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    martes, 19 de marzo de 2019

    San José era justo


    Predicación | Fray Juan José de León Lastra*




    San José era justo 

    La persona de san José es entrañable. Basta lo poco que los evangelios nos dicen de ella para que esté presente en la Iglesia a lo largo de la historia. ¡Cuántos cristianos llevan el nombre de José, de María José, de Josefa! Su imagen está presente en la mayoría de nuestras iglesias. Existen institutos religiosos que llevan su nombre; otros lo llevan unido a María y Jesús, Al constituir la Sagrada familia. Se ha desarrollado una teología sobre su persona, la “Josefología”, que estudia el papel de san José en el misterio de la salvación. La Iglesia lo ha considerado como patrón especial de ella, pues la protege como protegió a su fundador, a Jesús de Nazaret. Pensando en que tuvo junto a sí en el momento de su muerte a María y Jesús, se le venera como protector especial de quien está al borde de la muerte. Porque fue un trabajador manual, artesano o carpintero, es patrono del mundo del trabajo; por ello se le celebra en la liturgia la fiesta de Jesús Obrero. Establecer su día como día de precepto dominical es manifestación del relieve de su persona en la espiritualidad de la Iglesia.


    Hombre justo
    Es el título que le dedica san Mateo en su evangelio. Justo son llamados Zacarías, el padre de Juan Bautista, Simeón el anciano que acoge a María y José en el templo cuando presentan a su hijo. “Justo” viene a ser hombre bueno, que para los judíos implicaba, hombre querido por Dios, porque él contaba también con su Dios. Una de las bienaventuranzas dice “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”. La justicia a la que se refiere es la que Jesús nombra cuando dice: “buscad primero el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”. Es pues lo esencial del Reino de los cielos, o sea de de la humanidad que predica: justo es quien resume en su persona los valores del Reino: amor, misericordia, referencia en la vida a Dios… Jesús exige a sus discípulos: “que vuestra justicia no sea igual que la de los escribas y fariseos”, porque lo que está mandado cumplir ha de ser reflejo de los sentimientos, de amor, de perdón, de misericordia hacia el hermano. Así fue el justo José el esposo de María. Lo indica Mateo en su evangelio, porque era justo acogió a María, aunque no había participado en la concepción de quien María llevaba en su seno: la quería y por encima de la evidencia creyó en ella, en el milagro que en ella se había realizado.

    Hombre de fe
    San Pablo en la segunda lectura presenta la figura de Abrahán, el padre en la fe, que “creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchas naciones… por eso le fue computado como justicia”. De nuevo el término justicia para indicar la bondad, que a su vez se funda en creer más en lo que Dios le dice que en las evidencias. Esa intimidad con Dios de san José en el evangelio de san Mateo queda expresada en el contacto con “su ángel” en el sueño. En el sueño Dios le pide que acepte a María como esposa; en el sueño le ordena Dios que abandone Judea y se vaya a Egipto para salvar al Niño, y en sueño le ordena que vuelva de Egipto a Galilea, y no se quede en Judea. El sueño es la expresión bíblica de la intimidad con Dios que le permite descubrir cuál es la voluntad divina. Eso es la fe.

    Esposo de María, educador de Jesús
    Y es educador de Jesús desde su unión esponsal con María. Con María vive la incertidumbre de cómo actuar ante los sorprendentes hechos que suceden en torno a Jesús. De manera lo expresa Lucas cuando Jesús, con doce años, se aparta de ellos en Jerusalén y tras tres días lo encuentran en el templo rodeado de doctores. Al reproche que le hacen por no haberles avisado, la respuesta de Jesús “tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre”, respuesta que no entendieron. Lo que no evitó que, como dice también Lucas, Jesús crecía sometido a ellos. Es decir, ellos cooperaron al crecimiento de Jesús “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.

    Hay que resaltar esto en nuestra sociedad donde abundan matrimonios rotos: el amor entre los esposos es el factor más relevante en el proceso de educación de los hijos, nada puede sustituirlo.  Un proceso que se basa en que el niño perciba la fuerza del amor entre sus padres, amor que se extiende a él; y desde el amor incorpora la obediencia a ellos, como factor educativo. En la carta de los Hebreos se dice que “Jesus aprendió sufriendo a obedecer”.

    José humilde carpintero
    Así le consideraban sus paisanos de Nazaret. Carpintero y humilde. Pasa desapercibido, como María y Jesús. Por eso se nos hace quizás más atractivo. La sencillez, la humildad atraen. Atraen porque iluminan, no deslumbran como aquellos que buscan brillar. Su familia vive del trabajo de sus manos en compañía de María que realiza su trabajo también. En algún momento creemos que con la ayuda de Jesús.

    El trabajo construye a la persona, porque es ante todo desarrollo de nuestras capacidades, de lo que de nosotros se puede esperar. Su efecto no es sólo un salario o un modo de acceder a lo necesario para vivir, sino que ayuda a ser. Así el trabajo no es el castigo por el pecado, que se puede derivar de la expresión “comerás el pan con el sudor de tu frente” del Génesis, es el modo normal de ir construyendo la persona y de poner al servicio de los demás lo que puede ayudar a formar una comunidad familiar y social de verdad humana. Por eso, como recordamos, san José es patrón del mundo del trabajo.

    * Predicación, www.dominicos.org.

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