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    miércoles, 20 de enero de 2021

    Gladys Jacobo, Amiga

    Perfiles | Dra. Miguelina Justo


    Gladys Jacobo, Amiga

    No recuerdo cuándo exactamente conocí a Gladys, mas tengo la certeza de que fue en la casa de las Altagracianas, en Los Prados, Santo Domingo. Ahí fue. Mi encuentro con Gladys fue regalo del cielo.  ¡Cuántos momentos agradables viví junto a esta maravillosa mujer de Dios! Después de la Eucaristía, la fiesta seguía a su lado. Hablamos de la fe y de las dudas, de las heridas que se resistían a sanar y del amor que era consuelo.

    Ella era una mujer como cualquiera y como ninguna. Nació en Santiago de los Caballeros, el 9 de mayo de 1934, siendo la tercera hija de Juan Jacobo y Cristina Polanco. Maestra por vocación y profesión, se graduó con los máximos honores de la Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Fue directora del Colegio Santiago Apóstol en San Pedro de Macorís, y, en Santo Domingo, fue sub-directora general del Instituto Politécnico Santa Ana y directora del Colegio Nuestra Señora de la Altagracia, Los Prados. Gladys entregó su vida por completo a Dios, haciendo su primera incorporación al Instituto Secular Nuestra Señora de la Altagracia en 1964, del cual fuera directora general en varias oportunidades. Fue hija, hermana, tía, maestra, directora, profesora, catequista, amiga, y todos estos roles los desempeñó sabiéndose amada por el Padre y comprometida a hacer realidad su Reino entre los más necesitados. Amaba a la Iglesia y se sentía hija querida de ella, pero como adulta, madura y libre, no era ciega ante las debilidades de esta institución que fue para ella casa y camino.

    Yo disfrutaba enormemente su compañía. Era remanso para mi alma estar con ella. Su voz pausada, su calidez, calmaban cualquier tormenta. Ella era un árbol con raíces profundas, frondoso, de ramas que se movían con suavidad al ritmo de la vida. Era extraña, eso me parecía; estaba en el mundo, pero no era del mundo[1].  Gladys era una mujer de acción y oración. Generosa, fuerte y sensible; alegre, como el rocío tranquilo de la mañana. Plena de esperanza. Así era mi amiga. Humilde, segura, valiente.

    Fuimos amigas durante más de 20 años. La lejanía física nunca nos distanció. Las palabras de afecto y cariño sinceros atravesaron los mares y las montañas. A lo largo de ese tiempo, pude ver cómo su cuerpo se empequeñecía, su andar se iba haciendo más lento, y su cabello se tornaba blanco como el algodón. Sus sabias palabras, sin embargo, seguían iluminándolo todo, haciendo inverosímil la fragilidad del cuerpo que habitaba. Ella era eterna para mí. Por eso, cuando me dijeron que estaba gravemente enferma, me vi forzada a imaginar un mundo sin ella. Y su Pascua llegó, y con ella el descanso de su cuerpo y una ausencia.

    Víctor Frankl escribió “En el pasado, nada está irrecuperablemente perdido, por el contrario, todo está irrevocablemente almacenado y atesorado” (p. 151)[2].  

    Así estará todo lo vivido junto a ti, Gladys.  Nada se perderá en el laberinto de mi mente, permanecerá en mi corazón como prenda valiosa. Conmigo se quedarán tu sonrisa, tus ojos vivaces y, sobre todo, el amor, ese que no pasa, ese que es más fuerte que la muerte y el olvido.  ¡Gracias por ser resurrección!
    Pies de foto:
    Gladys Jacobo feliz, al celebrar los 50 años de su incorporación al Instituto Secular Nuestra Señora de la Altagracia, el 21 de enero de 2014 en el templo de la parroquia Nuestra Señora del Sagrado Corazón. ADH 822. Publicado 4 de mayo de 2018.





    [1] Parafraseo acá a San Pablo, en la segunda carta a los Coríntios, capítulo 10, verísulo 3
    [2] Frankl, V. (1984).  Man´s search for meaning. (3era). New York: Touchstone Edition




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