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    sábado, 18 de abril de 2020

    ¿Conoces la historia de Tommy?

    Casa de Luz | Lic. Juan Rafael Pacheco


    ¿Conoces la historia de Tommy?

    Mi amigo José me contó que siendo ya estudiante de bachillerato, vio un viernes a un compañero de regreso a casa con todos sus libros, aún los que usualmente permanecían en el colegio. “Es un zoquete. De seguro no hace más que estudiar”, pensó mientras recordaba el juego de pelota que habían planificado para el sábado y la fiesta de esa noche. “Allá él”, y siguió su ruta. 

    “Poco más adelante, --continuó José-- un grupo de conocidos corrió hacia el muchacho tumbándole los libros y empujándolo al suelo. Sus espejuelos volaron. Pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Corrí a ayudarlo mientras gateaba buscándolos. Estaba llorando.

    Toma tus lentes –le dijo--. ¡Esos muchachos no son más que unos locos!

    Entonces él me miró diciéndome: ‘¡Oye, gracias!’ y en su cara una sonrisa de gratitud. Lo ayudé con los libros. Vivía cerca de casa. Se llamaba Tommy y era nuevo en el colegio. Parecía buena gente. Lo invité al juego del sábado. Estuvimos juntos todo el fin de semana.  Mientras más conocíamos a Tommy, mejor nos caía.

    Ese lunes Tommy regresó con la pila de libros. Le dije que le iban a crecer los músculos de tanto cargarlos. Se rió y me dio la mitad para que lo ayudara. Y así creció nuestra amistad durante aquellos cuatro años.

    Tommy decidió ir a estudiar medicina a una universidad y yo ingeniería a otra. Sabía que siempre seriamos amigos. Su alto promedio le permitió decir el discurso de graduación. Ese día estaba feliz.  Durante la secundaria había logrado encontrarse a sí mismo: era otra persona en todos los aspectos. Es más, aún con lentes, era mucho más popular que yo con las muchachas. ¡Caray, todas lo adoraban!

    Observé que estaba un poco nervioso. Le dí un abrazo y le dije que iba a estar genial, que estuviera tranquilo. Me miró fijo en los ojos y me dijo: ‘Gracias’. La palabra le salió desde el fondo de su corazón. 

    Comenzó su discurso:

    ‘La graduación es el momento de dar gracias a todos los que nos han ayudado durante estos difíciles años: padres, maestros, hermanos, algún entrenador, pero principalmente los amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir, y a propósito, les contaré una historia.’

    No podía creer lo que estaba oyendo. Aquel primer día que nos conocimos, Tommy había planificado suicidarse. Vació su locker y por eso llevaba todos los libros a casa, para que la mamá no tuviera que ir después a recogerlos. 

    ‘Afortunadamente, fui salvado’, dijo mientras me miraba fijamente y me sonreía con esa sonrisa de gratitud que tanto conocía. ‘Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable en aquel momento de debilidad, de frustración, de angustia.’

    Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de agradecimiento.
    Concluyó: ‘Nunca subestimes el valor de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal.  Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros, para impactarlos de alguna manera. Mira a Dios en los demás.’”

    Y es que los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos, cuando nuestras alas tienen problemas para recordar cómo se vuela.

    Los amigos no ven sino con el corazón, porque lo esencial es invisible a los ojos, afirma Antoine de St. Exupéry en “El Principito”.

    Bendiciones y paz.
    Mis cuentos aparecen publicados en Catholic.net
    Este cuento aparece publicado en la página 127 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y cuentos para ser feliz”. Disponible en Papelería Villa Olga, teléfono 809 583 4165, Santiago; Librerías Paulinas, La Sirena y Librería Cuesta.


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