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    domingo, 14 de agosto de 2011

    Economía Solidaria y el FMI

    Hemos definido la economía solidaria como un sistema económico fundamentado en el esfuerzo personal y la cooperación comunitaria, cuyo objetivo es elevar el nivel de vida de todos y cada uno de los miembros de la comunidad funcional, territorial, local, nacional. La economía solidaria es la convergencia de los valores solidaridad, cooperación, bien común, con el sistema económico. Solidaridad, como la concebimos en el humanismo integral, es la vocación de servicio incondicional abierta a todas las personas en cualquier circunstancia grado de carencia. La cooperación es el esfuerzo personal para alcanzar el bien común, entendido como el establecimiento de las condiciones que permiten elevar al mayor nivel de desarrollo posible a todos y a cada uno de los miembros de la comunidad. Elevar el nivel de vida significa ingresos familiares, suficientes para satisfacer las necesidades reales de la comunidad familiar, como también educación en el valor de la austeridad y defensa del medio ambiente tanto físico como social. El ingreso familiar suficiente significa que la suma de todos los miembros de la familia que reciben algún ingreso lo ponen en común y, mediante un presupuesto, se establecen los ingresos comunitarios totales, los gastos comunes detallados, y, los ahorros. La educación sobre el valor de la austeridad es la clave de un presupuesto racional, sea personal, familiar, municipal, institucional o nacional. Es obvio que, siendo la familia el grupo primario por excelencia, es ahí donde se forja el comportamiento de todo conductor, desde los padres y madres de familia hasta los funcionarios estatales y empresariales. La austeridad debemos entenderla, no como una privación o sacrificio, sino como el uso racional de los recursos, de modo que éstos sean usados sólo para la satisfacción de las necesidades reales, que son aquellas que contribuyen a elevar la calidad humana; mientras, se prescinde de las carencias ficticias, producto de las emociones, y que, en general conducen a la degradación de la dignidad humana, como el juego de azar o cualquier otro vicio. La austeridad está íntimamente relacionada con el poder adquisitivo, que supone la capacidad de compra del dinero. El precio de los bienes es inversamente proporcional al poder adquisitivo: cuánto más altos son los precios, menor es el valor del dinero. De manera que el grado de satisfacción de las necesidades no radica tanto en la cantidad de dinero recibido, sino en la adecuada selección de los bienes y el precio que éstos tengan. En cuanto a la adecuada selección de los bienes requiere de una educación del hábito de consumo. Tal comportamiento nos llevará a la comprensión de que, por lo general, los bienes más saludable, los que nos proporcionan los principales elementos nutricionales, como las proteínas y las vitaminas, normalmente, pueden adquirirse a un precio más bajo. Los consumidores educados en la austeridad y en la solidaridad siempre podrán obtener los bienes de la canasta familiar, a un precio menor, a pesar de tres enemigos que los rodean, como son los costos elevados, la especulación y los impuestos indirectos. La especulación no solo altera desproporcionadamente el precio de los bienes sino que, en muchos casos, pone en peligro la vida, vendiendo artículos dañados. Los impuestos indirectos precisamente se conocen con una expresión más popular como impuesto al consumo. Aquí es el Estado que aumenta el precio de los bienes por medio de una carga tributaria. La Economía solidaria la carga tributaria que acepta como justa es el impuesto sobre los ingresos, especialmente los beneficios empresariales. Aún con los enemigos que acechan a los consumidores, éstos tienen la alternativa lícita de organizarse en cooperativas de consumidores o cualquier otro tipo de de economía solidaria con programas de consumo, a partir de un nicho de consumidores. El mercado de nicho es comercio para un grupo específico de consumidores que procuran comprar directamente a productores o mayoristas para reducir a su menor expresión la cadena de intermediarios y, consecuentemente, la especulación. Ese nicho de consumidores podría estar animado del principio de equidad comercial, entendido como la brecha más cerrada posible entre productores y consumidores, de manera que unos y otros se pongan de acuerdo para la compra y venta directa, con el mejor precio para ambos sectores. El cuidado del ambiente ecológico, tanto físico como humano, es una manifestación de salud y vida y, consecuentemente, un instrumento fundamental para el desarrollo integral. Las nuevas cargas tributarias propuesta por el Gobierno, para cumplir las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), denominadas “paquete fiscal”, es empobrecedor en diversos aspectos: reduce el poder adquisitivo, la capacidad de ahorro, inversión, producción y empleo; incrementa la deuda externa, la dependencia y el desarrollo; disminuye el valor de la transparencia y la verdad económica. La política fiscal es el instrumento del presupuesto estatal, y contiene dos variables, que son el ingreso y el financiamiento de los gastos e inversión del Estado. Ya, más de 4/5 parte de los ingresos públicos son impuestos al consumo, lo que disminuye el poder adquisitivo, cuando una sana política, tributaria basada en la equidad, recomienda que no pase de un 50%. Incrementarla es un abuso de poder. La variable financiera razonable se fundamenta en la austeridad y una equidad que establezca un desembolso paritario entre gasto e inversión, como instrumento de desarrollo. Todos sabemos nuestro presupuesto no solo es despilfarrador sino también con una profunda inequidad entre el consumo y la inversión. Lo dicho anteriormente significa que una verdadera reforma fiscal requiere que se reduzcan los impuestos al consumo como también el gasto, mientras se aumentan el impuesto directo, o sobre las rentas, como también la inversión. Queda clara una cosa: el FMI, lejos de plantear una reforma fiscal que favorezca el desarrollo liberador, hace todo lo contrario, para incrementar la dependencia opresora. Ya el Papa Juan Pablo II nos previno, en el número 12 de la Bula “El Misterio de la Encarnación (Incarnationis mysterium): “El género humano se halla hoy ante formas de esclavitud nuevas y más sutiles que las conocidas en el pasado y la libertad continúa siendo para demasiadas personas una palabra vacía de contenido. Muchas naciones, especialmente las más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que ha adquirido tales proporciones que hace casi imposible su pago… se ha de crear una nueva cultura de solidaridad y cooperación”. Los cristianos debemos tomar conciencia de esta realidad, y, desde donde realicemos nuestras tareas cotidianas, ser verdaderos discípulos mensajeros de Jesucristo y convertirnos en agentes libres y liberadores. Humanismo Integral / Ignacio Miranda, ADH 748

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