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    lunes, 17 de agosto de 2020

    La difícil tarea de envejecer

    Temas de Salud | Dra. Marcia Castillo

    La difícil tarea de envejecer

    Cuenta la mitología que la efigie puso a prueba a Edipo con la siguiente pregunta ¿cuál es la criatura que en la mañana camina en cuatro patas, al medio día en dos y en la noche en tres?  Edipo quien aún no era rey, pero pronto lo sería respondió sagazmente “El hombre” y sin duda acertó…

     Gatea cuando es niño, se yergue luego cuando es hombre finalmente apoya su caminar por la vida con un bastón los Tebanos los coronaron como rey por acabar con terrible la efigie y luego empieza otra de esas tragedias de la que la medicina ha abrevado para crear una serie síndromes y complejos en psicología y neurociencias.

    La tercera pata que guió la tenacidad de Edipo en la adivinanza planteada por la efigie es el  bastón, herramienta de apoyo y seguridad para algunos adultos mayores, pero que en ocasiones se  convierte en un proceso de aceptación que no siempre resulta tan sencillo como parece, porque aunque envejecer es un proceso inherente al ser humano vivimos en una época donde la gerontofobia nos  hace repetir la expresión ¡aún no estoy tan viejo para usar bastón ¡Nos buscamos las arrugas como si fueran parásitos y las canas encontramos canas nos genera pavor!

    Recuerdo una paciente que usaba un paraguas para disimular sus limitaciones motoras y lo hacía con una gracia absoluta porque decía que si llovía lo abría, pero si no, se apoyaba cumpliendo así ambas funciones. Pero lo cierto es que conforme se va socavando nuestra autonomía deben aparece nuevos puntos de apoyo, apoyos necesarios pero que son más que nuevos bastones para un andar supliendo las apoyaturas que taremos desde la infancia hasta la senectud, los brazos de los padres, la ayuda de nuestros mentores, los hombros de los amigos, el estímulo del amor, caminamos apoyándonos en la vida para poder seguir andando.

    Este culto al ego, la gerontofobia, la gerascofobia, el mito de la eterna  juventud no hace más que atizar el estigma de que el envejecimiento inicia con el bastón, no obstante sin bastones no habríamos llegado hasta aquí, ni seriamos lo que somos, pero hacemos un falsario de una afirmación individualista  “yo lo que tengo y lo que soy lo he conseguido con mi esfuerzo personal”, no necesito bastón, no obstante quien olvida los bastones del pasado se  da de  bruces con la verdad del futuro porque queramos o no todos somos interdependientes, formamos  parte  de  este  tapiz ecléctico donde todos necesitamos  de apoyos y bastones para andar.

    En Job 1, 12 leemos: “En los ancianos está la sabiduría, y largura de días el entendimiento” pero hemos olvidado que envejecer es un acto  de coraje, el estigma de usar el bastón es el mismo estigma a no querer entender el dinamismo de nuestra  historia, el crisol de nuestra conciencia, los médicos ocupacionales, los geriatras y gerontólogos son enfáticos en que cuando es necesario sea por fragilidad, déficit motriz o perdida de la autovalencia el uso del bastón  no solo previene  caídas, evita  hospitalizaciones, fracturas, hematomas y en ocasiones accidentes domésticos que pueden  dar al traste con la vida.

    Observar el envejeciente   caminar, su donaire rezagado, su bastón en mano, el camino de sus arrugas son una maravillosa lectura que hay que verla con los ojos del amor y el respeto. Una verdadera exclamación de la realidad y de la vida vivida representa no solo nuestras múltiples apoyaturas sin las cuales el camino no solo sería más difícil, sino que nosotros seriamos otros y para eso no necesitamos descifrar el enigma de la esfinge. ADH 847

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