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    domingo, 26 de abril de 2020

    El miedo real o imaginario

    Temas de Salud | Marcia Castillo  



    El miedo real o imaginario

    El 30 de octubre del año 1938 se produjo uno de los fenómenos psicosociales más impactantes en toda la historia de la radiofonía universal, se reportaron estampidas en masa, suicidios colectivos, infartos al miocardio, histeria colectiva, todo esto debido a una magistral recreación ejercida por The Mercury Theatre  desde la CBS. Eran  las 8 de la noche y  un joven y talentísimo,  Orson Welles, logro junto con su equipo  traer a la realidad “La guerra de los mundos” con tal verosimilitud, que el  miedo de  los radioescuchas  no los dejo pensar claramente; así que esa  Ãºltima noche  terribles ovnis,  marcianos predadores, armas de destrucción avanzada plagaban la cabeza de aquellos que oían lo que  tan solo era una magnifica y vivida interpretación radio teatral, para ellos el mundo  se despedazaba y la raza humana había llegado a  su fin.

    Picasso decía “si lo puedes imaginar es real”, por eso a forma de introito hemos citado este pasaje “real” de la historia americana porque cuando el ser humano se ve cara a cara contra el miedo es difícil pensar con claridad, discriminar lo verdadero, auscultar la realidad de una manera sensible y esto no es del todo malo, como explicamos a continuación.

    Según la neurociencia el miedo es un sistema de alarma que nuestro cerebro activa cuando detecta una posible amenaza que puede o no ser real. Se trata de una respuesta útil y adaptativa que conlleva cambios biopsicofisiológicos en el ser humano, pero ¿dónde y cómo se origina el miedo?

    En las últimas décadas hemos avanzado a pasos agigantados en la investigación de las bases neurobiológicas del miedo, se ha centrado en una región cerebral concreta: las amígdalas, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico que es el cerebro emocional. Esta área desempeña un papel clave en la búsqueda y detección de señales de peligro. Se podría decir que trabaja de forma análoga a un detector de humo y que permanece sin activar hasta que un estímulo, por pequeño que sea, anuncia una amenaza, entonces se pone en marcha. Si no tuviéramos amígdalas  probablemente no sentiríamos miedo, existe una entidad llamada síndrome de Urbach-Wiethe  que es un patología genética poco frecuente  donde la amígdala se calcifica lentamente, comúnmente estas personas se exponen a  peligro ya que no sienten ningún tipo de miedo o temor, aunque hoy sabemos que otras estructuras cerebrales que también forman parte del substrato neuropatológico del miedo, como la corteza cingulada anterior, la ínsula( mediador  racional del miedo) y la corteza prefrontal participan en la regulación emocional del miedo como vía de salida de las respuestas fisiológicas procesadas inicialmente en la ínsula.

    Cuando estamos frente  a una posible injuria, digamos un escenario urbano de nuestra querida Quisqueya, sí esa misma, la de Pedro Mir, la que está colocada en el mismo trayecto que  del sol, citemos un ejemplo: dos jóvenes sin casco montados en un motor que   pasan por  una calle desolada en la que usted va deambulando y estos jóvenes se devuelven velozmente directo hacia usted, lo  primero que se activará será el cortisol, hormona del estrés que le dice a tu cuerpo sin confrontar o huir; pero el miedo en tu cerebro ya está creando su mensajería interna sin que te percates de este derrotero, ya que son procesos  automáticos ¿qué hace el miedo  en su cerebro? La ínsula sería la encargada de recibir la alerta de la amígdala y rápidamente activar las respuestas fisiológicas pertinentes como la sudoración o aumento de la frecuencia cardíaca en función del miedo que genere la situación con el maleante. Por su lado, la corteza cingulada anterior dorsal nos ayudaría a centrarnos en el peligro y la corteza pre frontal dorsolateral sería la responsable de ofrecer soluciones cognitivas para la situación (salir corriendo, pedir ayuda, etcétera).
    Pero si este circuito no «funciona» correctamente o esto deja una huella en la memoria emocional de la persona, el miedo se convierte en un problema desencadenándose respuestas de huida frente a estímulos no amenazantes o anticipando un hipotético peligro.

    El cerebro y sus mecanismos efectores son extraordinarios mantienen en armonía el micro y el macrocosmos así que podemos hacer de él  nuestro mejor aliado o  nuestro peor enemigo; cuando se escucharon algunos de los testimonios relacionados a la “Guerra de los  mundos”, que citamos como pie de entrada en este articulo vimos de una manera prístina que el miedo actúa de forma singular y diferente en cada persona, no importa si se trata de  marcianos, de  asaltos motorizados o de un tonto juego que avisa que  ya  viene el  lobo, mejor no lo pudo haber dicho Alejandro Dumas: “No hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor”. ADH 844.

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