Apuntes Misioneros | Pedro Ruquoy, cicm
"Escucha mi amigo, escucha en el viento, escucha la respuesta en el viento."
(Richard Anthony)
Uno de estos últimos sábados, temprano en la mañana, una llamada telefónica obscureció todo el fin de semana: "¿Por qué me hizo Dios eso? ¿Por qué se me fue mi hijo de esa manera? ¿Por qué no me dijo nada de sus problemas?....." Siguió un largo y profundo llanto. Era Mama Chantal, nuestra antigua cocinera y amiga de años quien me anunciaba que su hijo acababa de darse la muerte. No pude dar ninguna respuesta y balbuceé cinco palabras sin mucho sentido: "¡Animo Mama! Algún día, sabremos la respuesta."
Peligra la cosecha
Desde el mes de diciembre pasado, está lloviendo casi cada dúa. Hacía años que no habíamos visto tanta lluvia. Hasta el día de hoy, con mucha esperanza y ánimo, todos los campesinos y campesinas se fajan a sembrar maíz en sus conucos. Nosotros también nos animamos y sembramos cinco hectáreas de semillas esperando tener una cosecha suficiente para alimentar nuestra tropa de huérfanos durante un año entero. La sabana brilla de verdura y el lago se engorda poco a poco. Pero unos días después del año nuevo, el Señor Chitaika, quien es el encargado de nuestro rancho, llegó con la cara triste y un puñito de hojas de maíz en la mano: "¡Mire esto! - me dijo - estos animalitos están dondequiera y en pocos días van a acabar con todo nuestro maíz…" No lo pensé dos veces y él y yo, tomamos el camino hacia la ciudad de Kabwe; después de tres horas de baile en los hoyos repletos de lodo, llegamos a la tienda donde se venden los productos químicos destinados a los cultivos. Había una cola bastante impresionante de personas que buscaban lo mismo que nosotros. Compramos unas cuantas botellas de insecticida que, según el vendedor, resolverían el problema una vez para todas. Al día siguiente tempranito, con entusiasmo, aplicamos el producto convencidos de que los famosos insectos iban a desaparecer. ¡Pero no fue así! Nuestro maíz y también él de todos los agricultores del país entero están siendo devorados por un bicho desconocido y despiadado. El Presidente de Zambia prometió regalar una nueva variedad de semillas a todos los agricultores pero todavía estamos esperando. A pesar de la lluvia bendita, los pobres corren el riesgo de enfrentar una tremenda hambruna: ¿Por qué? ¿Por qué siempre ocurre este tipo de desgracia en las naciones pobres? ¿Por qué? De nuevo, no es nada fácil responder.
Hace pocos días, hemos acogido a un pequeño Kasonde. Tiene más o menos siete años de edad y no es huérfano. Lo hemos aceptado en nuestro hogar por un serio problema de salud que lo marginaliza bastante. Desde su nacimiento, Kasonde tiene dificultades para mover la parte derecha de su cuerpo. Según nuestro médico, el niño, al nacer, sufrió un tipo de trombosis. Está con nosotros para empezar a ir a la escuela y para aprender a utilizar su mano izquierda lo mejor posible, especialmente para escribir. Se está integrando en nuestra familia y se esfuerza por hacer todo lo que los demás niños de su edad hacen. Cada vez que él me mira, sonríe y yo no me puedo impedir de hacerme la famosa pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué algunos seres humanos nacen limitados con un problema serio de salud desde el primer día de su vida? ¿Por qué?
La pregunta sin respuesta
Más tiempo paso en África, más ¿por qué? y otras preguntas vitales me vienen a la mente. Y tengo que reconocer que no tengo respuestas. La cantidad de preguntas sin respuesta me hace tambalear y a veces tengo la impresión de no creer en Dios: Si Dios realmente existe, ¿cómo puede permitir tantos sufrimientos? ¡Es una muy antigua pregunta sin respuesta! Sin embargo, me digo que la fe no es una cosa que se puede tener sino más bien un salto en el abismo de la duda, presintiendo que, a pesar de todo, El nos ama. Al fin y al cabo, en la Cruz, Jesús, hundido en un océano de sufrimientos, se atrevió a pronunciar la misma pregunta. "Por qué?:::: ¿Por qué me has abandonado?" Este "¿por qué?" del Hijo de Dios engloba todos nuestros "¿por qué?" sin respuestas.
Todos estos días, silbo canciones de Richard Anthony, quien nació en Egipto y marcó fuertemente mi generación en los años 65. El cantó dos canciones que contienen sólo preguntas:
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A veces me pregunto yo
si en vez de odio y de rencor
no puede hallarse, más amor
A veces me pregunto yo
porque un negro habrá de ser sólo inferior
por su color
si en vez de odio y de rencor
no puede hallarse, más amor
A veces me pregunto yo
porque un negro habrá de ser sólo inferior
por su color
La otra canción tiene otro tipo de preguntas y una pista para esbozar una respuesta:
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¿Cuántos pasos debe un niño hacer
antes de ser un hombre?
¿Cuántas veces debemos miramos hacia arriba
antes de ver el sol?
¿Cuántas lágrimas debe derramar el hombre feliz
antes de que su corazón se despierte?
¿Cuántas lágrimas debe derramar el hombre feliz
antes de que su corazón se despierte?
Escucha mi amigo, escucha en el viento,
Escucha la respuesta en el viento
Escucha la respuesta en el viento
¡Nos toca escuchar el viento porque la respuesta a todas nuestras preguntas está allí. Pero, si me pongo a escuchar el viento que mueve los altos árboles que rodean nuestro orfanato, no oigo nada sino el ruidito de las hojas que se menean al ritmo de la menor brisita. Pues ¿cuál es el viento que debemos tratar de escuchar para encontrar una respuesta a nuestros "¿por qué?"? En la Biblia, el viento de Dios tiene otro nombre: se trata del Espíritu, la fuente de la Vida y del Amor. Este Viento sopla allá donde la gente se ama. Escuchar al viento de Dios con los oídos del corazón significa sencillamente amar. Por cierto, ese amor no nos permite formular respuestas lógicas a todas nuestras preguntas, pero nos da la fuera de vivir la vida con alegría a pesar de todos los sufrimientos que nos habitan y nos rodean. ¡Así que tratemos de escuchar la respuesta de Dios en el Viento que sopla suavemente en nuestra vida! ADH 809.
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