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    miércoles, 14 de enero de 2015

    ¡Abre tu tienda!

    Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, Misionera Dominica.
    ¡Abre tu tienda!
     
    El Antiguo Testamento llama, en su tradición más antigua, a la casa de Yavé, “tienda”. Se trataba de un espacio sagrado. Era por así decir, como si Dios tuviera un templo en medio de desierto, errante al igual que su pueblo peregrino. A esa tienda también se le llama “tienda del encuentro” o “tienda de la revelación”. Allí Moisés se reunía con Dios para servir de mediador entre Él y su pueblo (Ex 33).
    En el Nuevo Testamento Jesús es presentado como el verdadero templo, la verdadera tienda (Jn 2,19). Es el templo no edificado con manos humanas. Él es la puerta que lleva a la fuente, al encuentro, el Padre. El adviento es el tiempo de vigilancia porque nos anima a la esperanza de quien nuevamente está por llegar: el Emmanuel, la afirmación de que Dios está con nosotros. Y de que Dios está dentro de nosotros habitando nuestra tienda.
    Tanto la tradición bíblica como en la historia de la Iglesia, encontramos comparaciones metafóricas que vinculan “la tienda” a la vida misma de la persona. Por ejemplo, Santa Catalina de Siena nos habla de la celda o del jardín interior: se trata del conocimiento de si mismo, y del camino hacia la interioridad. Se refiere a una actitud: navegar siempre mar a dentro, avanzar sin descanso hacia lo más profundo del alma. Es el espacio de la meditación. En este sentido, aunque estemos trabajando podemos estar en sintonía con la soledad habitada. Para Catalina, una persona fuera de su celda es como un pez fuera del agua.
    Santa Teresa de Ávila considera esta tienda como el “Castillo interior” donde hay muchos aposentos. En el centro está el principal, donde pasan las cosas entre Dios y el alma. La puerta para entrar en tal castillo es la oración.
    En adviento, preparar la tienda, es una clara invitación a reciclarnos en el Espíritu. Cuando vamos a recibir una visita importante nos esmeramos a arreglar la casa de manera especial. Como bien dice el Salmo 127: si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles. Adviento es limpieza del jardín interior que supone, podar todo lo que está sobrando dentro de nosotros para que el Emmanuel tenga espacio y pueda iluminar nuestra vida a su manera. Ese trabajo de podar está vinculado a la esperanza que se fundamenta en la acción y la confianza en el Salvador. ¿Cómo está mi tienda? ¿Cómo está la tuya? ADH 785

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