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    viernes, 4 de mayo de 2018

    La Eucaristía

    Valor del Mes | P. Juan Tomás García, msc 

    EUCARISTÍA, “Yo soy el pan que da la vida” (Juan 6,35)


    Si el valor del mes de abril ha sido La Vida, en mayo estamos llamados a hacer conciencia sobre aquello que mantiene despierta la vida. Lo que alimenta, anima y sostiene la vida cristiana es la Eucaristía. Al final de mayo estaremos celebrando el Cuerpo y la Sangre de Cristo, o sea, su ofrecimiento como comida que nos fortalece para poder vivir y trabajar.

    Yo soy el Pan que da Vida (Juan 6,35). Sin alimento no hay vida, ésta se debilita hasta sucumbir. Hace 525 años que la Iglesia nos viene acompañando en esta Isla, celebrando los sacramentos, y muy especialmente el Sacramento de la Eucaristía. De aquí que la Iglesia Dominicana se fije en la Eucaristía, mientras prepara la etapa siguiente en el itinerario del Tercer Plan Nacional de Pastoral.
    Hambre y Pan
    Las comunidades cristianas organizadas en nuestras parroquias y diócesis no están exentas de problemas, dificultades y cuestionamientos. Hambre y sed nos abruman por todos lados. Al tratar de avanzar con las prácticas del Tercer Plan de Pastoral encontramos innumerables obstáculos que van desde la falta de comida, y por ello la lucha diaria por sobrevivir, hasta el punto de no tener tiempo de organizarse en comunidad, hasta la falta de gusto por la vida que crea personas depresivas que pierden la capacidad de valorar lo comunitario y trascendente. El mundo está metido en una gran batalla por lo material. ¿Cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan es indispensable para vivir. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie. Jesús lo sabe. El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.
    Pero Jesús quiere despertar en sus seguidores un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Nosotros tenemos hambre de honestidad e igualdad. Jesús se presenta como ese Pan que viene de Dios, no para hartarnos de comida sino "para dar vida al mundo". Este Pan, venido de Dios, "perdura por la eternidad". Jesús se presenta como ese Pan de vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar a vivir algo que no terminará con nuestra muerte. Seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora. "Señor, danos siempre de ese pan". Si en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos de la vida que es Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien nuestra relación con Jesús. Todo en la Eucaristía está ordenado a la comunión, y todo en la eucaristía tiene sentido en relación con la comunidad.
    “El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios ‘el pan de cada día’ para todos. Pero el ser humano necesita algo más…
    Eucaristía y Comunidad cristiana
    La Iglesia está compuesta de comunidades. Es comunidad de comunidades. La Comunidad Cristiana vive la fe en la Eucaristía que alimenta la vida. La gente necesita a Jesús y lo busca. ¿Cuál es el motivo de que la gente se sienta tan atraída por Jesús? Según el Evangelio, la gente busca a Jesús porque le da vida, le alimenta y sacia sus hambres. Jesús se detiene ante las personas y descubre sus necesidades. Él es el pan que da la vida. El pan material es muy importante. Él mismo les ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero el ser humano necesita algo más. Jesús se ofrece como el alimento que puede saciar para siempre su hambre de vida. Tomen coman, tomen, beban todos, este es mi cuerpo, esta es mi sangre.
    Abrir nuevos horizontes
    Al vivir el sacramento de la Eucaristía, Jesús continúa abriéndonos nuevos horizontes. A nosotros se nos exige ir más allá de los cumplimientos, somos invitados a creer en Jesús y en su mensaje. Él es quien sostiene para siempre nuestra vida. La fe y la identidad cristiana están en aprender a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Jesús. Nos vamos haciendo cristianos en la medida en que aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. Para ello celebramos la Eucaristía en comunidad. Ser cristiano exige hoy una experiencia de Jesús y una identificación con su proyecto que nos una a él de manera interior de forma que no podamos prescindir de su presencia como alimento. La Eucaristía nos fortalece para subsistir en medio de la sociedad. Como comunidades cristianas necesitamos cuidar más que  nunca la adhesión y el contacto vital con Jesús en la Eucaristía.
    Eucaristía y combate del Hambre
    Reflexionando sobre la Eucaristía y su importancia para la vida personal y para la vida de la Iglesia tenemos que preocuparnos de las razones que pueda tener la gente para desvincularse de este sacramento. ¿Por qué dejan las personas de participar en las celebraciones eucarísticas de nuestras comunidades? No podemos decir que ya no hay hambre. Posiblemente no nos demos cuenta o nos hacemos que no sabemos, pero es grave lo que sucede en este sentido, no podemos ser indiferentes ni sentirnos “satisfechos”. La Iglesia ha de buscar la manera de que la Eucaristía guarde su capacidad de atracción. No debemos solamente creer en Jesús, sino que tenemos que alimentarnos y nutrir nuestra vida de su misma persona.
    La eucaristía es una experiencia central en los seguidores de Jesús. Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Quien se nutre de la Eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro. Como Iglesia debemos trabajar para que todos los que quieran puedan disfrutar de la Eucaristía como un regado de Dios. Algo tenemos que hacer para que más personas aprovechen el regalo de la Eucaristía. Tenemos que reformar la liturgia para que nuestras celebraciones comuniquen vida e inviten a vivir la fraternidad. ¿Cómo cuántas personas viven en tu comunidad y cuantos participan de la Eucaristía? ADH 823.


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