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    martes, 2 de mayo de 2017

    Jesucristo enlutado relumbró al resucitar

    Reflexiones | Obispo Emérito Iglesia Episcopal/Anglicana 


    JESUCRISTO: el horizonte enlutado relumbró al resucitar  
    Jesucristo es el horizonte entre cielo y tierra. La Encarnación de la Palabra o Verbo de Dios en la joven María de Galilea. (Juan 1:1); nacido en un año de los primeros cinco de la era (a.C., Antes de Cristo o Era Común). Fue muerto en una cruz en la colina del Gólgota, en las afueras de Jerusalén. un viernes 20 o 21 de marzo; Fue juzgado, y crucificado por las intrigas de los jefes de los sacerdotes judíos, el Sanedrín (Corte Suprema de la ley judía), y Poncio Pilatos, (el representante de los Cesares de Roma).  
    Dieron muerte a Jesús el Nazareno, para tratar de terminar su singular testimonio de profeta, sanador de quebrantos, conmiseración  con seres humanos de todas clases, inspirador de renovados alientos, por su  templada pasión, y su afirmación: “que era el Mesías, el Hijo de Dios”. (Mateo 26:63).
    Su cuerpo yació confinado en la oscuridad del sepulcro por tres días; pero relumbró al resucitar el Domingo de Pascua. Esto sirvió para dar seguridad de la fe,  esperanza, y el  inquebrantable amor de Dios por los que le aman. Fue sacrificado por los que creen en Él, y ha quitado los pecados  conforme al  Plan Divino. Por su muerte ha destruido la muerte, y por su victoria,  su luz destella al resucitar,  iluminando al mundo por toda la eternidad.
    El horizonte es la percepción visual que vemos donde el cielo y la tierra se unen en una línea, al mirar desde un lugar distante.
    Jesús es el horizonte espiritual, la real manifestación del Creador en el mundo; la conexión del cielo y la tierra, ya que “Cristo es la imagen visible de Dios que es invisible”. (Colosenses 1:12).
    La línea de visión del horizonte puede ser vista y concebida como una realidad que podemos ver, pero jamás alcanzar; sin embargo, Jesucristo, el horizonte espiritual de la humanidad está siempre con los que creen en Él, mantienen la fe viva, y la determinación de consagrar la vida a Él en espíritu y verdad.
    Los cristianos decimos que Jesucristo es en verdad nuestro horizonte espiritual; pues, en Él, Dios se humanizó en la Encarnación. Hay encuentro entre la Divina Inmortalidad y la humanidad mortal.
    El Verbo encarnado es el horizonte espiritual, porque lo celestial se une a lo terrenal. Dios es enraizado en lo humano que potencializa con su presencia real y lo celestial es fecundado en lo terrenal. La dinámica de la bondad y el amor se infunden en la debilidad para crear el “Nuevo Adán”, y así propiciar la reivindicación, la redención y salvación de los seres creados en principio a imagen y semejanza del Creador, para así, devolverlos a su primigenia condición en el génesis de la existencia.
    Con la resurrección de Jesucristo “la muerte  ha sido devorada por la victoria”, (Corintios 15: 55); por eso los cristianos cantan aleluyas, y demos gracias a Dios que nos ha dado la victoria por medio de Jesucristo nuestro Señor”.  (I Corintios 15: 57).

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