Comentario | Fray Juan Carlos González del
Cerro O.P.
Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios
El
poder de las llaves
Quien tiene las llaves de una casa tiene el
pode sobre ella. Entra, sale, hace y deshace. Es el caso de Sobná, mayordomo
real, que se aprovecha en beneficio propio de su situación privilegiada como
encargado del palacio. Dios va a intervenir restituyendo el orden, destituyendo
a este mayordomo y “colgará la llave” sobre el hombro de alguien fiel: Eliacín,
su siervo.
La llave es signo, más que de poder, de una
responsabilidad muy grande que hay que cumplir con auténtica fidelidad.
El texto profético enlaza con el Evangelio,
donde Jesús otorga a Pedro una gran responsabilidad: “te daré las llaves del
Reino de los Cielos”. Tener las llaves no es un privilegio sino una
responsabilidad de servicio que Pedro tendrá que ir aprendiendo y que le
llevará a entregar la vida como su Maestro y Señor, “Mesías Hijo de Dios vivo”.
El poder reflejado en las llaves, conferido
por Jesús a su Iglesia en la persona de Pedro, “piedra”, es el de abrir, “dar
acceso”, al camino y al proyecto del Reino de Dios, así como “cerrarlo” a todo
aquello que se aviene mal o lucha denodadamente contra este proyecto de vida
nueva y plenitud que Dios nos ofrece.
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo
En el evangelio de este domingo Jesús lanza a
los discípulos la pregunta “¿quién dice la gente que soy yo?” para llegar a la
pregunta que a él le interesa formular: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”.
La gente ya tiene una opinión formada sobre Jesús: Juan Bautista resucitado,
Elías, que precede a la llegada del Mesías, o un profeta.
Estas opiniones apuntan desde luego a la
singularidad de la persona de Jesús, es alguien especial, pero ¿y para los
discípulos?... Pedro se adelanta y responde afirmando que Jesús es el Mesías y
el Hijo de Dios. Se trata de una respuesta “inspirada”. Pedro no sabe en
realidad su significado como mostrará el evangelio del próximo domingo,
continuación de éste.
Esta respuesta de Pedro obedece a una
inspiración de lo Alto, no viene “de la carne y de la sangre”. Esta respuesta
confirma a Pedro en una misión que se le encomienda y que, para llevarla
adelante, necesitará saber el verdadero significado de la misma y no lo que él
se imagina. Siguiendo a Jesús, día a día, irá comprendiendo el sentido de su
respuesta inspirada y la responsabilidad de su misión de ser “piedra” de la
Iglesia de Jesús, representada en ciernes en los apóstoles testigos de estas
cosas.
Entendiendo poco a poco el mesianismo de Jesús
como entrega y servicio estará preparado para desempeñar su propia entrega y
servicio. Llaves, atar y desatar: poder responsable que se traduce en un
servicio eclesial a todos como primado en el orden de la fe, de la verdad, de
la integridad evangélica y la caridad solícita, velando por el bien del rebaño
del Buen Pastor.
Fuente>www.dominicos.org.
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