fe, ¿cómo lo llenamos?», cuestiona la directora.
—¿Por qué le interesó retratar la vocación religiosa
en la fe católica?
—A mí siempre me había generado mucha curiosidad la vocación religiosa, pero no
encontré la película hasta que no descubrí que, a veces, cuando estas chicas
anunciaban la vocación, generaba conflicto en la familia. Entonces sí vi que
había una historia posible. Mi tendencia, mi interés, siempre está en el viaje
familiar. Aunque al ser un viaje familiar que también toca lo religioso y lo
espiritual, de repente vi que en el proceso creativo ya no solo estaba en este
viaje, sino que había cuestiones de mucha más profundidad.
—¿La inspiró la historia de una compañera que decidió
hacerse religiosa?
—Sí, la curiosidad empezó ahí. Cuando era muy joven,
con 19 años, asistí con cierta distancia a la historia de una chica que ingresó
en una orden religiosa. Y ahí se me generó muchísima curiosidad. Yo no entendía
cómo alguien de mí misma edad tomaba una decisión que a mí me parecía tan
radical. Claro, era muy joven; en aquella época soñaba con hacer cine, pero no
sabía ni cómo. Con todo, esa curiosidad se mantuvo en el tiempo. Luego,
investigando sobre el tema, llegué a ver esa película posible, la que sí que
podía hacer.
Bio
La directora y guionista Alauda
Ruiz de Azúa nació en Vizcaya en 1978. Se licenció en Filología Inglesa por la
Universidad de Deusto y en Comunicación Audiovisual por la Universidad del País
Vasco y se graduó en Dirección de Cine en la ECAM. Tras realizar varios
cortometrajes, dirigió en 2021 su ópera prima, Cinco lobitos. En 2023
firmó para Netflix la comedia Eres tú y en
2024 dirigió la serie Querer para
Movistar Plus+. Ahora estrena Los domingos,
largometraje ganador de la Concha de Oro en el Festival de Cine de San
Sebastián.
—Los domingos pide a gritos no hacer lecturas concretas o
cerradas y muestra un gran respeto por la inteligencia del espectador. Habla a
menudo del cine como un lugar «para evocar», ¿qué quiere evocar con ella?
—La mayor parte es hablar de fragilidades humanas.
Pero, por ejemplo, ¿hasta qué punto la fe es fe o es llenar un vacío? Ese
vacío, ¿lo tenemos todos? Y si no tenemos fe, ¿cómo lo llenamos? ¿Todos
necesitamos creer en algo? Yo diría que sí, pero no siempre ponemos todos la fe
o las apuestas de fe en los mismos sitios. Entonces ahí entrarían el amor, la
familia, los afectos. Yo siempre he intentado explicar que la cinta no intenta
ser dogmática en ninguna dirección, porque para mí era más interesante evocar y
hablar de esos vacíos que podemos sentir todos en un momento determinado y de
cómo los llenamos.
—Tiene un don para hablar en sus largometrajes de
temas muy delicados, que pueden ser conflictivos en el plano relacional,
siempre desde el ámbito de la familia, pero manteniendo una sana distancia con
los personajes. ¿Para usted es una necesidad o un recurso?
—Creo que está más cerca de la necesidad en el sentido
de que yo, ahora que tengo el privilegio de poder contar las historias que a mí
me interesan, las intento mirar desde la honestidad o desde mi manera de
relacionarme con el mundo. Al final es mirar a algo. Y yo estoy más cómoda en
una mirada más humanista, de intentar entender qué nos pasa, por qué hacemos lo
que hacemos; de intentar entender al otro. Entonces, aunque es muy difícil
liberarte de todos los prejuicios que puedas tener, es verdad que cuando ya
estás en un sitio con vocación de entender algo, de alguna manera anulas los
juicios facilones o caer en estereotipos y se produce otro tipo de mirada sobre
los personajes.
–En la obra hay muchísimos temas y aristas. ¿Es su
cinta más ambiciosa? A nivel de guion, ¿sentía necesidad de hablar de todos
esos temas?
—Yo creo que ha sido el proyecto más complejo que he
hecho hasta ahora. Siempre intentas que las historias tengan distintas capas;
pero es verdad que, en esta, a medida que iba escribiendo, salían, más y más,
espejos entre mundos distintos, entre amores distintos. Era muy rico, pero
también había ahí un riesgo de que se perdieran muchas cosas o de preguntas
poco concretas. Mi principal reto fue intentar afinar las preguntas que me
parecía importante que la película sugiriese, destilar lo esencial. Ahí me fui
quedando, claramente, con el mundo familiar y el mundo religioso, siempre desde
la intimidad, desde los interiores de las casas y del convento, desde las
conversaciones más íntimas. Fui decidiendo que iba a construir el filme desde
lo que no se dice, hasta que llega un momento donde este explota.


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