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    lunes, 17 de abril de 2017

    Por una Iglesia Católica servidora

    No es lo mismo ni es igual | Pablo Mella | Instituto Superior Bonó
     

    Por una Iglesia Católica servidora, comprometida y dialogante 

    La Iglesia católica fue durante décadas la institución más confiable de la sociedad dominicana. En encuestas recientes sobre el tema, sin embargo, se ha concluido que ese lugar tan prestigioso ya no le corresponde en exclusiva. El fenómeno se puede deber a varias razones, pero postulamos una explicación entre otras posibles, la que nos parece más razonable: la sociedad dominicana es plural y está en proceso de reforzar una identidad laica que considera necesaria la separación de Estado e Iglesia.
    Si bien los miembros de la Iglesia católica no deben de trabajar con vistas a tener una privilegiada imagen pública, como si se tratara de una empresa que vende un producto, pueden tomar este signo como un desafío para revisar y ajustar el modo en que se hace presente en la sociedad contemporánea. Los evangelios mismos recuerdan varios momentos de la vida de Jesús (entre los que destaca la llamada crisis de Cesarea de Filipo) en los que Jesús evalúa cómo está siendo percibida su misión. A raíz de las respuestas, Jesús, con mucha libertad, reorienta el rumbo y marcha hacia nuevas fronteras pastorales.
    Si se estudia desde la teología pastoral las acciones simbólicas y los discursos del papa Francisco se puede aquilatar una figura apropiada de la Iglesia católica para el siglo XXI. Se concluiría, básicamente, que la presencia de la Iglesia católica en el mundo de hoy debe caracterizarse por el servicio humilde a la sociedad, el compromiso con las causas más justas y una actitud dialogante al abordar los temas que preocupan a la opinión pública.

    Más allá de la popularidad
    Al poco tiempo de su elección, el papa Francisco se convirtió en el personaje más popular del mundo. El fenómeno no debe admirarse meramente como un apetecible rating de popularidad, sino como el signo de un mundo justo que está aún por construirse y que la humanidad anhela. En los años anteriores a la irrupción de la figura de Francisco, la Iglesia católica perdía credibilidad a nivel mundial. Su figura se volvía cada vez menos atractiva por su actitud de condena y de superioridad moral, actitudes opuestas a las que vivió Jesús de Nazaret, según la memoria que tenemos de él por el testimonio de los evangelios.
    El papa Francisco ha conectado con el elemento central del mensaje cristiano, que se manifestó en la persona misma de Jesús. Ese elemento central resulta único entre todas las religiones del mundo. La teología de la Iglesia lo ha denominado con la palabra encarnación.  Si, de acuerdo a la fe cristiana, Dios se ha hecho hombre es porque ama entrañablemente al mundo y quiere participar humildemente de las búsquedas humanas. El cristianismo es más un camino de libertad y de amor que una religión de la pureza cargada de listas condenatorias, como la de aquellos grupos de fariseos que Jesús enfrentó. Todavía resuena en la opinión pública la frase de Francisco al ser cuestionado sobre la homosexualidad en los primeros meses de su pontificado: “¿Quién soy yo para juzgar?”. Si la comunidad de creyentes quiere ser cristiana, deberá asumir esa misma actitud de base. Una Iglesia cristiana que no se encarne en su realidad recibirá la misma observación crítica que recibieron los apóstoles en el comienzo de la misión de la Iglesia al experimentar a Jesús resucitado: “Galileos, ¿qué hacen mirando al cielo?”.

    El amor entrañable por el mundo se expresa hoy de manera privilegiada en la sensibilidad ecológica. De ahí la gran aceptación que ha tenido a escala mundial la encíclica Laudato Si’.  Solo en República Dominicana se vendieron unas 20 mil copias en el primer año de su publicación. A partir de una reflexión ecológica actualizada, el Papa aborda temas bien tradicionales de la moral social católica como lo son el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad. En efecto, un enfoque integral de la ecología no puede dejar de lado el análisis de las estructuras sociales en la que interactúan los seres humanos. No siempre se explicita que existe un modo de creación y apropiación de la riqueza que demanda intrínsecamente la explotación indiscriminada de la naturaleza.
    Sobre esta sensibilidad por la suerte del mundo como un todo querido por Dios, el Papa ha abordado el delicado tema de la corrupción. Si hay corrupción, es porque no se cree en el destino universal de los bienes ni en la función social de la propiedad. Ya en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium,  que constituye por así decirlo su plan de gobierno, el Papa dejó establecido claramente un vínculo entre globalización capitalista, absolutización del mercado, especulación financiera, desmantelamiento del Estado, afán desmedido de riquezas, daño a la ecología y corrupción: “A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta” (EG, n. 56).

    Inclusión Social
    El Papa también se ha destacado por su compromiso con las personas socialmente excluidas, que hoy se manifiestan de manera especial en los rostros de millones de personas que se ven obligadas a migrar de sus tierras de origen por diversas razones. Las campañas exitosas de los beneficios que trae la globalización capitalista ocultan ese drama humano de alcance planetario que es la exclusión social de millones de personas con su concomitante desarraigo. La exclusión social sigue siendo de interés en República Dominicana, sobre todo cuando las políticas sociales son asociadas a una figura presidencial benefactora y paternal que es construida mediáticamente con esmero por equipos especializados y que impacta sorpresivamente a poblaciones carenciadas.  La exclusión social se sigue profundizando en el país después de las componendas que siguieron a la penosa sentencia 168-13, que logró confundir el tema de la nacionalidad con el tema migratorio actual. El tema sigue intacto, si se presta atención a los procesos mentales que sustentan las declaraciones ofrecidas a la prensa por los constructores a sueldo de efemérides patrias con motivo del bicentenario de Francisco del Rosario Sánchez. ¿Por dónde entró Sánchez a entregar su vida? ¿No fue por la frontera con apoyo de algunos sectores políticos haitianos?

    Exclusión y Corrupción
    Dada la importancia que tiene el tema de la corrupción en estos momentos, cabe señalar que el papa Francisco también establece un vínculo entre esta y la exclusión social: “Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes”. (EG, n. 60). En efecto, en buena medida, la corrupción explica el drama de miles de personas excluidas de la gran riqueza que exhibe el mundo contemporáneo y la necesidad de políticas asistenciales clientelistas.

    La necesidad de los movimientos sociales
    Un último aspecto a destacar, para concluir, es la importancia dada por el papa a los movimientos populares. Su preocupación por los pobres no se hace de manera paternalista, sino que se acerca a ellos como interlocutores válidos. Como tales, los pobres cuestionan las estructuras de la Iglesia y la obligan a cambiar; pero también deben cambiar ellos mismos. Quien se encuentra en una situación de exclusión social también ha de comprometerse en el cuidado de la Casa Común que es el Planeta, porque también él se ve tentado a seguir los ideales de la sociedad de consumo exacerbada por la globalización del capital.
    En el pasado mes de marzo, los centros sociales jesuitas organizaron una conferencia sobre el significado de la figura del papa Francisco para la sociedad dominicana. Plantearon que  esta figura invita a los miembros de la Iglesia católica en República Dominicana a asumir de manera más comprometida las enseñanzas del Maestro Jesús. Más que condenar a quien cae, se trata de cultivar un amor sin divisiones que defienda preferencialmente la vida de quienes se ven excluidos de las crecientes riquezas que produce la economía de mercado global. Este amor es el mismo que llevará a amar y respetar el mundo que compartimos de manera entrañable, empoderando los movimientos populares contra la corrupción y fortaleciendo la función social (no providencial) del Estado. Adh 811.

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