Cotidianidades | P. Eulide GarcÃa msc
Los muertos ponen en movimiento a los vivos
Los nombres que aparecen en este artÃculo son ficticios para proteger las personas que intervienen en esta historia, que es verÃdica y quise escribirla porque refleja una gran realidad que se da en nuestro paÃs, no sé si en otros también, pero cada quien habla de lo que conoce.
En la casa de Blanca vivÃa su madre Jacobina, quien después de la muerte de su esposo quedó sola y fruto de esa realidad sus hijas quisieron llevarla a vivir con una de ellas. La elegida para atender a Jacobina fue Prudencia por ser la que tenÃa más espacio en su casa y además podÃa sostenerla con la alimentación y medicamentos; pero se presentó un problema y es que ella estaba en viaje a EEUU y tuvo que irse y dejarle la vieja a su hermana Casimira por ser la otra hija que tenÃa un poquito de posibilidades, aunque no tanto como prudencia. El asunto que la señora Jacobina paso por las casas de sus 4 hijas para finalmente quedarse donde Blanca, la que menos posibilidades tenÃa para acogerla en su casa. Al fin y al acabo era su madre, todas sus hermanas se habÃan comprometido a ayudar a Blanca con los gastos, irÃan a visitarla y contribuir con lo que estuviera a su alcance. Al principio todo se iba cumpliendo tal como habÃan acorado, cada semana iba una ayudarle a cuidar la madre que con el pasar del tiempo se iba deteriorando hasta no poder levantarse.
No siempre lo que se promete se cumple
Se redujeron las visitas de las otras hijas, cada una con sus excusas, se descuidaron de la manutención de la anciana, ya Blanca estaba desesperada ante la situación, todo se lo habÃan dejado a ella, que también fue enfermando y le costaba mantenerse de pie para atender a su madre. De nada valÃa que las llamara, que fueran a echarle una mano, siempre la misma respuesta: “ay manita yo quisiera, pero no puedo”, o la pregunta, “¿cómo salgo con este trabajito que me conseguÃ?”. Prudencia no podÃa volver hasta el verano, en sus vacaciones. Cada una tenÃa sus excusas y los 3 hijos varones esos sà que sabÃan excusarse por asunto del trabajo, siempre decÃan que en la próxima irÃan a verla. La semana que viene nunca llegaba, mientras Jacobina seguÃa empeorando de salud y asà mismo iba Blanca en su angustia al ver a su madre muriendo y no poder contar con nadie.
No hay enfermedad que dure cien años ni cuerpo que lo resista
La madrugada del 24 de octubre doña Jacobina vio el oscurecer de su vida y dio su último suspiro entregando su espÃritu al Creador. Blanca sintió que con ese último suspiro de su madre su vida también se iba, pero no le quedó más que asumir la situación y junto con su esposo y sus hijos preparar la casa para el velatorio de su madre, se acordó de sus hermanas y hermanos y decidió llamarlos a sabiendas que no podrÃan venir decÃa ella, “si no podÃan venir a verla en vida menos vendrán a verla muerta”, pero gran sorpresa de ella todos dijeron que salÃan para allá en el primer vehÃculo que encontraran, hasta la que estaba en EEUU dijo que no la enterraran sin ella verla”.
Reflexión
Es increÃble el poder que tiene la muerte como pone en movimiento la ser humano, por participar de un velatorio dejamos cualquier compromiso, no importa la distancia para trasladarnos a “cumplir” con el amigo/a cuando se nos muere un ser querido, es importante la presencia de esas personas solidarias que un momento de dolor dicen “aquà estoy acompañándote”, pero ese aquà estoy solo es posible por el difunto, como suelo decir la muerte de un ser querido es una especie de toque de campana que convoca, reúne y “se celebra”, el muerto habla en silencio y provoca llanto, alaridos, y sentimiento de tristeza y soledad.
SerÃa bueno también que la vida nos convocara tanto como la muerte. Y no esperar que muera un familiar para correr y estar ahÃ, cuando no supimos hacerlo mientras necesitaba de nosotros. Nuestra presencia puede consolar y mejorar al enfermo. La soledad enferma y la ausencia agrava a las personas que siempre desean ver sus hijos cerca, y más aún, en el ocaso de sus vidas.
Benditos sean hijas e hijos que lo dan todo por ser procreadores. ADH 842
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