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    lunes, 6 de abril de 2020

    Pablo en Atenas

    Lectura Orante | P. Marcos Plante, msc  


    Pablo en Atenas


    Pablo sigue pasando de ciudad en ciudades huyendo a la persecución de los fanáticos. En esta carrera, llega a Atenas. Léase el relato de Pablo en Atenas en Hechos 17,16-34 donde Pablo pregona su famoso discurso en medio del Areópago de Atenas. Vean lo que distingue este discurso de los demás.
    1° Interpretación: Pablo es conducido a Atenas por unos creyentes de Berea. Atenas es la ciudad más culta de Grecia, pero Pablo se encuentra cada vez más apenado. Él descubre una ciudad tan dominada por la idolatría que intenta penetrar ese ambiente para sanearlo. Empieza su reflexión con los judíos en la sinagoga y, también en la plaza pública donde se encuentra con filósofos epicúreos y estoicos. Estos lo ven como un predicador de divinidades extranjeras y lo invitan al Areópago, lugar donde se debaten todas las sabidurías. El punto central de esta nueva sabiduría para ellos apunta el anuncio de Jesús resucitado.
    Pablo empieza su discurso muy formal reconociendo la religiosidad de esta ciudad, pues, en todas partes de la ciudad se encuentran monumentos a divinidades. Entre estos monumentos, un altar llama su atención pues está dirigido “Al Dios desconocido”. Para Pablo es el punto de arranque y les revela: “Eso que veneran sin conocerlo es lo que yo les anuncio: El Dios que hizo el mundo y que es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por mano de hombre; tampoco tiene necesidad de que lo sirvan pues él da a todos la vida, la respiración y todo lo demás. Su afán es de comunicarse con cada individuo; en realidad no está lejos de cada uno de nosotros, ya que en él vivimos, nos movemos y existimos. Por tanto, no deben pensar que la divinidad se parezca a oro, plata, piedra, o escultura hecha por el arte y el ingenio humanos.” Y Pablo concluye: “Ahora, pasando por alto los tiempos de ignorancia, Dios manda a todos que se conviertan a él, ya que ha establecido el día, en el cual va a juzgar el universo con justicia por medio de este hombre Jesús a quien ha acreditado ante todos, resucitándolo de entre los muertos”. Al oír aquello de “resurrección de entre los muertos” unos se burlaron, pero otros se interesaron: “Sobre este asunto, queremos oírte otro día”. Y se citan algunos de los interesados: Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.
    2° Meditación: Admiro a Pablo incansable. Inquieto por la idolatría que descubre en Atenas, la ciudad tan culta donde se debaten todas las filosofías que son para ellos las sabidurías. Pablo les revela una sabiduría que algunos rechazan con burla, pero que otros adivinan de salvación de esta pobre vida. Nuestro pueblo acostumbrado a ver a Jesús en cruz y anunciado en Pascua “resucitado de entre los muertos”, a veces, queda indiferente delante tan gran misterio de salvación de la vida humana. Por eso, en todas las iglesias se proclama desde la Pascua que Jesús es el Resucitado que vive presente por el Espíritu en cada ser humano para darle vida eterna. Un mensaje que requiere nuestra conversión a este Dios tan cercano y, según san Agustín, más presente en nosotros que lo somos a nosotros mismos.
    3° Oración: Señor, tú formaste mis entrañas, me tejiste en el vientre de mi madre. Te doy gracias porque eres sublime, tus obras son prodigiosas. Tú conoces lo profundo de mi ser, nada mío te era desconocido cuando yo me iba formando en lo oculto de la tierra. ¡Guíame por el camino eterno! Salmo 139, 13-15.24. Señor, yo no puedo ser más que agradecido por todo lo que hiciste y sigues haciendo en mí por le don del Espíritu Santo que comunicas a cada creyente.
    4° Contemplación: Esta vez, acompaño a Pablo en la ciudad de Atenas, ciudad culta donde se revelan todas las sabidurías. Pablo está apenado por tanta idolatría que descubre en los monumentos de la ciudad. Al encontrar un altar reservado al dios desconocido, Pablo se ilumina y adivina como convencer a los filósofos del Areópago. Todos prestan atención a sus palabras pues, saca a Dios de las piedras y esculturas comunes en Atenas, para revelarlo presente en el corazón de cada ser humano. Pablo revela que este Dios se hizo hombre en Jesús y que, más allá de su muerte Dios lo resucitó. La resurrección, centro de nuestra fe, será el punto que algunos de Areópago irán asimilando para acoger a Jesús en la fe. ¡Y ésta es mi fe! ADH 836.

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