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    lunes, 6 de abril de 2020

    El transhumanismo: ¿El fin del hombre?

    Tendencias | P. Dabaris Martínez, msc


    El transhumanismo: ¿El fin del hombre?

    ¿QUÉ ES EL TRANSHUMANISMO?

    El título de esta reflexión no pretende crear ningún tipo de pánico ni mucho menos anunciar que estamos ya en la antesala del fin de la especie humana, sino de ofrecer una visión panorámica de un nuevo movimiento que está emergiendo con fuerza en el mundo de hoy. Se trata del transhumanismo, la moda intelectual del momento presente desde hace varios años atrás, en el mundo europeo, en el anglosajón-americano, en algunos países de Asia y en otras latitudes del mundo. El Transhumanismo “es un movimiento con múltiples caracterizaciones: como ideología, como movimiento social y político, como utopía de sustitución, como nuevo mesianismo, inclusive como un neopelagianismo tecnocrático”, en palabras del filósofo y teólogo catalán, Francesc Torralba.
    El transhumanismo es un concepto complejo y múltiple, porque abarca diversos aspectos, por eso, parafraseando al filósofo de la ciencia, Antonio Diéguez, es preferible una definición sencilla que exprese lo más importante: es el intento de transformar o “mejorar” sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología, ya sea mediante la fusión del ser humano con las máquinas o alojando nuestras mentes en máquinas o mediante la manipulación de los genes en su línea germinal, es decir, en el embrión o prenatal. Lo cual desembocará en una especie poshumana.   
    Una idea común de fondo entre los transhumanistas es el deseo de mejorar la condición humana a través de la tecnología. Ese mejoramiento abarca especialmente lo cognitivo a través del desarrollo de la Inteligencia Artificial, la mejora de las capacidades físicas y la mejora moral a través de la educación, el uso de fármacos y por medio de la intervención genética en su línea prenatal. Es decir, estas mejoras del ser humano, abarcan todas sus dimensiones: lo auditivo, lo físico, la interioridad, la imaginación, la inteligencia, la voluntad, entre otras.

    VISIÓN ANTROPOLÓGICA

    ¿Cómo entienden los transhumanistas al ser humano? Los diversos transhumanismos tienen una visión dinámica de la identidad humana. El ser humano es entendido como una obra de arte no terminada, porque él está en proceso de llegar a ser lo que todavía no es. Esta visión positiva del ser humano y aceptable desde un universo de inspiración cristiana es, sin embargo, llevada a un grado tal que termina erigiendo al hombre en el artífice de sí mismo. Es el hombre devenido en Dios. Y además, los transhumanistas tienen también una visión materialista de la condición humana, con todo lo que esta perspectiva supone: principalmente la pretensión de eliminar la finitud y la vulnerabilidad de la condición humana, a través de la tecnología instalada en el ser humano. Es decir, tienen la pretensión de eliminar la finitud desde lo finito, desde el hombre mismo. Sin embargo la finitud, la vulnerabilidad y la contingencia, para todas las antropologías dignas de ese nombre, es intrínseca al ser humano. Es tanta la confianza de los transhumanistas en los artilugios tecnológicos, que la diferencia sustantiva entre el ser humano y el artefacto o los otros seres que configuran la naturaleza, simplemente es negada, cuestionada o puesta entre paréntesis. Esa fusión entre aparato y ser humano, ya se establece hoy, al menos psicológicamente, cuando por ejemplo oímos a alguien decir “se me acabó la batería”, refiriéndose a su teléfono celular o móvil, es decir, a un aparato externo a su persona.    

    TENDENCIAS SUSCITADAS POR EL TRANSHUMANISMO

    Este movimiento ha suscitado diversas tendencias, principalmente tres: la de los bioconservadores que rechazan cualquier intervención biomédica que pretenda aumentar las capacidades humanas; la de los transhumanistas que intentan alcanzar nuevas oportunidades de mejoramiento del ser humano y la de aquellos que se sitúan en un término medio entre ambas posturas. Entre los transhumanistas los hay quienes representan una tendencia de carácter más social como y otros representan una tendencia más de corte liberal y hasta ultra-liberal. Por esa razón, también se dan tres modalidades más del transhumanismo: el transhumanismo cultural inspirado en la crítica postmoderna al humanismo, una representante importante de esta corriente, es la feminista, Donna Haraway, quien ha escrito un libro titulado, “Manifiesto ciborg” (1985); y el transhumanismo tecnocientífico inspirado en los trabajos especulativos de científicos e ingenieros que provienen del campo de la Inteligencia Artificial y de la robótica. Pero hay también un transhumanismo de inspiración biológica, cuyo representante más importante es el filósofo alemán Peter Sloterdijk, quien en su libro, “Normas para el parque humano” (1999), sostiene la tesis del fracaso del proyecto humanista y además afirma que el humanismo no ha sido capaz de domesticar al ser humano y que por consiguiente, la única manera de lograr su domesticación es mediante la manipulación genética, para eliminar los genes que hacen a los seres humanos más agresivos y violentos. Su tesis ha sido objeto de una crítica mordaz por parte de su coterráneo el filósofo J. Habermas.

    En el mundo que viene, que los transhumanistas anuncian con bombo y platillo, la tradicional oposición ideológica entre derecha e izquierda será reemplazada por la contraposición entre bioconservadores y tecno-progresistas (esta tendencia es la que el Papa Francisco denomina en la carta encíclica “Laudato Si” bajo el rótulo de “paradigma tecnocrático”). Curiosamente, Francis Fukuyama, politólogo estadounidense de ascendencia japonesa  y conocido por su famosa tesis sobre “el fin de la historia”, se sitúa en la postura de los bioconservadores en su libro, El fin del hombre: Consecuencia de la Revolución Biotecnológica (2002). En su escrito exige una mayor regulación política e institucional al desarrollo de las biotecnologías a la que asiste el mundo de hoy, y considera el transhumanismo, consecuencia de ese desarrollo, como la idea más peligrosa para los sistemas democráticos o la idea de “democracia liberal” (es decir, F. Fukuyama todavía no se apea del caballo ultra-liberal). Otro representante bioconservador, venido de ámbito de la izquierda es J. Habermas, quien en una etapa temprana del debate, ha escrito el libro El futuro de la naturaleza humana (2002). En este escrito el filósofo se muestra abiertamente en contra de las intervenciones genéticas de mejoras pre-natales o en el embrión. En esta línea también se sitúa desde la ética del discurso la filósofa española, Adela Cortina.

    Los Antecedentes y representantes del transhumanismo, el “fenómeno ciborg” y los retos antropológicos, éticos y teológicos que plantea este movimiento, los abordaré en una próxima entrega. ADH 843


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