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    martes, 18 de febrero de 2020

    Además de predicar, Jesús echa los demonios

    Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, mdr. 


    La Misión de Jesús en Galilea: Una reflexión a partir del Evangelio de Lucas
    (4,14-44; 5,1-9,62)

    ADEMÁS DE PREDICAR: JESÚS ECHA A LOS DEMONIOS (LUCAS 4,33-37)  (3)

    La postura de Jesús es coherente en los 4 evangelistas pues, de hecho, hay un solo evangelio. En este sentido, entre sus enseñanzas, se consideran que, cuando no lo quieran en un lugar, donde lleguen a misionar, se sacudan el polvo de los pies y se marchen (Mateo 10,14). De la misma manera, en secuencia con el texto anterior, él se marcha a otra población de Galilea, llamada Cafarnaún (Lucas 4,31). Lo que más llamaba la atención de la gente, era que Jesús “hablaba con autoridad” (v.32). Veamos que esta autoridad no se hacía sentir en los espacios de predicación, sino para expulsar a los demonios. Quiere decir, que expulsarlos, también está dentro del proyecto misionero.

    El texto y las escenas (Lucas 4,33-37):

    Nombre de la escena
    Referencia del texto
    Identificación del demonio dentro de la sinagoga:
    un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo y se puso a gritar a grandes voces
    Los demonios identifican a Jesús y le cuestionan
    «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
    Jesús tiene la última palabra autorizada
    «Cállate y sal de él.»
    El demonio se somete a la autoridad de Jesús
    El demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño.
    Constatación y afirmación de los testigos oculares
    Todos quedaron pasmados y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y los hace salir.
    Fundamento de la fama de Jesús
    Así que su fama se extendió por todos los lugares de la región.

    Espiritualidad misionera (Lucas 4,33-37):

    No pocas veces limitamos la misión al anuncio, la predicación, pero, el texto estudiado nos muestra que esta misión también implica la expulsión de los demonios. ¿Quiénes son los demonios? En la Sagrada Escritura ellos se presentan como una fuerza que intenta luchar contra la obra de Dios. Es un plan a parte del proyecto de salvación. Si Dios es paz, el demonio es agresividad, como bien se testifica en el endemoniado de Gerasa, que tenía su víctima desnuda, ambulante, entre los sepulcros, sujetada con cadenas y grillos, porque son legión (Lc 8,26-39).

    La figura del demonio se concretiza mediante acciones concretas que buscan: dividir, provocar, crear duda, confusión, doblez, mentira, doblegar, oprimir, atormentar, morir... Interesa destacar que este espíritu, en Lucas 4,33-37 estaba dentro de la sinagoga, o sea, dentro de los hijos de Dios, reunidos para alabar. El diablito estaba presente para hacer su propósito. Sabiendo que a Dios no puede atacar directamente, entonces decide introducirse en medio de sus elegidos.

    Todo parece indicar que el dominio estaba tranquilo hasta que identificó a Jesús y se puso a gritar. Hasta el momento del texto, Jesús no había hecho ni dicho nada, pero su presencia molestaba furiosamente a los demonios, y los hizo gritar a voces. Los demonios reconocen el límite de relaciones: no hay comunión entre Jesús y ellos, por eso le cuestionan: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos?” (v.34). Seguidamente, el demonio deja de hablar en plural, y prosigue en singular afirmando: “Sé quién eres: el Santo de Dios” (v.34). También en el caso del endemoniado de Gerasa, el enemigo identifica a Jesús: “Al ver a Jesús, se echó a sus pies preguntándole ¿qué tengo yo contigo, Jesús, hijo de Dios Altísimo?” (Lc 8,28).

    Jesús sale en defensa de la santidad de Dios y de sus hijos, quiere limpiar todo, y por eso habla más fuerte que ellos, quienes, como legión, no tienen la última palabra: “Cállate y sal de él” (v.35), les dijo. Jesús es el libertador. Liberta el cuerpo de ese hombre, que ni nombre tiene, porque lo que importa es rescatar a la persona humana de las asechanzas del enemigo. Le habló, con tanta autoridad, que salió sin hacerle ningún daño a la víctima (v.35). En el caso del endemoniado de Gerasa, Jesús expulsa tal legión a una manada de cerdos, porque esos espíritus no suelen estar sin cuerpo (Lc 8,33). Con todo, ni los cerdos lo soportan y, despeñándose, murieron ahogados. 

    También se narra el endemoniado epiléptico (Lucas 9,37-43), hijo único. Jesús tuvo compasión, pues el maligno se apoderaba de él haciéndole daño. Los discípulos no pudieron expulsarlo. Nuevamente el demonio grita cuando se acerca la presencia de Jesús con signos de violencia. Pero Jesús lo increpa, libera al niño, y lo devuelve a su padre. Este gesto se convierte para los presentes en un signo de la grandeza de Dios.

    ¿Qué nos provoca el texto? (Lucas 4,33-37):

    El mal está en todos lados, pero la presencia de la gracia de Dios es mayor. Todos los misioneros han de llevar con tal fervor la Palabra que esta sacuda todos los rincones humanos donde se pose la maldad, nido del demonio. La Palabra de Dios, tiene autoridad, libera de los tormentos opresores, de manera que la persona recupere su calma y su paz.

    Los médicos curan el cuerpo, pero los misioneros de la Palabra curan el alma. No hay mayor ganancia que un alma en paz, en salud espiritual, disponible y apasionada para hacer la voluntad de Dios. 

    En este sentido nos preguntamos:

    1.     ¿Pido la luz del discernimiento para distinguir el espíritu bueno del espíritu malo?
    2.     ¿En qué sentido el mal espíritu puede lastimar no sólo a los misioneros, sino a la propia misión? ¿en qué se refleja?
    3.     ¿De qué necesito ser liberado para estar más enteramente en la misión?
    4.     ¿Estoy dispuesto a enfrentar, en el Nombre de Jesús, todas las fuerzas malignas que deseen estropear la misión?
    5.     En la dinámica social, política y religiosa de nuestro país, ¿dónde y cómo se reflejan las asechanzas del enemigo? ADH 836

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